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8 de agosto de 2017

EL SIMBOLISMO DEL PARCHÍS


Los mandalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmo y el microcosmos, utilizados en el budismo y el hinduísmo. Estructuralmente, el espacio sagrado (el centro del universo y soporte de concentración), es generalmente representado como un círculo inscrito dentro de una forma cuadrangular. 

De hecho, todo tablero de juego (parchís, ajedrez, oca, tres en raya, etc.) es un mandala y si bien mandala significa "círculo" , con frecuencia, sus dibujos y diagramas se sitúan en un recinto cuadrado. Y esto no es por casualidad o por amor a la paradoja, el mandala representa la llamada cuadratura del círculo, y relaciona lo circular, que simboliza lo perfecto o divino, con lo cuadrado, que simboliza lo material o humano. Es una forma de simbólica de llegar a la perfección por parte del humano. 


Cuando se juega al parchís se está simbólicamente compitiendo por llegar los primeros a la perfección. 

En el parchís de hoy en día, normalmente son cuatro los jugadores los que evolucionan en un tablero cuadrado. Cada uno cuenta, a su vez, con cuatro fichas, lo que arroja un total de dieciséis. Los colores de las fichas son verde, amarillo, rojo y azul. 

Estos cuatro colores del parchís no están tomados al azar, ni tienen nada que ver con impactos visuales o preferencias estéticas. Están ahí por una profunda razón. Los cuatro colores primarios son una representación simbólica del mundo material, que en cada partida, tiene como objetivo situar sus fichas en el centro del tablero cuadrado o mundo material. Llegar al centro es, en toda tradición iniciática, sinónimo de alcanzar la perfección. 

El color rojo es el símbolo de la fuerza vital tal y como tal y como se expresa en el mundo material, es la energía que corre por el cuerpo. El azul es el color del intelecto, de la paz y de la contemplación; también simboliza el cielo y el infinito. El verde simboliza la vida de las sensaciones y la naturaleza. El amarillo es el color del sol, del principio divino expresado a través de la materia, pero también es el color de la deslealtad y la traición.

Para que el jugador pueda sacar una ficha del círculo de espera o casa y así iniciar el camino o viaje que después de diversas penalidades le conduzca hasta el centro del tablero o mundo, tiene que sacar con los dados un cinco, el número de la perfección humana, representado geométricamente por un pentágono. Pero para colocar una ficha en el centro, alcanzar la meta, ésta tiene que llegar con el número exacto, si sobrepasa las casillas, entra y retrocede, a la espera de la siguiente tirada. Hay que subir los escalones o casillas de la gloria con total exactitud y justeza. 

Es la ficha del parchís la que inicia el camino a la gloria después de sacar un cinco, el número de la perfección humana, esto es, después de perfeccionarse, de mejorar como ser humano y emprender el camino que puede llevarle al centro de la perfección. El recorrido del camino está cargado de dificultades e incidencias (barreras que impiden avanzar, te matan y tienes que regresar a casa, o por el contrario puedes tener ayudas o impulsos positivos, dos seiseis, contar veinte por haber matado a alguien, etc)., hasta que en esta lucha por la dualidad se consigue llegar al centro de la representación del mundo, centro del tablero o mandala. El primer jugador que coloca las cuatro fichas, 4 es el número de lo humano, lo terrenal o material, alcanza la gloria. 

Fuente: Simbolismo de los juegos de mesa - Albert Fargas –MRA Ediciones

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