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10 de febrero de 2018

LOS BEBEDORES DE SANGRE ( Parte 3 de 3 )


Para evitar la bárbara costumbre de beber sangre en los mataderos y la dolorosa operación de una transfusión de sangre, las farmacias pusieron su grano de arena anunciando en prensa la sangre nueva que introducirían en las venas de los enfermos con sus productos.

Por ejemplo las famosas Píldoras Pink que desde el 1913 se estuvieron vendiendo durante años, divulgando las grandes ventajas que suponían cambiar un vaso de sangre de los mataderos por una o dos Píldoras Pink después de cada comida. 
La anemia, el preámbulo de la tuberculosis, amenaza como una sombra horrible en otra propaganda del mecionado medicamento para que el enfermo adquiera pronto”la sangre rica y pura” que contiene cada píldora. Además, se subraya que “aumentarán el número de glóbulos rojos en la sangre”. Algunos podrían ver en la pastilla blanca una comunión milagrosa entre la ciencia y la fe. 
En esa época eran muy frecuentes los anuncios de todo tipo que ofrecían supuestos medicamentos para remediar toda clase de dolencias a base de citar conceptos etéreos, como estados nerviosos o de 'consunción', que era como se solía llamar al debilitamiento extremo.


Además de regenerador de sangre,  la publicidad de las Píldoras Pink, aseguraba que a ellas eran «adeptas fervorosas muchas mujeres de todas las clases sociales», una «predilección» de la que se concluía que «no cabe otra causa explicativa sino la del bien que han producido y siguen produciendo diariamente a esta multitud de mujeres».
Se indicaba que la mujer, «ora pertenezca a la sociedad elevada, ora a la simple clase trabajadora, necesita un medicamento sostén de su débil organismo» y que «pocas son las mujeres de temperamento harto fuerte para prescindir de esta medicación tónica».


Píldoras Pink se presentaba como la solución para las mujeres «faltas de apetito», para las que padecían jaquecas, las que sufrían desarreglos, falta de sangre o cansancio del sistema nervioso.
En este apartado difuso referido a dolencias debidas presuntamente a 'los nervios' es donde los vendedores de las Píldoras Pink remataban su lucimiento, hablando de la especial indicación para mujeres que «por regla general están débiles, son irritables, no duermen, lloran con frecuencia, exageran sus padecimientos...»
Ahí se presentaba la pócima milagrosa en forma de píldoras como «el mejor remedio para esta categoría que comprende desde la mujer accidentalmente nerviosa hasta la habitualmente neurasténica». Y su bondad se basaba en que «ejercen una doble acción: sobre los nervios y sobre la sangre», ya que, según se explicaba, «el medicamento que carezca de esta doble acción, acaso calme, pero no curará...., porque los nervios están fatigados, irritados, exacerbados, porque la sangre se halla empobrecida».

Otro de los productos que ofrecían el mismo elixir anterior para curar varias enfermedades, entre las que se encontraba la tuberculosis, era el Globéol, del que se destacaba en negrita: “realiza una transfusión de sangre” 
En esas recetas del medicamento aireadas por los medios de comunicación se hablaba abiertamente de su contenido: “El Globéol posee, en efecto, sangre verdadera, integral y viva. Y esa sangre que contiene el Globéol no carece de nada”. 


En la misma línea de actuación contra la anemia y la clorosis, que empujaban a las damas a beber sangre en los mataderos, durante el primer tercio del siglo XX se ofrece otro de los productos farmacéuticos aprobados por la Real Academia de Medicina: el jarabe de Hipofosfitos Salud, del que se asegura que “transmite sangre nueva alas arterias y vigor a los músculos” 

Otros regenerador de la sangre que se anunciaba con las mismas promesas de curación de la anemia y la clorosis que los anteriores fue el que menos duró en el mercado (sólo unos tres meses del año 1918). Bajo el sensacional rótulo de “¡Tomar el Suero Hematógeno “Universus” es hacerse una transfusión de sangre nueva, es volver de la muerte a la vida!” 


Tampoco prosperaron mucho las Pïldoras depurativas del Dr. Soivré que ofrecían “Sangre pura, rica y nueva”; ni la Carne Líquida del doctor Valdés García de Montevideo, proclamando que “ahuyenta la tisis y la vejez prematura”. 
Fuentes: Vampirismo Ibérico-Salvador García Jiménez – Editorial Melusina /Las capeas- Eugenio Noel - Imprenta Helénica, Madrid 1915

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