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25 de octubre de 2017

CATEDRALES, IGLESIAS Y FIESTAS PROFANAS

La catedral, alma, y muchas veces, origen de la ciudad, se debatía entre su ubicación urbana y su naturaleza eclesiástica. Como edificio público, formaba parte de la urbe en la que se elevaba, y en consecuencia participaba de sus actividades, acogía espectáculos y reuniones, daba cobijo a los mercaderes, presidía simbólicamente los juicios y era testigo de las ejecuciones. Simultáneamente, como templo, acotaba el espacio de lo sagrado, reproducía mensajes bíblicos en sus fachadas, por ello llamadas “Biblias de los indoctos”, se destinaba a los oficios, y con sus torres y sus gárgolas de piedra siempre vigilantes, trataba de mantener su posición preeminente en la vida de la ciudad.

Así, en la Edad Media, las catedrales no eran solo un lugar para oficiar ritos religiosos, si no también la casa de todos, y constituía el centro ciudadano intelectual y moral, el corazón de la actividad pública, el lugar elegido para ritos populares.


Durante el día solían estar animadas por un continuo trasiego de gentes que se resguardaban en ellas, o se dedicaban a vender y comprar en su interior, Los muros de sus naves, perforados por capillas, eran espacios privados y cerrados, comprados por nobles y gente adinerada para recibir allí sepultura. Esas sepulturas eran fuente de constantes problemas, pues a veces se elevaban alcanzando formas monumentales y, en numerosas ocasiones, se cubrían con ajuares fúnebres, como alfombras, candelabros o estrados, que dificultaban el tránsito por el interior del templo y la asistencia a los oficios. 

El altar y el coro se destinaban exclusivamente al culto: el tramo que los unía, correspondiente al crucero, se cercaba, y tras el coro se colocaban altares para la eucaristía. Pero en los espacios abiertos (en las naves laterales, en los brazos de transepto, en la nave central) los fieles podían circular libremente y, normalmente, lo hacían desoyendo las normas que trataba de imponer el cabildo. 

La Fiesta del Asno 

Durante gran parte de la Edad Media , entre los siglos XII y XVI, se celebraron, especialmente en Francia, pero también en Alemania e Inglaterra, y en menor medida y mucho más moderadas fiestas bufas o ritos populares en el interior de iglesias y catedrales : los “juegos de escarnio” , que en ocasiones se trasladaba a toda la ciudad mediante procesiones y cabalgatas que seguían generalmente a la celebración principal. En esas fiestas ,que se celebraban durante el período que se extiende desde Navidad hasta Epifanía, y más particularmente el día de Año Nuevo, como las Fiestas de los locos o la Fiesta del asno, se realizaban representaciones en las que aparecían sermones grotescos, frases de doble sentido, canciones lascivas y similares, que no tenían nada de liturgia, pero que eran muy apreciados por el pueblo llano. 

La regla era sacar a la luz todo lo opuesto a lo que normalmente se conocía: usar la izquierda en lugar de la derecha, dormir de día y festejar de noche, las mujeres iban vestidas de hombres y estos de mujeres, especialmente los miembros del clero, sacerdotes, diáconos, monaguillos, todos los personajes que constituían el bajo clero eran los protagonistas principales. Se trataba de elegir a uno de ellos, el que hiciese la mueca más ridícula u obscena para ser el “Papa de los locos”. Luego, haciendo uso del lenguaje más obsceno y vulgar posible, se oficiaba la “misa” en un latín mal seguido por aquellos que no entendían –recordemos que solo los letrados, que eran pocos, conocían el latín- sin embargo, no importaba ya que todo se resumía a una retahíla de obscenidades. Cualquier gesto, pose o palabra que resultara una afrenta, era bienvenida por el público. Se comía, se jugaba y se hacía de todo en el altar. El alcohol, la comida y la depravación llevaban al paroxismo. Cualquier “loco” del grupo personificaba al Papa profanando su discurso. Se hacían hervir zapatos y cosas malolientes en contraposición al incienso, se jugaba a los dados y otros juegos. Luego el grupo salía en fanfarria y era seguido por gentes del pueblo quienes, al igual que los sacerdotes, disfrutaban al máximo esos momentos de laxismo,  únicos en medio de la rudeza de una vida de arduo trabajo, de increíble rigidez en las costumbres, de privaciones y de poco esparcimiento como era la sociedad medieval. 

La Fiesta de los locos 

La risa en la Edad Media estaba fuera de la ideología oficial y las manifestaciones de ésta, se la apartó del culto religioso, del ceremonial feudal y estatal, de la etiqueta social y de la ideología elevada. El tono de seriedad exclusiva caracteriza la cultura medieval oficial. El tono serio se im­puso como la única forma capaz de expresar la verdad, el bien y todo lo considerado impor­tante y estimable. El miedo, la veneración, la docilidad, etc., constituían a la vez las variantes o matices de ese tono serio y el cristianismo primitivo ya condenaba por ello la risa, el mimo, la risa mí­mica y la burla. 

VÍDEO : El nombre da la rosa: La risa mata el miedo

Sin embargo, la Iglesia y la ideología defendida por ésta reconocía la necesidad de legalizar en el exterior de la iglesia, fuera del culto, del ritual y las ceremonias, puntualmente la alegría y la risa como modo de liberar puntualmente y en ocasiones la opresión diaria del pueblo. 

Uno de los ejemplos más curiosos de desinhibición en ese tema es el denominado risus paschalis, una forma de manifestar el placer sexual en espacio sagrado y por tanto, estrechando vínculos entre los creyentes, los sacerdotes y Dios mismo. La expresión significa  como risa de Pascua y se debe a darse precisamente en tiempo pascual. Entonces, tras la dureza y la austeridad de la Cuaresma, llegaba el momento de solazarse, de superar la tragedia de la muerte de Cristo a través de una actitud de burla hacia ella, ensalzando así el triunfo del hijo de Dios. Por tanto, el cura, al dar misa, debía provocar la alegría en sus fieles; más que eso, debía divertirles hasta la risa, para lo cual no había problema en que echara mano de chistes subidos de tonos o que incluso realizara él mismo gestos procaces.

Fuentes:La época de las catedrales –George Duby-Editorial Cátedra / National Geographic nº64- La era de las catedrales / El carnaval-Julio Caro Baroja-Alianza editorial.

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