El término corrección política se utiliza para describir el lenguaje, las políticas o las medidas destinadas a evitar ofender o poner en desventaja a personas de grupos particulares de la sociedad.Esa corrección política también ha alcanzado a los cuentos tradicionales infantiles , como Caperucita Roja, Blancanieves y los siete enanitos, La Cenicienta, ......modificando historias y personajes.
Sobre ello escribe irónicamente James Finn Garner en el prólogo de su libro Cuentos infantiles políticamente correctos :
«No cabe duda de que, cuando fueron originalmente escritos, los cuentos en los que se basan las siguientes historias cumplían con una función determinada, consistente en afianzar el patriarcado, distraer a las personas de sus impulsos naturales, «demonizar» el «mal» y «recompensar» el «bien» «objetivo». Por más que lo deseemos, no es justo culpar a los Hermanos Grimm de su insensibilidad ante los problemas de la mujer, las culturas minoritarias y el entorno natural. Del mismo modo, debemos comprender que en la farisaica Copenhague de Hans Christian Andersen apenas cabía esperar simpatía alguna por los derechos inalienables de toda sirena.Hoy en día, tenemos la oportunidad – y la obligación- de replantearnos estos cuentos» clásicos» de tal modo que reflejen la ilustración de la época en la que vivimos, y tal ha sido mi propósito al redactar esta humilde obra»[…] «Deseo disculparme de antemano y animar al lector a presentar cualquier sugerencia encaminada a rectificar posibles muestras -ya debidas a error u omisión- de actitudes inadvertidamente sexistas, racistas, culturalistas, nacionalistas, regionalistas, intelectualistas, socieconomistas, etnocéntricas, falocéntricas, heteropatriarcales o discriminatorias por cuestiones de edad, aspecto, capacidad física, tamaño, especie u otras no mencionadas, ya que no me cabe duda de que mi intento por desarrollar una literatura significativa y desprovista de cualquier posible arbitrariedad y de la influencia de las imperfecciones del pasado ha de hallarse necesariamente sujeto a errores»
LA MODIFICACIÓN DE LOS CUENTOS
Así, los cuentos populares tradicionales infantiles inicialmente transmitidos oralmente y posteriormente en forma literaria cumplían con una función determinada, afianzando actitudes y comportamientos que reflejaban el modo de vida de la sociedad en la época en que fueros transmitidos, como el patriarcado, las normas sociales y morales imperantes y básicamente , demonizando el mal y recompensando el bien. Pero hoy en día en los que el eufemismo y lo políticamente correcto es norma habitual , y sin tener en cuenta el contexto de la época en el que fueron escritos , hay quien apuesta por eliminar esos cuentos infantiles tradicionales de las bibliotecas , impedir su lectura o reescribirlos de forma que se adecúen a los tiempos actuales.
Las enseñanzas ocultas de los cuentos
Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.Respondió Caperucita:- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.- ¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo.Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y su modo indudablemente atractiva.- Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.- Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!Respondió el lobo:- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista!¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le separó la cabeza del tronco.
Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.
Blancanieves era una niña encantadora que provenía de un hogar desestructurado. Sus padres tenían serios conflictos de convivencia, con episodios puntuales cercanos a la violencia de género, por culpa de ciertos problemas de adicción de la madre que finalmente dieron al traste con la relación.Después de un intenso periplo judicial, la custodia de Blancanieves acabó recayendo en su padre, que unos años más tarde rehízo su vida con una nueva compañera sentimental.Blancanieves aceptó la nueva relación de su padre con gusto y siguió su vida como siempre, colaborando en movimientos sociales de vanguardia, organizando jornadas de resistencia con el movimiento okupa, de gran pujanza en aquel pequeño reino y, en general luchando con distintas organizaciones de izquierda por un mundo mejor y más justo.La madrastra, que era de derechas aunque intentaba disimularlo con cierto aire centroreformista, quería que Blancanieves hiciera un curso de corte y confección por correspondencia o al menos acabara la ESO, pero “eso” no entraba en los cálculos de la chiquilla, cuya fuerte conciencia social y su ideal de lucha por la paz perpetua y el mejoramiento social de los más débiles, le impedían dedicarse a actividades tan reaccionarias. La madrastra tampoco soportaba el trajín constante de los amigos de Blancanieves por casa, ni que organizaran asambleas políticas en el living-room, lugar que dejaban siempre hecho un asco según los patrones caducos de limpieza de su clase social. Hasta tal punto llegó la tensión entre Blancanieves y su protofascista madrastra, que el padre se vio obligado a abrir un proceso de diálogo encaminado a acabar con la violencia verbal entre ambas. Blancanieves, que tenía un corazón de oro, prefirió no tensionar más la relación sentimental de su padre y decidió irse de cooperante a un bosque cercano, donde podría seguir trabajando por un mundo mejor sin necesidad de aguantar diariamente a semejante petarda.En un bosque próximo a su aldea funcionaba una ONG compuesta por siete personas con disfunciones en el sistema hormonal del crecimiento, dedicada a luchar contra las multinacionales de la madera, que amenazaban con esquilmar los bosques del reino. Blancanieves entró rápidamente en contacto con la organización y quedó fascinada por la gallardía con que sus integrantes se enfrentaban al capitalismo depredador. En el acto formalizó su solicitud y se puso a trabajar con el resto de sus miembros en el programa de agitación social del pueblo, para inducirle a rebelarse contra quienes pretendían acabar con su derecho social al disfrute del paisaje.Pero la madrastra, que, recordemos, era de derechas, no dejaba de interesarse por las actividades de la muchacha y estaba cada vez más alarmada con las noticias que le llegaban de su participación en acciones de comando contra las empresas madereras. Por eso, un buen día se disfrazó de anciana perteneciente a una minoría étnica y, acercándose a la sede de la ONG, entregó a su hijastra una jugosa manzana previamente rociada con un potente ansiolítico. En cuanto Blancanieves comió el jugoso fruto entró en un estado de letargo que le impedía el más mínimo esfuerzo intelectivo. Pasaba los días viendo el programa de Ana Rosa y los espacios vespertinos de testimonio, sin voluntad para seguir su prometedora carrera en el campo de la concienciación social, en el que tanto había destacado.Las siete personas con disfunciones en el sistema hormonal de crecimiento empezaron a preocuparse cuando vieron a Blancanieves poniéndose rulos y hablando con los ojos semientornados imitando a Belén Esteban. Pero cuando más profunda era la sima en que se encontraba su invitada, un príncipe acertó a pasar por delante de la sede de la ONG. Las siete personas con disfunciones en el sistema hormonal de crecimiento tenían cierta relación con el príncipe, pues aunque sucesor de una institución opresora y antidemocrática, era quien les pasaba la información de las rutas de los camiones madereros, con la cual los siete organizaban unas emboscadas maravillosas. Enterado de la tragedia, el príncipe les propuso que le dejaran darle un besazo a Blancanieves.- Pero Alteza, ¿Cree que así se curará?- Por supuesto que no estúpido, pero si no la beso ahora que está gagá perderé esa oportunidad para siempre.Así que sin dar tiempo a que las siete personas con disfunciones..., etc. etc. etc. dijeran nada, se abalanzó sobre Blancanieves y le dio un beso a lo Gary Cooper, con tan buena fortuna que la capsulita de haloperidol que la malvada madrastra había logrado engarzarle en una caries se desprendió por completo. Al cabo de unas horas, pasados los efectos del veneno, Blancanieves volvía a ser la de siempre, pero con un deseo mucho mayor de mejorar el maldito mundo a causa del síndrome de abstinencia.El príncipe se había enamorado de ella y le propuso abandonar la lucha callejera e irse con él a vivir a palacio, como pareja de hecho, a cuyo fin había ordenado al Patrimonio Nacional que le hiciera un hermoso palacete junto a la residencia de la familia real. Blancanieves, que también empezaba a sentir algo por el apuesto príncipe, aceptó con la condición de que antes de formalizar su relación de hecho tendrían que asistir a un cursillo de formación de cuadros que una de las siete personas con... impartía esa misma noche en el pequeño salón parroquial de la aldea.El director del curso, por cierto subvencionado por la Secretaría de estado de asuntos sociales del reino, tenía tanto prestigio entre la izquierda del lugar que le apodaban “El lenincito de la foresta”, aunque para abreviar todos le llamaban “Cito”. Esa noche, el príncipe se vio a sí mismo frente a sus propias contradicciones, aprendió a interpretar la historia de su pequeño reino en clave de lucha de clases, se familiarizó con el materialismo histórico y captó los rudimentos de la dialéctica progresista, fruto de lo cual salió del minicurso convertido en un rojazo coronado, especie por cierto no demasiado infrecuente en las monarquías de la época.Blancanieves y el príncipe fueron a palacio y desde las escalinatas proclamaron la dictadura del proletariado en medio de un vibrante discurso que acabó congregando a la multitud. La gente se perdía cuando Blancanieves y el príncipe hablaban de los soviets, pero lo de expropiar todos los bienes a los ricos para repartirlos entre el pueblo le sonaba a música celestial. El rey, creyendo que su hijo se había vuelto completamente imbécil, recogió sus pertenencias, sus libretas bancarias y la playstation y abandonó el palacio por las mismas escaleras en las que su hijo se dedicaba a emular a una Scarlett O’hara revolucionaria. Mientras bajaba junto a la reina, abdicó solemnemente proclamando al pueblo:- Hala, aquí os dejo a este idiota con la corona. Que vaya bien.Blancanieves y el príncipe, ya rey, convirtieron el antiguo reino en una Democracia Popular, Revolucionaria y Progresista, nacionalizaron todos los bienes de producción, expropiaron a las multinacionales todas sus pertenencias sin derecho a indemnización, prohibieron las manifestaciones religiosas y la maxi-hamburguesa de venado, destruyeron todos los restaurantes de comida rápida, crearon un impuesto para gravar las producciones cinematográficas de un famoso imperio enemigo y promulgaron un decreto aprobando el divorcio express.
Y todos, especialmente Blancanieves y su príncipe, fueron muy, muy, muy felices y comieron productos macrobióticos con pan de soja.
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