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4 de octubre de 2017

LO BELLO Y LO FEO


A lo largo de los siglos, filósofos y artistas han ido proporcionando definiciones de lo bello, y gracias a sus testimonios se ha podido reconstruir una historia de las ideas estéticas a través de los tiempos. No ha ocurrido lo mismo con lo feo, que casi siempre se ha definido por oposición a lo bello y a lo que casi nunca se han dedicado estudios extensos, sino más bien alusiones parentéticas y marginales. Por consiguiente, si la historia de la belleza puede valerse de una extensa serie de testimonios teóricos (de los que puede deducirse el gusto de una época determinada), la historia de la fealdad por lo general deberá ir a buscar los documentos en las representaciones visuales o verbales de cosas o personas consideradas en cierto modo "feas".No obstante, la historia de la fealdad tiene algunos rasgos en común con la historia de la belleza. Ante todo, tan solo podemos suponer que los gustos de las personas corrientes se correspondieran de algún modo con los gustos de los artistas de su época. 

Si un visitante llegado del espacio acudiera a una galería de arte contemporáneo, viera rostros femeninos pintados por Picasso y oyera que los visitantes los consideran "bellos", podría creer erróneamente que en la realidad cotidiana los hombres de nuestro tiempo consideran bellas y deseables a las criaturas femeninas con un rostro similar al representado por el pintor. No obstante, el visitante del espacio podría corregir su opinión acudiendo a un desfile de moda o a un concurso de Miss Universo, donde vería celebrados otros modelos de belleza. 

A nosotros, en cambio, no nos es posible; al visitar épocas ya remotas, no podemos hacer ninguna comprobación, ni en relación con lo bello ni en relación con lo feo, ya que solo conservamos testimonios artísticos de aquellas épocas. Otra característica común a la historia de la fealdad y a la belleza es que hay que limitarse a registrar las vicisitudes de estos dos valores en la civilización occidental. En el caso de las civilizaciones arcaicas y de los pueblos llamados primitivos, disponemos de restos artísticos pero no de textos teóricos que nos indiquen si estaban destinados a provocar placer estético, terror sagrado o hilaridad.

A un occidental, una máscara ritual africana le parecería horripilante, mientras que para el nativo podría representar una divinidad benévola. Por el contrario, al seguidor de una religión no occidental le podría parecer desagradable la imagen de un Cristo flagelado, ensangrentado y humillado, cuya aparente fealdad corporal inspiraría simpatía y emoción a un cristiano. En el caso de otras culturas, ricas en textos poéticos y filosóficos (como, por ejemplo, la india, la japonesa o la china), vemos imágenes y formas pero, al traducir textos literarios o filosóficos, casi siempre resulta difícil establecer hasta qué punto ciertos conceptos pueden ser identificables con los nuestros, aunque la tradición nos ha inducido a traducirlos a términos occidentales como "bello" o "feo". 

Aunque se tomaran en consideración las traducciones, no bastaría saber que en una cultura determinada se considera bella una cosa dotada, por ejemplo, de proporción y armonía. ¿Qué significan, en realidad, estos dos términos? Su sentido también ha cambiado a lo largo de la historia occidental. Solo comparando afirmaciones teóricas con un cuadro o una construcción arquitectónica de la época nos damos cuenta de que lo que se consideraba proporcionado en un siglo ya no lo era en el otro; cuando un filósofo medieval hablaba de proporción, por ejemplo, estaba pensando en las dimensiones y en la forma de una catedral gótica, mientras que un teórico renacentista pensaba en un templo del siglo XVI, cuyas partes estaban reguladas por la sección áurea, y a los renacentistas les parecían bárbaras y, justamente, "góticas", las proporciones de las catedrales.

Los conceptos de lo bello y lo feo están en relación con los distintos periodos históricos o las distintas culturas. En la Edad Media, Jacobo de Vitry, , al ensalzar la belleza de toda obra divina, admitía que
...probablemente los cíclopes, que tienen un solo ojo, se sorprenden de los que tienen dos , como nosotros nos maravillamos de aquellas criaturas con tres ojos...Consideramos feos a los etíopes negros, pero para ellos el más negro es el más bello
Siglos más tarde, se hará eco Voltaire en el Diccionario Filosófico
Preguntad a un sapo que es la belleza, el ideal de lo bello. Os responderá que la belleza la encarna la hembra de su especie, con sus hermosos ojos redondos que resaltan de su pequeña cabeza, boca ancha y aplastada , vientre amarillo y dorso oscuro. Preguntada aun negro de Guinea: para él la belleza consiste en la piel negra y aceitosa, los ojos hundidos, la nariz chata.Preguntádselo al diablo: os dirá que la belleza consiste en un par de cuernos, cuatro garras y una cola.
Hegel en su Estética observa que
Ocurre que, si no todo marido a su mujer, al menos todo novio encuentra bella y bella de una manera exclusiva , a su novia; y si el gusto subjetivo por esta belleza no tiene ninguna regla fija, se puede considerar una suerte por ambas partes...Se oye decir con mucha frecuencia que que una belleza europea desagradaría a un chino o hasta a un hotentote, porque el chino tiene un concepto de la belleza completamente diferente al del negro...Y ciertamente si consideramos las obras de arte de esos pueblos no europeos, por ejemplo las imágenes de sus dioses , que han surgido de su fantasía dignas de veneración y sublimes, a nosotros nos pueden parecer los ídolos más monstruosos, del mismo modo que su música puede resultar sumamente detestable a nuestros oídos . A su vez esos pueblos considerarán insignificantes o feas nuestras esculturas, pinturas y música.
A menudo la atribución de la belleza o fealdad no se ha hecho con criterios estéticos, sino políticos y sociales. Marx en un pasaje de Manuscritos económicos y filosóficos, de 1844 recuerda que el dinero puede suplir la fealdad: 
El dinero en la medida en que posee la propiedad de comprarlo todo , de apropiarse de todos los objetos , es el objeto por excelencia...Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero...Lo que soy y lo que puedo no está determinado en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Por tanto, no soy feo, porque el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora queda anulada por el dinero. Según mi individualidad, soy tullido, pero el dinero me proporciona veinticuatro piernas: luego no soy tullido...¿ Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?

También la relación entre lo normal y lo monstruoso, lo aceptable y lo horripilante, puede invertirse según la mirada vaya de nosotros al monstruo del espacio o del monstruo del espacio a nosotros.
Estaba completamente empapado y cubierto de barro; húmedo, lleno de barro; tenía hambre y frío y se hallaba a ciento cincuenta mil años de luz de su casa.
Un sol extranjero le iluminaba con una gélida luz azul y la gravedad, dos veces mayor de la habitual, convertía cada movimiento en una agonía de cansancio...Los de la aviación lo tenían fácil, con sus aeronaves relucientes y sus superarmas; pero cuando se llega al momento crucial le corresponde al soldado de a pie, a la infantería, tomar la posición y conservarla, con sangre, palmo a palmo. Como este jodido planeta de una estrella de la que jamás había oído hasta que lo habían enviado. Y ahora era suelo sagrado porque también había llegado el enemigo.
El enemigo, la única raza inteligente de la galaxia...crueles, asquerosos, repugnantes monstruos... Estaba completamente empapado y cubierto de barro, tenia hambre y frío, y el día era gris y barrido por un viento violento que le molestaba a los ojos. Pero los enemigos intentaban infiltrase y era vital mantener las posiciones avanzadas. Estaba alerta, con el fusil preparado...Entonces vio a uno de ellos arrastrándose hacia a él. Apuntó y disparó.
El enemigo emitió aquel grito extraño, terrorífico, que todos emitían, y ya no se movió. El grito, la visión del cadáver le hicieron le hicieron estremecer. Muchos se habían acostumbrado con el paso del tiempo y ya no le prestaban atención; pero él, no. Eran criaturas demasiado asquerosas, con solo dos brazos y dos piernas, y aquella piel de un blanco nauseabundo y sin escamas...
El centinela -Fredric Brown

Fuentes: Historia de la belleza -
Umberto Eco-Editorial Debolsillo / Historia de la fealdad-Umberto Eco-Editorial Debolsillo

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