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21 de enero de 2020

LA DIETA DEL NIÑO IRLANDÉS POBRE ( Parte 2 de 2 )

Muchas otras ventajas podrían enumerarse. Por ejemplo, la adición de algunos miles de reses a nuestra exportación de carne en barricas, la difusión de la carne de puerco y el progreso en el arte de hacer buen tocino, del que tanto carecemos ahora a causa de la gran destrucción de cerdos, demasiado frecuentes en nuestras mesas; que no pueden compararse en gusto o magnificencia con un niño de un año, gordo y bien desarrollado, que hará un papel considerable en el banquete de un Alcalde o en cualquier otro convite público. Pero, siendo adicto a la brevedad, omito esta y muchas otras ventajas.
Suponiendo que mil familias de esta ciudad serían compradoras habituales de carne de niño, además de otras que la comerían en celebraciones, especialmente casamientos y bautismos: calculo que en Dublín se colocarían anualmente cerca de veinte mil cuerpos, y en el resto del reino (donde probablemente se venderán algo más barato) las restantes ochenta mil.
No se me ocurre ningún reparo que pueda oponerse razonablemente contra esta proposición, a menos que se aduzca que la población del Reino se vería muy disminuida. Esto lo reconozco francamente, y fue de hecho mi principal motivo para ofrecerla al mundo. Deseo que el lector observe que he calculado mi remedio para este único y particular Reino de Irlanda, y no para cualquier otro que haya existido, exista o pueda existir sobre la tierra. Por consiguiente, que ningún hombre me hable de otros expedientes: de crear impuestos para nuestros desocupados a cinco chelines por libra; de no usar ropas ni mobiliario que no sean producidos por nosotros; de rechazar completamente los materiales e instrumentos que fomenten el lujo exótico; de curar el derroche de engreimiento, vanidad, holgazanería y juego en nuestras mujeres; de introducir una vena de parsimonia, prudencia y templanza; de aprender a amar a nuestro país, en lo cual nos diferenciamos hasta de los lapones y los habitantes de Tupinambú; de abandonar nuestras animosidades y facciones, de no actuar más como los judíos, que se mataban entre ellos mientras su ciudad era tomada; de cuidarnos un poco de no vender nuestro país y nuestra conciencia por nada; de enseñar a los terratenientes a tener aunque sea un punto de compasión de sus arrendatarios. De imponer, en fin, un espíritu de honestidad, industria y cuidado en nuestros comerciantes, quienes, si hoy tomáramos la decisión de no comprar otras mercancías que las nacionales, inmediatamente se unirían para trampearnos en el precio, la medida y la calidad, y a quienes por mucho que se insistiera no se les podría arrancar una sola oferta de comercio honrado.
Por consiguiente, repito, que ningún hombre me hable de esos y parecidos expedientes, hasta que no tenga por lo menos un atisbo de esperanza de que se hará alguna vez un intento sano y sincero de ponerlos en práctica. Pero en lo que a mí concierne, habiéndome fatigado durante muchos años ofreciendo ideas vanas, ociosas y visionarias, y al final completamente sin esperanza de éxito, di afortunadamente con este proyecto, que por ser totalmente novedoso tiene algo de sólido y real, trae además poco gasto y pocos problemas, está completamente a nuestro alcance, y no nos pone en peligro de desagradar a Inglaterra. Porque esta clase de mercancía no soportará la exportación, ya que la carne es de una consistencia demasiado tierna para admitir una permanencia prolongada en sal, aunque quizá yo podría mencionar un país que se alegraría de devorar toda nuestra nación aún sin ella.
Después de todo, no me siento tan violentamente ligado a mi propia opinión como para rechazar cualquier plan propuesto por hombres sabios que fuera hallado igualmente inocente, barato, cómodo y eficaz. Pero antes de que alguna cosa de ese tipo sea propuesta en contradicción con mi plan, deseo que el autor o los autores consideren seriamente dos puntos. Primero, tal como están las cosas, cómo se las arreglarán para encontrar ropas y alimentos para cien mil bocas y espaldas inútiles. Y segundo, ya que hay en este reino alrededor de un millón de criaturas de forma humana cuyos gastos de subsistencia reunidos las dejaría debiendo dos millones de libras esterlinas, añadiendo los que son mendigos profesionales al grueso de campesinos, cabañeros y peones, con sus esposas e hijos, que son mendigos de hecho: yo deseo que esos políticos que no gusten de mi propuesta y sean tan atrevidos como para intentar una contestación, pregunten primero a lo padres de esos mortales si hoy no creen que habría sido una gran felicidad para ellos haber sido vendidos como alimento al año de edad de la manera que yo recomiendo, y de ese modo haberse evitado un escenario perpetuo de infortunios como el que han atravesado desde entonces por la opresión de los terratenientes, la imposibilidad de pagar la renta sin dinero, la falta de sustento y de casa y vestido para protegerse de las inclemencias del tiempo, y la más inevitable expectativa de legar parecidas o mayores miserias a sus descendientes para siempre.
Declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivo que el bien público de mi patria, desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños, aliviando al pobre y dando algún placer al rico. No tengo hijos por los que pueda proponerme obtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.
Una modesta proposición:Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público -  Dublín, Irlanda, 1729 - Jonathan Swift

La Modesta proposición , más que hablar de la situación en Irlanda, representa el espíritu reformador de una época que hacía proliferar los más absurdos proyectos para solucionar los conflictos económicos y sociales. En aquel entonces, ningún expresión  más extendida, y más inadecuado para la realidad irlandesa, era aquel que afirmaba que “la gente constituye la riqueza de una nación”. En efecto, los terratenientes irlandeses habían optado por despoblar sus campos para favorecer la cría de ovejas, lo que parecería indicar que estos animales eran más valiosos que los arrendatarios, que se veían entonces expulsados a las ciudades y acrecentando la masa de mendigos. 

Resulta evidente que la propuesta, exceptuando dos fragmentos está dirigida a resolver problemas propios de la clase más acomodada. Las primeras líneas de la proposición hacen referencia a la sensibilidad herida del paseante dublinés al contemplar las calles de la ciudad anegadas por las mujeres pobres y su prole.
"Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna."
Es el resultado del auge de las políticas mercantilistas: las personas son concebidas como fuente de riqueza por su potencial de trabajo. Cuanto más amplia la masa de trabajadores, más bajos los salarios y por lo tanto el costo de producción de las manufacturas, lo que favorece la balanza comercial. Es para referirse a este tipo de postulados que un estudioso de la situación de los trabajadores durante el auge del mercantilismo acuñó la frase “la doctrina de la utilidad de la pobreza”

En la Proposición, Swift recurre a esta figura para explicitar los costos de la vida civilizada. De allí su insistencia en, por un lado, los gastos de mantenimiento de un niño y por el otro la ganancia que, convertido en objeto de consumo, podría generar
"Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.
Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes."

Hay un marcado contraste entre el detalle con que se describe la situación de los pobres y la frialdad de estadista con que el narrador aborda la cuestión. La sátira de Swift, que se despacha tanto contra la naciente ciencia estadística como contra el entusiasmo de los paladines del mercantilismo, se propone atacar la tendencia a considerar a las personas como objetos de consumo. De ahí la figura del canibalismo. 

La denuncia es absolutamente explícita: Los ingleses están devorando a los irlandeses y los anglo-irlandeses a los papistas (una de las ventajas de la propuesta, anuncia el narrador, es que disminuirá significativamente el número de papistas):
“... que anualmente nos sobrepasan, pues son los principales procreadores de la nación y nuestros más peligrosos enemigos”. 
Cuando se aborda el tema religioso en la cuestión de Irlanda, el texto se refiere a  los irlandeses católicos como  el último eslabón de la cadena alimenticia. La verdadera amenaza es Inglaterra. La aclaración de que este novedoso producto no generaría problemas en la relación con esa nación remite inmediatamente a las restricciones que ésta imponía , además de a otras naciones, a las exportaciones irlandesas sometidas a las  Actas de Navegación de la década de 1660, que colocaban los aranceles sobre los productos irlandeses que entran a Inglaterra a costos exorbitantes, mientras que las mercancías inglesas estaban exentas de los aranceles sobre la importación de productos a Irlanda:
"Porque esta clase de mercadería no soportará la exportación, puesto que la carne es de una consistencia tan tierna que no admitirá una permanencia prolongada en sal. Aunque quizás yo podría mencionar un país que se alegraría de devorar a toda nuestra nación aún sin ella".
Fuentes :Una modesta propuesta - Jonathan Swift -Alianza Editorial /https://ciudadseva.com / Acerca de Una Modesta Proposición… de Jonathan Swift- Agustina Fracchia - Universidad de Buenos Aires / Consejo Superior de la Universidad de Buenos suscribe con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. 

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