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2 de julio de 2021

LA VERDADERA HISTORIA DE PINOCHO

Carlo Lorenzini

Carlo Lorenzini ( 1826-1890)  fue al colegio y al seminario, donde estudió retórica y filosofía. Frecuentaba el café donde los intelectuales conspiraban y a los 22 años se enroló como voluntario en las filas que se levantaron contra Austria (lo hizo de nuevo muchos años después, en otro intento de liberación de Italia). Después de esta fallida Revolución, fundó una revista nacionalista y escribió sus experiencias de guerra. A partir de entonces fue periodista político y crítico de arte. En esa época escribió un artículo contra un reaccionario, Eugenio Albéri, y por primera vez firmó con el seudónimo Collodi.   


Collodi  no tuvo esposa ni hijos, y no gustaba de sentir niños cerca de él, a los que consideraba  insolentes y perturbadores, en una palabra, desagradables. Su trabajo era político e intelectual. 
Para conseguir el dinero que necesitaba para sus viajes por Europa y sus proyectos personales,  en 1875 aceptó el encargo de la traducción de los cuentos de Perrault , siendo ésta su primera relación con la literatura infantil. Desde entonces escribió libros de texto escolar, usando a un personaje llamado Gianettino, para enseñar la geografía de Italia y describir, de manera didáctica y moralista, la vida de los escolares del país. 
Storia di un Burattino (Historia de un muñeco), es la historia por capítulos de una marioneta de madera creada por Carlo Collodi (1826-1890), que apareció por primera vez en julio de 1881  en el semanario para niños Giornale per i Bambini  que en 1880 había fundado Ferdinando Martini buen amigo de Collodi, pidiendo a  todos sus amigos que le mandaran colaboraciones. Collodi aceptó, a cambio de una buena retribución económica, y envió “unas niñerías para que Martini haga con ellas lo que quiera”. Y así nació Pinocho.

Nadie duda en afirmar que el muñeco es italiano. Pero, ¿italiano de dónde? Porque durante buena parte del siglo XIX, siglo en que vivió Collodi, Italia no existía como tal. Los italianos, en cambio, si existían. ¿Qué significa este juego de palabras? Simplemente que los italianos deseaban una república unificada e independiente, pero estaban divididos en ocho estados, buena parte de ellos dominados por Austria. Los habitantes se sentían italianos, aunque las rivalidades y los celos entre las regiones marcaban la vida de la época. 
En medio de las luchas y las revoluciones del Risorgimento italiano, como se conoce este período, lo usual era mentir. Pululaban las sociedades secretas para conspirar de manera clandestina contra los invasores. Se utilizaban seudónimos, se cambiaban las nacionalidades de los personajes literarios, se escondían los discursos patrióticos detrás de expresiones artísticas camufladas. La censura era estricta pero no lograba eliminar los brotes revolucionarios que nacían de todos los rincones.
Para el autor, las aventuras del muñeco comenzaron como unas chiquilladas para ganar dinero. A veces mandaba capítulos larguísimos, que el editor tenía que recortar y adaptar a las páginas. Otras veces no mandaba nada y el editor tenía que perseguirlo, rogarle, suplicarle, para que no fuera perezoso y escribiera otro trozo. Así pasaron dos años hasta llegar al capítulo XXXVI. En 1883 se publicaron Las aventuras de Pinocho, volumen que reunía las series del muñeco en 36 capítulos.
Con el transcurso de la historia, algunos personajes comienzan a adquirir un carácter más elaborado. Pinocho se define como el muñeco dual, que desea crecer, madurar y convertirse en un verdadero niño, mientras que Gepetto desaparece y sólo queda su sombra, casi hasta el final del libro. 
Lo que cuenta la historia de Pinocho
Apenas el carpintero Maestro Antonio, llamado por los amigos Maestro Cereza a causa del color de su nariz, puso la mano en las herramientas para sacar una pata de una mesa de un sencillo trozo de leña destinado a la hoguera, salió de ella una vocecita sutil que dijo: “No me pegues tan fuerte”.. La vida estaba, pues, ya en aquella madera de la que papá Geppetto debía sacar uno de los personajes más vigorosos de la literatura infantil de todos los países.

Las aventuras de Pinocho están narradas en treinta y seis capítulos. Los dos primeros –en los que se cuenta “cómo fue que el Maestro Cereza, carpintero, regaló su trozo de madera a su amigo Geppetto, que fabricó con él un muñeco maravilloso, que sabía bailar, hacer esgrima y dar saltos mortales”- pueden considerarse como una especie de árbol genealógico en el que se ve cómo la historia de Pinocho tiene su origen no en el consabido rey, como todas las historias, sino en un vulgar trozo de madera.
Las propias y verdaderas aventuras se inician apenas “Geppetto, vuelto a casa, comienza a fabricar su muñeco y le pone por nombre “Pinocho”. No ha terminado todavía los ojos y la boca cuando ya comienza a decir versos. Cuando están hechas las piernas, y comienza a dar sus primeros pasos, el muñequito toma la puerta de la calle. Geppetto lo sigue. Un guardia vigilante, en lugar de castigar a Pinocho, lleva a la cárcel al pobre Pinocho.
Vuelto Pinocho a casa, enfurecido por los consejos de un grillo parlante que le critica su mala conducta, lo aplasta contra el muro de un martillazo. Cansado, hambriento, lleno de frío –un vecino al que pide un trozo de pan le responde con un gran jarro de agua helada-, se echa a dormir junto a una estufa y se le queman los pies. Geppetto, de vuelta de la prisión, le rehace de nuevo; le calma el hambre, le viste “con un vestidillo de papel floreado, un par de zapatos de corteza de árbol y un sombrerillo de miga de pan”.

Quiere mandarlo a la escuela y vende su abrigo para comprarle la cartilla. Pero las buenas intenciones de Pinocho, “hoy quiero en la escuela aprender a leer, mañana a escribir y pasado mañana las cuentas…”, se frustran gracias a una “lejana música de pífano y a los golpes de un gran tambor: pi-pi-pi, pi-pi-pi-zum, zum, zum,zum”. Es un teatro de marionetas que invita a los muchachos al espectáculo. . Pinocho vende sus libros para reunir las cuatro monedas que vale la entrada. Ya en el teatro se arma un escándalo: los muñequillos reconocen en él a un hermano; Pinocho sube al escenario. La comedia se interrumpe entre las protestas del público. Para restablecer el orden interviene el titiritero Comecandela, un hombretón que bajo su aspecto terrible y sus bruscas maneras esconde un corazón de oro. Después de amenazar con quemar vivo a Pinocho para acabar de asar a un carnero que tiene al fuego, conmovido por los llantos del muñeco, le regala cinco monedas de oro para que se las lleve a Geppetto.
Pinocho, una vez más, a pesar de sus magníficos propósitos, se deja convencer por una astutísima zorra y por un gato ladrón, los que –después de una abundante cena en la Hostería del Cangrejo Rojo- emboscados en la entrada le atacan y, para apoderarse de sus monedas de oro, le cuelgan de las ramas de la Encina Grande. Le salva la bella Niña de los Cabellos de Turquesa, que lo recoge en su casita, haciéndole curar por tres eminentes médicos (un cuervo, una lechuza y un grillo parlante). Pinocho deja a la hermosa Niña para buscar a Geppetto.
Encuentra de nuevo a la zorra y al gato, que le inducen a sembrar sus cuatro monedas de oro en el Campo de los Milagros, con la promesa de que abonándolas abundantemente se multiplicarán. El muñeco cae en el engaño; una vez robado, va a denunciar el hurto al juez de la Ciudad de Atrapatontos, un viejo mono que, en lugar de hacerle justicia, lo encierra en la prisión. Puesto en libertad, se dirige a su casa, y en la calle encuentra a una horrible serpiente que, al verle caer de mala manera, siente tal convulsión de risa que, del esfuerzo, se le revienta una vena del pecho. Más adelante lo tienta un racimo de uvas que pende en un huerto, y cae en la trampa de un campesino que lo pone de perro guardián en su gallinero. Durante la noche, las garduñas vienen a robar los pollos, y creyéndole el difunto can Melampo, le ofrecen una parte de la rapiña. Pero Pinocho descubre el complot, y el dueño de la finca, en premio, le devuelve la libertad.
Decide volver entonces a la casita de la Niña de los Cabellos de Turquesa, pero en lugar de la casita encuentra una tumba: “Aquí yace / la niña de los Cabellos de Turquesa / muerta de dolor / por haber sido abandonada por su hermano Pinocho”. Un complaciente palomo, conmovido por su dolor, le lleva, volando en su grupa, a la orilla del mar, en busca de su papá Geppetto, que se ha embarcado para buscar a su muñequillo. Pinocho se lanza al mar para salvar a Geppetto, cuya barquita se ha hundido, pero llevado por las olas, llega a la isla de las Abejas Industriosas, en donde todos trabajan para comer. Obligado por el hambre, ayuda a una mujer a llevar un cántaro y por fin reconoce en la mujer al Hada: “¿Recuerdas? –pregunta ella-, me dejaste niña y ahora me hallas ya mujer: tan mujer que podría ser tu mamá”. El muñeco promete entonces cambiar de vida, estudiar. Quiere convertirse en un muchacho.
Pero poco a poco se deja convencer por sus malos compañeros de escuela, para ir con ellos a la orilla del mar a ver al terrible pez-tragamares, y, dándose cuenta de que se han burlado de él, se implica en una pelea. Un muchacho queda herido y Pinocho, para huir de los guardias que querían detenerlo, escapa y, seguido del perro Alidoro, se lanza al mar. El perro no sabe nadar y Pinocho, compadecido, lo salva, pero queda prendido en la red del pescador que, tomándolo por un pez, se prepara a freírlo; pero Alidoro, a su vez, salva a Pinocho.
Vuelve este junto al Hada, animado de las mejores intenciones, pero… “desgraciadamente en la vida de los muñecos hay siempre un ‘pero’ que todo lo disculpa”; y en lugar de convertirse en un muchacho, parte a escondidas con su amigo Pabilo hacia el País de los Juguetes, donde tras cinco meses de estancia se convierte en un borrico. El director de una compañía de saltimbanquis lo compra y le enseña a bailar. . La noche de su debut como “estrella de la danza”, el burrito Pinocho reconoce en una espectadora al Hada de los Cabellos de Turquesa y, debido a la conmoción, cae y se rompe una pata.
Cedido a un nuevo comprador que quiere hacer de su piel un tambor para la banda de música del pueblo, Pinocho se lanza al fondo del mar, donde innumerables peces lo liberan de su envoltura de asno. Pero llega el pez-tragamares, que ante los ojos del hada –transformada en cabrita-, se lo engulle. En el vientre del monstruo, Pinocho encuentra a Geppetto, que desde hace dos años vive allí, gracias a las provisiones que halla en un barco íntegro que ha tragado el animal.
El pez-tragamares suele tener la boca muy abierta, porque sufre de asma, lo cual es aprovechado por Pinocho para huir, llevando consigo a Geppetto. Cuando el muñeco se cansa de nadar y padre e hijo están en peligro de ahogarse, los ayuda un atún que les deja sanos y salvo en la orilla. Pinocho es, por fin, digno de convertirse en un niño como todos los demás.
Trabaja para su padre, y una hermosa mañana socorre al Hada en un momento de necesidad. El desobediente, el mentiroso, el vagabundo se ha redimido y el final feliz llega cuando el muñeco se convierte en “un lindo niño con cabellos castaños, con ojos azules como el cielo, y con una sonrisa y un aire alegre y festivo, que solo se podía comparar a una pascua de Navidad”
Entre tanto ir y venir de Pinocho, múltiples personajes aparecen y desaparecen de manera fugaz y, con frecuencia, gratuita. Entran y salen de escena carabineros, animales de todo tipo, como el halcón, el caniche, los médicos “más famosos del lugar”, cuatro conejos “negros como la tinta que llevan a hombros un pequeño ataúd”, un “millar de pájaros llamados carpinteros”, un papagayo sabio, un mono que es juez, dos mastines vestidos de gendarmes, la gran serpiente y hasta una luciérnaga. 

Si bien estos inconexos fragmentos parecen un anticipo de la tira cómica, Collodi saca de la manga otro género literario más clásico: el teatro griego. El Grillo Parlante y el pueblo que juzga a Pinocho recuerdan a los coros ocultos detrás de máscaras, oráculos por excelencia, que dictan las reglas, anticipan los hechos, emiten juicios de valor. No en vano Collodi es producto de una cultura teatral que combina la tradición griega y la Commedia dell´Arte.
A la hora de hacer un libro, Collodi adopta la fórmula de la novela. Recompone los capítulos y logra hacer muy coherente la estructura. Un Pinocho que busca desesperadamente una identidad propia, que se tropieza con sus debilidades, que encuentra ayuda en el hada-hermana-madre, y en la bondad de su padre, que corre riesgos y vence obstáculos en el viaje ritual a la madurez, lo convierten, no sólo en un niño de carne y hueso, listo para vivir en sociedad, sino en un entrañable y perdurable clásico de la literatura universal.
En Las aventuras de Pinocho hay buenos y malos, tal y como debe ser. Los inefables Zorro y Gato, que conducen a Pinocho de mal en mal, merodean a lo largo del libro. Pero ellos no son los únicos malos. Están los niños de la escuela, el dueño de la fonda, el gran Tiburón, el director de la compañía de payasos, Torcida, el Hombrecillo del País de los Juguetes... 

A lo largo de toda la historia, los malos reciben sus respectivos castigos, pues para Collodi sería imposible pasar por alto su entorno pedagógico y moralizante. El terrible Tiburón sufre de asma. Torcida, el amigo que lo induce a abandonar las obligaciones, muere convertido en burro.

El Gato y la Zorra terminan irreconocibles. El Gato, a fuerza de fingirse ciego, se había quedado ciego de verdad; y la Zorra, envejecida, tiñosa y sin pelo por un lado, no tenía ya ni siquiera rabo. Así son las cosas. Aquella ladronzuela, caída en la más escuálida miseria, se vio un buen día obligada a vender hasta su rabo tan bonito a un mercachifle ambulante, que se lo compró para hacer un espantamoscas.

También hay en el relato cosas poco conocidas como la muerte del Grillo parlante ( 1) muerto de un martillazo de Pinocho , o la muerte de este último ahorcado por unos asesinos (2).
(1) Los buenos son a menudo maltratados por Pinocho, como el Grillo Parlante, que, muerto de un martillazo de Pinocho, renace de entre las tinieblas, convertido en sombra.
Pues, señor, sucedió que mientras el pobre Goro era conducido a la cárcel sin culpa alguna, el monigote de Pinocho, libre ya de las garras del guardia, escapó a campo traviesa; corría como un automóvil, y en el entusiasmo de la carrera saltaba altísimos matorrales, setos, piedras y fosos llenos de agua, como una liebre perseguida por galgos.

Cuando llegó a su casa encontró la puerta entornada. Abrió, entró en la habitación, y después de correr el cerrojo se sentó en el suelo, lanzando un gran suspiro de satisfacción.
Pero la satisfacción le duró poco, porque oyó que alguien decía dentro del cuarto:
--¡Cri, cri, cri!
--¿Quién me llama? --gritó Pinocho lleno de miedo.
--Soy yo.
Volvió Pinocho la cabeza, y vio que era un grillo que subía poco a poco por la pared.
--Dime, grillo: ¿y tú quién eres? 
--Yo soy el grillo-parlante que vive en esta habitación hace más de cien años.
--Bueno --contestó el muñeco--; pero hoy esta habitación es mía; si quieres hacerme un gran favor márchate prontito y sin volver siquiera la cabeza.
--No me marcharé sin decirte antes una verdad como un templo. 
--Pues dila, y despacha pronto.
--¡Ay de los niños que se rebelan contra su padre y abandonan caprichosamente la casa paterna! Nada bueno puede sucederles en el mundo, y pronto o tarde acabarán por arrepentirse amargamente.
--Como quieras, señor grillo; pero yo sé que mañana al amanecer me marcho de aquí, porque si me quedo, me sucederá lo que a todos los niños: me llevarán a la escuela y tendré que estudiar quiera o no quiera. Y yo te digo en confianza que no me gusta estudiar, y que mejor quiero entretenerme en cazar mariposas y en subir a los árboles a coger nidos de pájaros.
--¡Pobre tonto! Pero, ¿no comprendes que de ese modo cuando seas mayor estarás hecho un solemne borrico y que todo el mundo se burlará de ti?
--¡Cállate, grillucho de mal agüero!--gritó Pinocho.
Pero el grillo, que era paciente y filósofo, no se incomodó al oir esta impertinencia, y continuó diciendo con el mismo tono:
--Y ya que no te gusta ir a la escuela, ¿por qué no aprendes al menos un oficio que te sirva para ganar honradamente un pedazo de pan?
--¿Quieres que te lo diga?--contestó Pinocho, que empezaba ya a perder la paciencia--. Entre todos los oficios del mundo no hay más que uno que me guste.
--¿Y qué oficio es ese?
--El de comer, beber, dormir, divertirme y hacer desde la mañana a la noche vida de paseante en corte.
--Te advierto-- replicó el grillo-parlante con su acostumbrada calma-- que todos los que siguen ese oficio acaban casi siempre en el hospital o en la carcel.
--¡Mira, grillucho de mal agüero, si se me acaba la paciencia, pobre de tí!
--¡Pinocho! ¡Pinocho! ¡Me das verdadera lástima!
--¿Por qué te doy lástima?
--Porque eres un muñeco, y, lo que es peor aún, porque tienes la cabeza de madera.
Al oír estas palabras saltó del suelo Pinocho muy enfurecido, y cogiendo un mazo de madera que había sobre el banco, se lo tiró al grillo-parlante.
Quizás no creía que iba a darle; pero, por desgracia, le dio en la misma cabeza, y el pobre grillo apenas si pudo decir cri, cri quedó aplastado en la pared.
(2) Al llegar al capítulo XV, Collodi, aburrido de este trabajo tan poco afín con su oficio, decidió darlo por terminado y asesinó al muñeco. Collodi, sin ninguna piedad, ordenó que unos asesinos persiguieran y ahorcaran a Pinocho para robarle sus monedas de oro, bien ganadas como artista de un teatro de marionetas.
Pero no pudo terminar la palabra, pues sintió que le agarraban por el pescuezo y aquellas dos típicas vozarronas que le gruñeron en son de amenaza:
–¡Ahora ya no te escapas!
El muñeco, viendo relampaguear la muerte ante sus ojos, fue acometido de un temblor tan grande, que, al temblar, metían ruido las junturas de sus piernas de madera y los cuatro cequíes de oro escondidos debajo de la lengua.
–Entonces –le preguntaron los asesinos–, ¿quieres abrir la boca, sí o no? ¡Ah! ¿No respondes?... ¡Espera, que esta vez te la vamos a abrir nosotros!...
Y sacando dos viejos cuchillos muy largos y afilados como navajas de afeita, ¡zas! Y ¡zas!..., le sacudieron dos cuchilladas entre los riñones.
Pero el muñeco, para su suerte, estaba hecho de una madera muy dura, y por tal motivo las hojas, quebrándose, saltaron en mil pedazos y los asesinos se quedaron con el mango de los cuchillos en la mano, mirándose asombrados.
–Ya entiendo –dijo entonces uno de ellos–, ¡hay que ahorcarlo! ¡Ahorquémoslo!
–¡Ahorquémoslo! –repitió el otro. 
Dicho y hecho. Le ataron las manos a la espalda y, pasándole un nudo corredizo alrededor de la garganta, lo colgaron de la rama de un gran árbol, llamado la Encina grande.
Después se quedaron allí, sentados en la hierba, esperando que el muñeco estirara la pata; pero el muñeco, después de tres horas, permanecía con los ojos abiertos, la boca cerrada y pataleaba más que nunca.
Cansados, por fin de esperar, se volvieron hacia Pinocho y le dijeron riéndose burlonamente: 
–Adiós, hasta mañana. Esperamos que, mañana, cuando volvamos, tangas la amabilidad de estar bien muerto y con la boca abierta de para en par.
Y se fueron.
Mientras tanto, se había levantado un viento fuerte de tramontana, que, soplando y bramando con furor, azotaba de aquí para allá al pobre ahorcado haciéndole balancearse violentamente como el badajo de una campana que tocase a fiesta. Este balanceo le causaba agudísimos dolores, y el nudo corredizo, apretándole cada vez más la garganta, le quitaba la respiración.
Poco a poco se le empañaron los ojos; y aunque sintiera acercarse la muerte, seguía esperando que de un momento a otro pasara un alma caritativa y lo ayudara. Pero, cuando, espera que te espera, vio que no aparecía nadie, absolutamente nadie, entonces le volvió a la mente su pobre padre... y balbuceó casi moribundo:
–¡Padre mío! ¡Si estuvieras aquí!...

Y no tuvo aliento para decir más. Cerró los ojos, abrió la boca, estiró las piernas y, dando una gran sacudida, se quedó allí como aterido. 
Tiempo después, y ante los ruegos del editor Martini y de su socio (y no como suele contarse, de manera mentirosa, “a solicitud de millones de lectores desesperados”), Collodi se inventó un Hada poderosa, que revivió a Pinocho. El hada se convirtió en una especie de madre a lo largo del resto de las aventuras. Desde el capítulo XVI, Pinocho se llamó Las aventuras de Pinocho, y con ese nombre apareció como libro poco tiempo después.

El Hada del cabello color de añil, que primero es una niña, muere con cierta frecuencia, para salir de su tumba cada vez más grande, más mujer. Deja de ser la hermanita para transformarse en la madre, que siempre perdonará y ayudará, aunque Pinocho no lo merezca. 
Algunos de los encuentros de Pinocho tienen un carácter dual: son buenos y malos al tiempo, como los seres humanos. Por esta razón pueden ayudar al personaje a avanzar en su larga búsqueda: el titiritero Comefuego, que pasa de la maldad absoluta a la mayor de las generosidades, o el campesino que convierte a Pinocho en perro guardián y que le devuelve la libertad ante el buen comportamiento, o el hortelano que permite que Pinocho trabaje en su noria y que lo redime de sus culpas, son ejemplos contundentes de las paradojas de la naturaleza humana. 
Entre tantos buenos y malos, entre las conciencias que lo persiguen y los oráculos que lo encadenan a su destino, es Pinocho quien permite que los demás tengan poder sobre él. El carácter ingenuo, inocente y sin educación de Pinocho, es su peor enemigo. Las tentaciones lo persiguen, aún cuando nadie lo induzca al pecado. Por fortuna lo acompañan también los buenos, que, a veces a la sombra, a veces directamente, lo sacan de los problemas, lo orientan y le dan nuevas oportunidades. De esta manera Pinocho logra enfrentarse con él mismo y con el mundo que lo rodea, para crecer un poco. Faltaría saber con qué herramientas cuenta Pinocho para seguir creciendo, pues Collodi nos lo deja como un niño, de carne y hueso, pero niño al fin y al cabo. 


PINOCHO VERSIÓN DISNEY
Todos los niños saben que Pinocho es un muñeco que baila, canta, desobedece y es engañado por unos malvados muy elegantes, pero que al final un hada lo convierte en niño de carne y hueso. Saben también que hay un pez y un gato y que una ballena se come a Pinocho. Desgraciadamente,  y a pesar de que la versión realizada por Disney es pobre y distorsionada, la  es la más divulgada y la referencia casi única de la obra,   y que al igual que ocurre con todas las adaptaciones cinematográficas de Disney  de  cuentos clásicos  poco tienen que ver con el original, y que en el caso de Pinocho  convierte  la intensa historia de un personaje en busca de su naturaleza, en una falsa, trivial, estereotipada y edulcorada historia . A modo de ejemplo:
El Grillo Parlante ( Pepe Grillo )actúa como una conciencia permanente, cuando en el texto es apenas un personaje que Pinocho mata con un mazo de madera y que reaparece débilmente como una sombra que dice algunas palabras.

Comefuego no es bueno ni malo en la historia de Collodi, sino rudo, buen negociante y quiere comerse a sus muñecos cuando tiene hambre, pero los perdona y le da a Pinocho las monedas de oro para que le lleve a su hambriento padre. En cambio en la película es el más malo de los malos, sin matices ni dualidades. Pinocho tiene que huir sin recibir su dinero. 
Collodi no metió a Pinocho y a su padre en una ballena: fue en un tiburón, que además sufría de asma.
El Hada del cabello azul es un personaje muy importante en el transcurso de la vida de Pinocho. Cambia de niña a mujer y no es ni rubia ni reina de belleza, como nos la muestra Disney las pocas veces que la muestra.
El entorno cultural se pierde totalmente en la película. No queda rastro de Florencia y no hay indicios de la época. El invierno, el frío y el hambre no se sienten por ninguna parte. La música no remite a Italia: es puramente americana. El lugar de los acontecimientos más parece Suiza que Florencia .Además los avisos de las calles son en inglés. 
La profesión y el nivel socio-económico de Gepetto son mal interpretados. Lo ponen a vivir en una casita llena de comodidades, cuando las descripciones de las penalidades de Gepetto son dramáticas en el texto.
Fígaro y Cleo, personajes empalagosos y superfluos inventados por Disney, no agregan nada a la historia, sólo la distraen gratuitamente.
A diferencia del libro, Pinocho se amarra solo y se tira al mar, muere y resucita siendo niño. 
Además a Pepe Grillo se le otorga una medalla de oro por haber cumplido con su deber de ser la voz de la conciencia.
Nada de esto pasa en el libro de Collodi, quien debe retorcerse en su tumba al ver el maltrato que ha sufrido su obra.

VÍDEO: Collodi vs. Disney 

Fuentes: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx /CLIJ –Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil-Especial Carlo Collodi -Monográfico Número165 / 

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