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12 de diciembre de 2017

ATILA: NO ZOTE NI AZOTE


Nos enseñaron de niños que Atila ( 395-453) , rey de los hunos desde el año 434 hasta su muerte en el 453, era tan bárbaro y cruel  , que cuenta la leyenda que “la hierba que su caballo pisaba no volvía crecer”. 

Pero se trata de una mentira, ya que en realidad  Atila era un hombre austero y refinado, al que le gustaba la poesía, y que imponía el silencio para que su bardo recitase poemas. Y no solo eso: sabía hablar y escribir perfectamente en latín. Y el griego, si no es seguro que pudiera escribirlo, sí se sabe que lo hablaba. En el siglo V aparte de monjes, algunos patricios y escribas romanos ¡¿Quién sabía leer y escribir ni siquiera en su propio idioma?!...Ni en el V, ni en el VI, ni en el VII, ni en el VIII ni……Así, y en aquellos tiempos, no era Atila precisamente un ignorante.

Sin embargo la razón de su cultura, es sencillísima: Atila estuvo en Roma y en Rávena “educándose”, desde los trece hasta los diecisiete años de edad. Y durante este tiempo viajó también a Constantinopla. Su tío Rugila, rey huno que estaba en muy buenas relaciones con el Imperio romano, le envió allí en calidad de “rehén amistoso”. Este concepto especial consistía en que, para dar fuerza a un trato entre dos reinos o dos potencias, se intercambian dichos “rehenes amistosos”. Éstos eran tratados a cuerpo de rey porque, efectivamente, no eran nunca “unos cualquiera” sino jóvenes nobles o de prestigio suficiente como para que el anfitrión no se sintiese menospreciado. Concretamente, Atila era hijo de Mundzuk , hermano del rey de los hunos Rugila.

Roma, además de contentar al máximo a sus “rehenes amistosos” procuraba integrarlos a su cultura y civilización. Sabía que, cuando ellos regresasen a sus patrias, serían reyes o cabecillas, y le interesaba que influyese en la romanización de esos pueblos. La lógica indicaba a los romanos que, cualquier día, en cualquier tiempo, esas zonas alcanzarían la “Pax Romana” (es decir: su inclusión en el imperio), y una de sus principales tareas que conllevaba era imponer la latinización ¿Qué mejor que haber ya educado en ella a sus jefes?


Ello no impide que cuando es preciso luchar, lo hace. La leyenda negra cristiana contaba que Atila era hijo de una bruja y un demonio del infierno, y que su aparición en la Tierra no era más que el ”azote de Dios” hacia los hombres pecadores. Atila, que es ateo, se convierte en la herramienta de un dios furioso para dar escarmiento a tanta alma pecadora que moraba por el tambaleante Imperio Romano. Estas historias no desagradan a Atila , más bien al contrario, por la gran ayuda propagandística que le daba en cualquier acción militar y el temor que inspira en el mundo cristiano. Los romanos hasta llegaron a acuñar monedas representativas de los hunos en las que se podía ver serpientes aladas con cabezas humanas.

Para ser acorde con su leyenda, las hordas de Atila se lanzarán al ataque como siempre lo habían hecho: aullando (más que gritando), salvajemente vestidos con burdas pieles, y matando a los enemigos para dar ejemplo. La leyenda de Atila era una, la realidad muy distinta : ni zote ni azote.

Las fuentes difieren sobre las circunstancias exactas de su muerte, ocurrida en el año 453, pero parece claro que murió en su noche de bodas. Acababa de casarse con una joven llamada Ildico y lo celebró con una gran fiesta. Por la mañana lo encontraron muerto en su cama, ahogándose con su propia sangre. 

Es posible que muriera accidentalmente como resultado de intoxicación por alcohol o hemorragia esofágica. La causa más probable, según lo sugerido por el historiador Prisco de Panio, es un vaso sanguíneo reventado. Otra versión sostiene que fue asesinado por su nueva esposa en conspiración con el emperador de Oriente, Marciano, aunque es una versión poco creíble ya que Íldigo no sufrió ningún tipo de castigo. 

Después de su muerte, informa Prisco, los hombres del ejército se cortaron su largo pelo y se rajaron las mejillas en señal de duelo. Atila fue enterrado en tres ataúdes; el exterior era de hierro, el del medio era de plata, y el interior era de oro. Según las fuentes de la época, cuando el cuerpo de Atila fue enterrado, los que lo enterraron fueron asesinados para que no se descubriera su lugar de sepultura.

Fuentes: Mentiras históricas comúnmente creídas—José Luis Vila San Juan-Editorial Planeta / https://hdnh.es

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