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23 de septiembre de 2017

HISTERIAS Y VIBRADORES ( Parte 2 de 2 )


Las mujeres se convirtieron para médicos y matronas en una fuente constante de ingresos, pero los masajes genitales, además de requerir una destreza manual importante, también se invertía un tiempo considerable en llevar a las mujeres al paroxismo histérico… y por eso no es de extrañar que fueran muchos los que investigaran la forma de obtener los beneficios del masaje pélvico y que a la vez evitara la costosa inversión en habilidad y tiempo. Con calambres en las manos y los dedos fatigados, los médicos odiaban tratar la histeria.  Se buscaba con afán cualquier medio de acelerar el paroxismo histérico. El primer vibrador mecanizado empezó como medidor del uso de agua y los vibradores caseros impulsados por una diminuta rueda de agua que se enganchaba al fregadero estuvieron brevemente de moda.

Con la  cura por agua, es decir, la ducha pélvica, los médicos empezaron a dirigir mangueras de incendios hacia las entrepiernas en llamas. Se instalaron duchas pélvicas, con un chorro de agua dirigido hacia el interior de los muslos, en los baños minerales de toda Europa y América a mediados del siglo XIX. Las mujeres los adoraban y corrían en manada hacia los balnearios donde se proporcionaba esa cura, declarando que "a menudo, al salir de la ducha, declaraban que sentían tanta euforia y optimismo de espíritu como si hubieran estado bebiendo champán".

Estimuladror-masajeador electromagnético ( 1880)

En 1869, el médico estadounidense George Taylor patentó un vibrador a vapor llamado the manipulator, y más tarde, en 1880, el doctor inglés Joseph Mortimer Granville inventó el primer vibrador electromecánico con forma fálica. El mecanismo era muy ingenioso: el calderón de vapor, mediante la correa de transmisión, movía una cadena que, al girar, alimentaba una dinamo. Ésta cargaba la batería que daba corriente al motor eléctrico y ponía en movimiento el émbolo del dildo. Fue en 1902 cuando la empresa estadounidense Hamilton Beach comercializó el primer vibrador eléctrico para venta al por menor.. Estos aparatos, comenzaron a salir de las consultas médicas para introducirse en los domicilios. Lo que las mujeres obtenían  en sus visitas semanales, lo podían lograr en casa y tantas veces como quisieran e incluso las más atrevidas, podían hacer partícipes a sus maridos. 

Esta situación cambió con la llegada de la electricidad y, con ella, de aparatos masajeadores que automatizaban la terapia “mientras que un experto manual no puede superar las 300 vibraciones por minuto, el masajeador eléctrico proporciona hasta 3000”. En unos años, el trabajo que nadie quería realizar se vuelve maquínico, rápido y rentable y el vibrador alcanza un éxito rotundo: por fin, la enfermedad más extendida entre las mujeres burguesas se podía resolver en unas pocas sesiones de varios minutos. Desde entonces y hasta los años veinte, se multiplicaron los modelos, los sistemas de aplicación y los tratamientos combinados que completan el vibrador eléctrico con duchas localizadas en la zona genital. Las esposas de la nueva clase pudiente acudieron en masa a los balnearios y la comunidad científica se rindió a los beneficios de la hidro- y la ritmo-terapia.


En realidad, la histeria era la etiqueta médica (y patologizadora) que se daba a todas aquellas mujeres que no alcanzaban el orgasmo con sus maridos solamente a través de la penetración. Una visión de la sexualidad centrada en el hombre, en la que se procuraba que la autoestima de éste nunca saliera perjudicada.

Negar los deseos eróticos naturales de la mujer era una salvaguarda de la adecuación sexual del hombre. Se comportara como fuera, siempre sería lo bastante bueno. Ella no pediría más. Si lo hiciera, se la podría etiquetar de histérica y mandarla al médico a que la tratara, eliminando así la amenaza a la autoestima de su compañero sexual y conservando la norma androcéntrica de penetración hasta el orgasmo masculino. 

Al final de la era victoriana, oficialmente, en 1901, la cantidad de casos de histeria se había multiplicado de un modo tal que todos los tratamientos se habían vuelto insuficientes. En 1902, la empresa Hamilton Beach patentó el primer vibrador personal, de hecho, el tercer aparato eléctrico disponible en los hogares. En aquellos años, si uno se acercaba a una casa de electrodomésticos solo se podía elegir entre tres artículos: una heladera, un ventilador, o un vibrador para su esposa.


Pese a lo que nos pueda parecer hoy por el concepto sexual que tenemos de un vibrador, en aquellos años la aplicación del vibrador sobre el clítoris era tenida por una práctica exclusivamente médica. En la concepción machista de la época, al no haber contacto con el interior de la vagina, se considera que no hay contacto sexual, y no por tanto no existía ningún tabú alrededor de este objeto, solo se consideraban artículos de masaje anti-estresante y era común verlo en todo tipo de catálogos y revistas.

Pero a partir de 1920, los vibradores aparecen en las primeras películas pornográficas, y empiezan a perder su imagen de instrumento médico. Esto, unido a que a principios de los 50 la “Asociación Americana de Psiquiatría” declaró que la histeria no era una enfermedad, hizo que el vibrador, también conocido como consolador o dildo, fuera visto como un juguete sexual y considerado instrumento de perversión, comenzando poco a poco a ser un tabú, connotación que casi continua teniendo hoy en día en muchos lugares.

Fuentes La tecnología del orgasmo: la histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres- Rachel P. Maines- Editorial Milrazones/ https://mujertrespuntocero.wordpress.com

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