Otro caso de censura absurda ocurre en 13 Rue del Percebe, de Francisco Ibañez. En la primera etapa de la serie , en uno de los pisos , habita un científico loco, parodia de ciertos personajes clásicos de terror y ciencia-ficción que juegan a ser Dios, como el doctor Frankenstein de Mary Shelley o el doctor Moreau de H.G. Wells. Inicialmente se dedica a hacer todo tipo de experimentos macabros, siempre con una expresión sádica que con el tiempo se irá suavizando. Aproximadamente en octubre de 1961 comienza a especializarse en la fabricación de monstruos, cuyo aspecto suele parecerse a la imagen clásica de Boris Karloff en la película de 1931 Frankenstein. El monstruo pasa a ser un personaje cotidiano en la serie, y muchos gags se centrarán en la relación que establece con su creador. Este original personaje desaparecerá del edificio en la primavera de 1964 por obra de la censura, que no veía con buenos ojos la presencia de un personaje creador de vida, ya que "solo Dios puede dar vida".
Tras haber aparecido en 148 páginas, el personaje se despide anunciando su mudanza por problemas de espacio: proyecta fabricar un monstruo gigantesco. Nunca se tuvo noticias de su vida posterior. Durante 21 páginas, publicadas a lo largo de medio año, el piso quedará deshabitado, y la portera irá enseñándolo a sucesivos candidatos a alquilarlo. Las deficientes condiciones del piso serán el hilo conductor de los chistes de esta etapa. Finalmente, el piso será ocupado por un sastre chapucero que no suele dejar satisfechos a sus clientes, pero tiene la suficiente cara dura para no inmutarse ante las reacciones de éstos.
(...)
Otro elemento que supongo que influiría bastante en las producciones de Bruguera entre los años 50 y los 70 sería la censura.
Sí, claro, indudable. Pero como sabía ya de qué pie cojeaba la censura, y tenía mucho trabajo, no podías permitirte el lujo de enviar una página y que te viniera devuelta por la censura. Era impensable ponerse a repetir algo, entonces trabajabas con un ojo puesto aquí y el otro en la oficina de censura, y hacías cosas para que no ocurriera nada. Aún así y todo, nos venían cosas devueltas, que decías “¿Será posible? ¿Qué habré hecho yo aquí?”. Venían cosas devueltas, pero era una mínima parte. En toda mi vida trabajando para Bruguera sólo me habrán venido devueltas, y no realmente devueltas, sólo para arreglarlas un poco, un par o tres de páginas. Un detalle determinado que decían: “Esto hay que quitarlo”
¿Y con qué motivo?
En la revista Can Can yo hacía una sección que la empezó Manuel Vázquez que era La historia ésa vista por Hollywood. Él la dejó después de diez o doce páginas y me tocó a mí continuarla. Cuando ya llevabas un montón de personajes ya no sabías qué hacer, empezabas a meter ahí que si Fantomas, que si esto, que si lo otro, y una vez se me ocurrió meter a la Ballena Blanca, a Moby Dick. En una viñetita, no tenía ninguna importancia, se veía una cueva submarina, y se veía a Moby Dick, la ballena, con el ballenato al lado, empreñado y tal, en el suelo había unos cuantos pulpitos que salían corriendo, el ballenato estaba allí metiendo la bronca, mientras fuera de la cueva se veía un pulpo enorme allí escondido. No tenía la mayor importancia, ¿no? ¡Joder! Vino la contestación de censura diciendo que cómo se permitía ese libidinoso colaborador poner un adulterio en una revista infantil. ¡Hostia, pero si son ballenas!
Vamos, que en cuanto que se despistaban…
Salió una vez la cosa más bestia del mundo. Salía en la 13 Rue del Percebe, en la calle, un perro que se estaba comiendo un hueso tranquilamente, simplemente, sin ninguna intención. ¡Pues coño, resultaba que aquel perro se estaba lamiendo su miembro viril! ¡Hostia! ¡Llegaba un momento en que para hacer una línea recta te lo pensabas! ¿Cómo lo interpretarán estos señores de la censura?
¿Todas las páginas pasaban por la censura?
Sí, sí, todas, todas, absolutamente todas.
¿Tenían unas directrices previas expresas?
Sí, claro, había unas directrices. Lo que ocurre es que personal de la oficina de censura, por temor a su dirección, a sus jerifaltes, si las directrices eran hasta aquí, ellos llegaban mucho más lejos. En cuanto surgía cualquier pequeña duda: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!”. Entonces el director de censura era un cura, el padre Vázquez le llamaban, y a veces le habían comentado en la editorial páginas que había devuelto la censura con la cruz roja y se meaba de risa, decía “Están locos, están locos, están locos”.
¿Recuerda algún otro problema que tuvieran otros dibujantes?
Sí, Jorge, el que hacía Doña Urraca, hizo un personaje que se llamaba Don Pancho, que tenía su mujer, que se llamaba Doña Pancha, llevaba las clásicas trenzas, y se estuvo publicando durante tiempo, hasta que vino una devuelta, tachada, y pensamos “Se habrán equivocado, pues no hace años que se está publicando esto, ¿qué pasa?”. Antes de romperla preguntaron, porque igual era un error. Llegó una respuesta diciendo que no, que aquella señora llevaba una trenzas, y que las trenzas incitan a los niños a la masturbación.
El peinado de Doña Pancha antes y después de la censura
Y lo decían así, con toda la cara.
A Vázquez también le ocurrió, con Las Hermanas Gilda. En muchas de las historias de las Hermanas Gilda, la gracia era que la gorda se buscaba un novio, y el novio al final era una cosa rara, un tipo raro. Y en una de las historietas lo que pasaba era que el novio era un centauro, y se veía la última viñeta a la gorda sentada encima del centauro, corriendo tan feliz, y a la otra mirando desde lejos, lo clásico en las historietas de las Hermanas Gilda. También vino devuelta, y la explicación fue que un centauro, a fin de cuentas, era un hombre, y que aquel hombre iba desnudo, y que las Hermanas Gilda no podían ir montadas encima de un hombre desnudo.
De todas formas, imagino que tendrían más problemas los autores de cómic de aventuras, más realista.
Sí, pero ellos también lo tenían en cuenta. Ya sabían que cuando se daban un beso, el puño había de caber entre las bocas de los dos que se están besando. Cuando iba a hacer el día de viñetaje, a veces me pasaba que en el Can Can, en la contraportada, sacaban la foto de una artista, y me decían “Oye, Ibáñez, súbele un poco esto de aquí”. No enseñaba nada, pero yo decía “¿Hasta donde? ¿Hasta aquí? ¿Hasta aquí? ¿Hasta aquí?”, “Hasta donde puedas, tú súbelo hasta donde puedas”. Eran todo gilipolleces.
¿Y a los dibujantes a veces no les divertía burlar a la censura?
Sí, a veces pasaba. A veces en las páginas que llamábamos de actualidad se metía una señora imponente, con gente alrededor, cuidado, sin tocarla ni nada, metías a un tío pequeñajo allí agarrado a una pierna, y ni siquiera se fijaban, si lo hubieran visto la habrían devuelto inmediatamente “¡Pero qué hace ése, que la está cogiendo! ¡La mujer es santa!”. Esto de que “la mujer es santa” era una coña también. Muchas cosas desaparecieron, como Don Pío, de Peñarroya, que desapareció porque “atacaba la sacrosanta unidad de la familia española”, y entonces en vez de ser el padre, la madre y el hijo, se convirtieron en el tío, la tía y el sobrinito, y entonces ya valía. (...)
Manuel Vázquez
Entrevista a Manuel Vázquez
Yo me pasaría horas enteras hablando de anécdotas increíbles protagonizadas por la censura. Cosas absolutamente absurdas. Y es que a la censura se le podría escapar una teta, pero no se le olvidaría jamás el hacerte subir todos los escotes. En una ocasión me censuraron la palabra “dromedario”. Me dijeron que era un insulto. Yo les dije que dromedario era un animal. Me contestaron que no era un animal. Se buscó un diccionario. “Hombre, pues es verdad que es un animal. No lo sabía. Pero también es un insulto". Y se tachó.
Creé las Hermanas Gilda aprovechando el nombre de la película Gilda. Los personajes eran, en principio, muy eróticos. Siempre estaban buscando novio, hasta que la censura lo echó abajo.
Costaba patéticas discusiones con el censor que éste autorizara el moño que que solía llevar una de las hermanas Gilda de Vàzquez, porque, informaba el censor a voz en grito , debería a ustedes habérseles ocurrido que las mujeres con moño son las más excitantes en la cama. Confieso, imbécil de mí, que que no se me había ocurrido nunca, pero desde entonces anduve excitadísimo por pasillos y despachos oficiales, descubriendo que eran arotizantes, y de qué modo, hasta las curvas de una butaca isabelina.
Francisco González Ledesma
El caso Superman
Las aventuras de Superman en España tiene también una historia curiosa.
Superman llegó a España en 1952 procedente de la editorial mexicana Novaro en su revista "Ediciones Recreativas". En marzo de 1964, la censura española -a través de la Comisión de Información de Pulicaciones Infantiles y Juveniles- realizó un estudio sobre ’lo perjudicial para la educación juvenil de las aventuras de superhéroes’ y, como resultado, la Dirección General de Prensa prohibió la entrada de estas revistas en España. Sin embargo, el problema se venía arrastrando ya desde 1961, pues a partir de ese año no todas las revistas de Superman llegaban a la península. El último número que llegó fue el 429, que se correspondía con el 103 USA de Superboy.
El motivo de la prohibición era cosa de la censura religiosa, que sostenía la peregrina teoría de que los poderes de los superhéroes podían producir en las mentes juveniles su equiparación con los seres celestiales , ya que dichos poderes estaban exclusivamente reservados a Dios o santos o vírgenes a quienes solo Él podía otorgar ese don.
El caso es que semejante tontería duró nada menos que hasta 1971, año en el que acabó la prohibición y volvieron las revistas de Novaro, que ya iban por la numeración 830. En el ínterin, se había reducido ligeramente el tamaño del cuaderno, la calidad del papel era peor y las traducciones y rotulación muy malas, al punto de que se resumía tanto los textos que las aventuras a veces resultaban absurdas e incomprensibles.
En 1976, el Ministerio de Información y Turismo lanzó la campaña "Donde hay un tebeo habrá un libro", la cual fue criticada por alguna asociación de profesionales debido a que denigraba al medio, ignorando su verdadera naturaleza.
Viñetas contra burócratas: La censura en el cómic»
Charla de Absence en UCMCOMIC, Universidad Complutense de Madrid.
Fuentes: La legislación sobre historieta en España- Ignacio Fernández Sarasola- Ediciones ACT. /http://factoriadelcomic.blogspot.com. / Tebeos mutilados –Vicente Sanchís-Ediciones B / Revista Ciudadano 1/6/1976- 40 años de censura infantil - Pacho Fernández Larrondo. / Decreto 195/1967, de 19 de enero por el que se aprueba el Estatuto de Publicaciones Infantiles y Juveniles –BOE nº 37 de 13 de febrero de 1967.
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