Al igual que la historia de la Humanidad transcurre en paralelo a la de las guerras, se podría decir que la historia de los conflictos armados lo es el uso de estupefacientes que aportaran valor, resistencia y energía a los combatientes . En el arsenal de los ejércitos siempre ha habido sitio para las drogas.,aunque ha sido un tema tabú para la historia militar, ya que los estados prefieren mostrar a sus soldados como combatientes valientes, conscientes y animados por un sincero compromiso con la causa y no como individuos que actúan así porque se encuentran bajo la influencia de drogas de todo tipo , y cuya influencia en los combates ha ido en aumento con el paso del tiempo..
Después de leer su libro tengo una gran duda. No sé si hay que reescribir toda la historia militar.A los historiadores de verdad no les gustaría nada. No me atrevería a sugerirlo porque no soy un historiador, soy un científico político trabajando en estudios de guerra y seguridad, y he escrito este libro por accidente. Sé que puede ser algo incómodo para los historiadores tradicionales y militares, porque las referencias a las drogas en la guerra aparecen como anécdotas, trasfondo o pequeños detalles útiles, pero nunca como el tema central. Y creo que debe quedarse así, aunque deberíamos ampliar nuestros conocimientos sobre ciertos conflictos y ser conscientes de que, además de tabaco, alcohol y café, los soldados tomaban a veces estupefacientes. Hay que enriquecer lo que ya hay, no reescribirlo¿Ha sido un tabú contar que los soldados necesitan drogas para vencer al miedo y al cansancio?En los círculos académicos actuales, sí. Se convirtió en un tabú desde que las autoridades prohibieron el consumo de las sustancias de las que hablamos. Ahí surge el tabú, porque, por un lado, prohíbes el uso de determinadas sustancias –heroína o anfetaminas, por ejemplo–, mientras animas y pides a los soldados que las tomen para defender a una sociedad a la que prohíbes esas drogas. Es una paradoja.Me sorprende que, con todo lo que se ha escrito sobre la Blitzkrieg, casi nadie mencione que los soldados alemanes iban puestos de Pervitina.Hay mucha literatura en alemán que habla sobre el tema. Hay un volumen sobre los nazis y el speed –Nazis on Speed (2002), de Wolf Kemper– y muchos artículos publicados en revistas académicas... Sí, y El gran delirio (Crítica, 2016), el ensayo de Norman Ohler, pero en las historias generales sobre la Segunda Guerra Mundial no se da importancia a la conexión entre el empleo de metanfetaminas y la resistencia de los soldados alemanes en la “guerra relámpago”. Sí, eso es verdad. Y por eso a mí, como polaco, me sorprendió muchísimo saber que en el ataque de septiembre de 1939 a Polonia los alemanes no solo experimentaron la “guerra relámpago”, sino también los efectos del uso de la Pervitina en sus soldados. Como vieron que funcionaba muy bien, la introdujeron de manera sistemática y oficial en la Wehrmacht, lo que permitió su uso en la campaña de 1940.En su libro cuenta que la Legión Cóndor comenzó a usar la Pervitina en la Guerra Civil española. ¿Ha encontrado documentos que lo prueben?No, las fuentes de mi obra son secundarias, proceden de otros libros. La Pervitina se probó en la Guerra Civil, y, aunque no estoy seguro de que fueran los pilotos de la Cóndor, probablemente sería así. En 1938 aún estaba bajo experimentación, pero algunos oficiales conocían la existencia de esta “píldora mágica” y la distribuyeron entre sus soldados de manera extraoficial.¿Todas las grandes guerras han tenido su propia droga?Sí, cada guerra tuvo su droga. En la de los Treinta Años (1618-48), el alcohol: vino, cerveza, licores... En la guerra civil estadounidense (1861-65), el whisky reemplazó al ron, la bebida británica tradicional de combate, pero también se usó una gran cantidad de opio y morfina. Los soldados que sufrieron el síndrome de estrés postraumático, que entonces se conocía como el “corazón del soldado”, o “síndrome de Da Costa” (por el médico Jacob Mendez da Costa, que descubrió que era una enfermedad de tipo psiquiátrico antes que físico), comenzaron a ser tratados con morfina, que siguió siendo la droga empleada en conflictos posteriores, como la guerra franco-prusiana (1870-71).Usted sostiene también que cada gran guerra ha servido como un gran difusor para el consumo de una droga concreta, popularizándola y creando una gran oleada de drogadictos.Bueno, ha funcionado en ambos sentidos. Durante mucho tiempo se pensó que el uso del opio y la morfina en la guerra de Secesión de Estados Unidos provocó una oleada de adicción tras acabar la contienda. Pero no fue así. Es cierto que muchos veteranos se convirtieron en adictos, pero su adicción no se convirtió en un problema social. La mayoría de los adictos no eran soldados, sino mujeres, que huían de la frustración, la represión o el aburrimiento.¿Existe una relación entre la reincorporación a la sociedad civil de miles de veteranos de las guerras de Irak y Afganistán y la epidemia de heroína que sufre Estados Unidos en la actualidad?Definitivamente. En ambos casos –la guerra de Secesión y las campañas de Irak y Afganistán– vemos una epidemia narcótica generada, no intencionadamente, por los médicos. En el siglo xix, por la irresponsable prescripción de opio, y en la actualidad, en el caso de la peor epidemia de drogas que ha sufrido Estados Unidos (160.000 muertos frente a los 50.000 estadounidenses que murieron en Vietnam), por recetar analgésicos que contienen opio. El más popular es el OxyContin. Una vez que los médicos descubren que el paciente se ha convertido en un adicto, dejan de recetarle estos opiáceos, y los adictos comienzan a pasarse a la heroína. Veo un gran paralelismo en ambos casos.En su libro repasa la historia bélica a través de las drogas. Me ha sorprendido que la primera mencionada en la literatura occidental no se use para luchar, sino para que los guerreros olviden el daño que han creado y sufrido. El nepenthés que aparece en las obras de Homero.Sí, creo que está justificado comenzar la búsqueda en Homero, porque con él empieza el ethos guerrero occidental. En la Odisea encontramos el ejemplo más temprano de estrés postraumático, que se combate con la ingesta de vino mezclado con opio. Eso era el nepenthés.Frente a las drogas para olvidar están las drogas para convertir al guerrero en una furia salvaje. ¿La Amanita muscaria fue la primera droga de combate?Es difícil determinar el momento preciso en el que las tribus nórdicas y siberianas empezaron a utilizar las “setas mágicas”, que son grandes estimulantes y potentes alucinógenos a la vez. Los efectos del compuesto psicoactivo de la Amanita muscaria cuando se seca, el muscimol, son comparables a los de la adrenalina y la anfetamina. Uno de los síntomas principales es la incapacidad para controlar la necesidad de movimiento. ¡Tienes ganas de saltar! Al mismo tiempo, cambia tu percepción de la realidad. El muscimol provoca que veas todo lo que te rodea más grande o, por el contrario, más pequeño, como si fueras un personaje de Alicia en el país de las maravillas...¡Así que los berserkers vikingos veían a sus oponentes más pequeños!Sí, y se veían a sí mismos como animales.Como osos.Exactamente. Pero, volviendo a tu pregunta, no estoy muy seguro de que la Amanita muscaria fuese el primer estimulante utilizado en la guerra.Sus efectos secundarios parecen difíciles de controlar.Sí. Todas las drogas tienen efectos secundarios y contradictorios. El opio, por ejemplo, se ve popularmente como un calmante, un depresor, pero en cantidades pequeñas funciona como un estimulante. Los guerreros de la India lo usaban así, mientras que la sobredosis de opio destruyó al ejército chino en el siglo xix. Se podría decir lo mismo sobre el alcohol: una dosis pequeña te da coraje, y una sobredosis te hace sentirte perezoso y pesado.En su libro cuenta que todos los grandes ejércitos tuvieron su bebida oficial. Beber alcohol era un derecho de los soldados.Sí, era inimaginable para un comandante o para sus oficiales no suministrar una dosis diaria de alcohol a sus soldados. Era tan imposible pensar en eso como lo es hoy lo contrario, que los soldados beban antes de entrar en combate. En otros tiempos no podías esperar que tus soldados luchasen sobrios. Fue una tradición muy difícil de romper. Beber era un derecho de los soldados, y no podías privarles de él si esperabas que luchasen bien.Y, si no había alcohol, podían encontrar otras drogas.Como les pasó a los soldados franceses en Egipto con el hachís. Sí, es una historia muy curiosa. De camino a Egipto, Napoleón suministró vino a sus soldados, el alcohol del ejército francés por excelencia. Pero en Egipto, un país musulmán, no había vino, estaba prohibido. Sin embargo, sí había hachís, y los soldados franceses se familiarizaron con él. Empezaron a usarlo como un sustituto del alcohol, y la situación llegó a ser tan preocupante que obligó a Napoleón a prohibir el consumo de hachís no solo en el ejército francés, sino en todo Egipto.Pero no perdió por eso, ¿no?No, no fue por eso. Pero, quizá, si hubiera introducido la prohibición del hachís antes...Hay varias versiones de la “lista de herramientas” que, según Eisenhower, permitió la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. En todas están el Jeep o el avión Dakota. En ninguna la Benzedrina. ¿Debería estarlo?Bueno, durante la Segunda Guerra Mundial no se suministró Benzedrina (anfetaminas) a todos los soldados. Su uso se hizo regular y sistemático durante la guerra de Corea (1950-53). En la Segunda Guerra Mundial, la tomaban los pilotos y los miembros de las fuerzas especiales. También los marines en la batalla de Tarawa (20-23 de noviembre de 1943). En la guerra de Corea, todos los soldados tomaban anfetaminas diariamente, formaban parte de su kit de combate. A escala más reducida, los oficiales estadounidenses también permitieron la administración de metanfetaminas, y el consumo acabó escapando a su control.Hemos hablado de sustancias para olvidar el dolor del combate y también para mejorar el rendimiento de los soldados. Pero también se empleó la droga para minar al enemigo. Usted cuenta, por ejemplo, cómo Japón utilizó la heroína para dominar al pueblo chino.Sí, es una historia completamente diferente. Puedes usar las drogas como un arma para mejorar el rendimiento de tus soldados, pero también emplearlas contra tus adversarios. Y aquí debemos distinguir entre utilizarlas contra el ejército enemigo y hacerlo contra la sociedad civil, sirviéndose de un hábito preexistente –como hicieron los japoneses con el uso del opio– o introduciendo nuevos estupefacientes. Después de una guerra, una sociedad suele encontrarse debilitada, malnutrida, deprimida; es una víctima fácil. Los japoneses crearon factorías que producían diferentes drogas en Taiwán, Corea y China continental, y los grandes ingresos de ese comercio ayudaron a financiar la guerra chino-japonesa (1937-45).Frente a este crimen de guerra hay un uso casi cómico de la droga, como cuando Estados Unidos ensayó utilizar la marihuana y el LSD para vencer al enemigo... a golpe de carcajadas.Bueno, estamos hablando de un tipo de violencia no letal, un concepto que tiene raíces antiguas. Hay ejemplos en la historia en los que los intoxicantes se utilizaron como agentes debilitadores. Pero los esfuerzos para emplear un arma no letal surgen en la Guerra Fría. A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, el Cuerpo Químico del Ejército de Estados Unidos llevó a cabo una seria investigación, experimentando en soldados voluntarios una amplia variedad de agentes intoxicantes: marihuana, LSD, “setas mágicas” y medicamentos descartados por la industria farmacéutica porque sus efectos secundarios eran demasiado tóxicos para ser comercializados. Es el caso del BZ, el “agente colocón”, un potente alucinógeno. Ensayaron usarlo en forma de nube de humo para dejar al ejército enemigo fuera de combate sin disparar y sin dañarlo.