Creencias similares sobre la malignidad de la sangre menstrual se difundieron ampliamente en Europa durante el siglo XIII. Se creía que impedía germinar los cereales y agriaba los mostos; también era capaz de empañar los espejos, embotar las navajas, hacer que el hierro fuera atacado por el orín, que los objetos de bronce se ennegrecieran, y además tenía la propiedad de disolver la cola de betún.
La proximidad de la reglante haría que se estropeara la masa del pan, que no se ligara la pasta de buñuelos y rosquillas, que creciera el hollín en las calderas, que se marchitaran las flores y que huyeran las abejas de las colmenas. Además, era convencimiento general que los enfermos empeorarían si se les acercaba una mujer reglante.
Por el contacto directo con la sangre podrían morir las plantas y los árboles perderían sus frutos, además, si los perros la lamían contraerían la rabia con toda seguridad.
En España, especialmente, era creencia muy extendida que la mujer durante la regla era capaz de provocar con sus ojos acciones maléficas por infección; en Argamasilla de Alba y otros pueblos castellanos era habitual pensar que si una mujer menstruante miraba o tocaba a un niño, le produciría el "Mal de Ojo".
El supuesto efecto pernicioso de la sangre menstrual llevó indefectiblemente a los europeos a establecer también una serie de prohibiciones y prescripciones sociales que afectaban directamente a las mujeres reglantes. Sin necesidad de extendernos más, diremos que en el Concilio de Nicea se prohibió la entrada en las iglesias a las mujeres que estuvieran reglando.
También llegaron a desarrollarse toda una serie de complejas supersticiones alrededor de este tema. En Alemania se creyó hasta el siglo XVIII que un pelo del pubis de una mujer reglante mezclado con su sangre menstrual, si se dejaba en un estercolero, al cabo de un año se convertiría en una serpiente o daría lugar a la aparición de animales dañinos y venenosos. También era común creer que si los niños eran engendrados durante el período de la regla serían pelirrojos, viciosos por naturaleza y con alto riesgo de verse afectados por la lepra; para otras personas, los hijos concebidos durante la regla serían deformes y monstruosos, mientras que las niñas serían estériles al no tener nunca sus periodos.
Las supersticiones sobre la regla se han extendido y adaptado a los tiempos de forma constante. Los espiritistas clásicos de finales del siglo XIX y principios del XX también decían que se impedía el fenómeno de las mesas giratorias si alguna mujer menstruante estaba incluida en el círculo mediúmnico.
Todavía en la actualidad perdura la creencia de que las mujeres que están menstruando no deben tocar las plantas pues podrían marchitarse o que durante la regla no se debe hacer salsa mahonesa o ajoaceite pues se cortaría y se estropearía; incluso hay quien piensa que las mujeres menstruantes, por bien de su salud, no deben lavarse la cabeza ni tomar alimentos o bebidas frías mientras les dure la hemorragia...
Curiosamente esta supuesta malignidad de la sangre menstrual se utilizó en otros lugares con fines beneficiosos, aunque dejaremos aparte, eso sí, el uso que tuvo en beneficio de unos pocos al realizarse con ella pociones y brebajes brujeriles...
En Birmania pensaban que la sangre menstrual tenía poderes terribles y que sólo su olor era capaz de contaminar el aire, y justamente por ello, cuando una plaga de insectos asolaba sus campos, recurrían a las mujeres menstruantes para que pasearan por ellos con los genitales al desnudo, pensando en que ésto sería suficiente para que los insectos murieran o se alejaran. En España e Italia, aunque no de forma tan marcada, también se hizo su sitio esta superstición; en Sicilia incluso usaban el agua de la higiene íntima de las menstruantes para humedecer los troncos de los árboles para que no fueran atacados por las orugas.
En Baviera los campesinos entregaban a las vírgenes menstruantes pañuelos de encaje para que los impregnaran con la sangre menstrual, pues los consideraban poderosos amuletos capaces de evitar a quien los llevara accidentes o heridas con hemorragias; incluso las mujeres solteras se guardaban para sí estos amuletos pues, llegado el momento del embarazo, les preservarían de las hemorragias uterinas que les podrían desencadenar un aborto.
En Baviera los campesinos entregaban a las vírgenes menstruantes pañuelos de encaje para que los impregnaran con la sangre menstrual, pues los consideraban poderosos amuletos capaces de evitar a quien los llevara accidentes o heridas con hemorragias; incluso las mujeres solteras se guardaban para sí estos amuletos pues, llegado el momento del embarazo, les preservarían de las hemorragias uterinas que les podrían desencadenar un aborto.
En Francia, durante el siglo XVII, se pensaba que la sangre menstrual de una mujer que no hubiese parido tenía la propiedad de apagar los fuegos por muy vivos que fueran éstos. En el sur de Rusia, pensando que la sangre tendría parte del alma de su propietario, la utilizaban como filtro de amor mezclándola con el vino o el café.
Los que creían en el efecto salutífero de la sangre menstrual la utilizaban para curar el lagrimeo, la epilepsia y las convulsiones en general, los dolores rebeldes, la erisipela, la gota, los diviesos, las verrugas, lamparones, llagas viejas, tercianas, hidrofobia, esterilidad, e incluso curaba el amor voluble asegurando el amor de los hombres. También se llegó a creer que serviría de contrahechizo, que desharía el Mal de Ojo, preservaría de la peste y desviaría las tormentas.
Supersticiones españolas sobre la menstruación
A mediados del siglo XVIII aún se creía que el pelo de una mujer menstruante, que se enterraba en la tierra, se convertía en una serpiente.
Hasta bien entrado el siglo XX las bodegas y destilerías liberaban a las mujeres de trabajar durante la regla porque estaban convencidos de que agriaban el vino o la cerveza.
Las mujeres menstruantes no podían donar sangre porque se creía que la sangre donada durante la menstruación contribuía a destruir los glóbulos rojos,es decir, que tenía un efecto hemolítico.
Durante la menstruación las mujeres tampoco debían preparar masas para pasteles o cocinar pan ya que no se harían adecuadamente. Tampoco la mayonesa porque se cortaría esta.
Hasta bien entrados los años 80, en algunos hospitales con laboratorios de rayos X se creía que las asistentes menstruantes no debían manipular las películas de rayos X que debían revelarse. Lo mismo ocurría en los laboratorios fotográficos: se consideraba que la regla de la mujer afectaba a la calidad de las películas.
También se desaconsejaba a las mujeres menstruantes patinar sobre hielo o bailar. Tampoco debían tocar plantas o flores porque éstas languidecerían al contacto.
Incluso mirarse al espejo durante la menstruación fue un tabú durante mucho tiempo. El espejo se volvía opaco.
La mujer durante la menstruación no podía ducharse, ni bañarse ni lavarse la cabeza, podría, entonces volverse loca o se te cortaba de golpe.
Durante los días de la regla no se podía tomar leche ni derivados, ni huevos ni limón.
Una mujer menstruante si tocaba las cosechas o los árboles frutales podría hacer que cayeran las frutas y arruinar los campos.
VÍDEO : Historia de la menstruación - Walt Disney
Fuentes : " Jo, tía" nº 7 / http://idd0073h.eresmas.net /https://kidshealth.org
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