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24 de febrero de 2018

SACAMANTECAS Y HOMBRES DEL SACO ( Parte 2 de 2 )

Teresita Guitart con sus padres

Durante el Carnaval de 1912, el rostro de Teresita Guitart estaba grabado en la memoria de los barceloneses. Hacía días que la foto de la niña desaparecida se publicaba en periódicos obreros y anarquistas que abrían y cerraban según órdenes del gobernador civil de Barcelona. El hombre del saco se ensañaba en Barcelona, y Teresita era para muchos pobres la gota que colmó el vaso de esas desapariciones de niños. Teresita tenía 5 años, era hija de dos inmigrantes de Figueres y, como muchos obreros y niños que se esfumaban misteriosamente, era vecina del Distrito V.


En ese barrio maldito, las obreras mendigaban porque las dos pesetas que ganaban en la fábrica no les alcanzaban para alimentar a la prole, aunque los despojos provinieran de las inmundicias que se vendían en la calle del Arc del Teatre. Mujeres con rostros desnutridos deambulaban con un pañuelo en la cabeza buscando comida en conventos o casas de socorro. Malvivían en pisos minúsculos junto a otras familias que habían llegado a Barcelona buscando el esplendor de la que se conocía como La Perla del Mediterráneo, y se topaban con La Ciudad de la Muerte. La esperanza de vida era de 41 años y el 17% de los recién nacidos morían antes de cumplir un año.

En 1912, el Distrito V eran los bajos fondos de Europa. Poco antes de la detención de Enriqueta Martí, la policía había clausurado un burdel donde prostituían a menores. Violar a un niño o a una niña costaba 50 pesetas. Un obrero cobraba 4 pesetas al día. Se detuvo a la dueña, pero no se persiguió a los clientes.

La ciudad era un laboratorio del obrerismo, circulaban anarquistas, espiritistas como Gertrudis López de Avellaneda, feministas, higienistas, humanistas y esperantistas. Las sedes de estas asociaciones estaban en las fronteras del Distrito V. El barrio empezaba a conocerse como el Chino. Llegaban hombres de toda Europa buscando juego, cabareteras, lupanares. Desde Barcelona, se exportaban postales picantes o películas porno a Europa y América.

La burgesía de l'Eixample y el proletariado de El Raval

En 1912 también había dos distritos quintos. Aquel donde se asomaba la burguesía y el de la trágica miseria que era el día a día de los pobres. En 1912, la Barcelona burguesa y bohemia bajaba a la Rambla en tranvía eléctrico y hacía excursiones para husmear en la miseria tras hacer compras en los flamantes almacenes El Siglo. Por las noches, se divertían en los teatros y las salas de baile como El Edén Concert (Nou de la Rambla), la sede del libertinaje de esa Barcelona pecaminosa. 

Era esa una Barcelona miserable y enferma, en la que muchos pobres ocultaban el nacimiento de sus hijos varones porque sabían que si sobrevivían al tifus, la tuberculosis o la podredumbre del barrio acabarían en las filas del Ejército al no poder pagar las 1.500 pesetas que costaba el librarse de ir a la guerra , cantidad enorme que solo podían pagar las clases acomodadas librando así a sus hijos , evitando las muchas posibilidades  posibilidades de morir en Marruecos bajo el mando de militares incompetentes y corruptos.

VÍDEO: La guerra de Marruecos y la Semana Trágica

En esa Barcelona que había dejado la Setmana tràgica de 1909 había censadas 587.000 personas; en 1860 eran 190.000. En 40 años, la población casi se había triplicado. Los obreros y las gentes de mal vivir, según la moral burguesa, se amontonaban en el Distrito V. De las 6.401 casas que había en Barcelona, 2.103 estaban el este barrio. Medio siglo de especulación había convertido el entramado de calles estrechas en una colmena sucia y superpoblada. 

En 1912, a la población censada en el barrio se sumaba la gente de paso,la cercanía del puerto dio lugar a negocios como las Casas de Dormir, más conocidos como Hoteles del Hampa, en las que un catre costaba un real y los que iban perdiendo la casa a medida que la Via Laietana se abría paso: se derribaron 2.199 viviendas sin que se diera solución a los que las habitaban. Entonces, hasta las tabernas malolientes se convirtieron en grandes dormitorios donde los bultos se confundían. 

Este barrio el barrio «donde la miseria no se podía esconder» era el epicentro de todo tipo de violencia. Habíaa de 8.000 a 10.000, golfillos que asaltaban a todo incauto que apareciera por el barrio. Por Carretas o Nou de la Rambla circulaba la morfina, había peleas a cuchillo, alcohol y cupletistas de 15 años que enseñaban pecho, cadera y lo que hiciera falta para ganarse el pan. A veces, morían asesinadas. En ese ambiente, la vida de una mujer, una niña o un niño no valía nada. 

El distrito era imán de mujeres que ocupaban habitaciones sin luz ni ventilación. Esas jóvenes acababan en algún burdel de los cientos que había entre el puerto y la novísima plaza de Catalunya. Esas jóvenes aparecían inscritas en la Sección de Higiene Especial del Gobierno Civil y estaban obligadas a portar una cartilla que ponía que estaban sanas y que tenían más de 23 años, la mayoría de edad para una mujer. Muchas tenían 15, 16 o 17. Nunca más podrían dejar de ser putas y, por supuesto, nadie revisaba si los clientes tenían enfermedades venéreas. 

Tras la Semana Trágica la ciudad está dividida en dos mundos. La Barcelona burguesa es la que se cuenta para la historia y el turismo, y la del anarquismo y la del precariado, siendo este último grupo casi un 30% de la población, ha desaparecido del mapa. Los anarquistas eran el demonio, mientras los pobres de solemnidad sólo aparecían por barbaridades como este caso. En realidad para el poder, también para la prensa, el asunto era perfecto para condenar al enemigo y distraer a la población de la terrible situación en la que se encontraba la mayor parte de la población obrera.

El recate de Teresita

El 27 de febrero de 1912, el comisario Ribot rescataba a Teresita Guitart en casa de Enriqueta Martí, en la calle de Ponent, 29 (hoy Joaquín Costa). Los periódicos de la época la describen como una mujer misteriosa que vivía sola. Estaba separada de un pintor lerrouxista y naturista, tenía un amante rico y no se le conocía oficio ni beneficio. Se lee en las crónicas que la mujer había retenido a la criatura y la había rapado. Fue Claudina Elías, una vecina, la que la denunció porque sospechaba que «había algo raro en esa mujer». 

En casa de Enriqueta había otra niña: Angelita. Enriqueta sostuvo siempre que a Teresita la había encontrado perdida por el barrio y que Angelita era hija de su cuñada, nacida fuera del matrimonio. Nunca la escucharon. Desde todos los rincones de España llegaron madres y padres pobres con la esperanza de que Angelita fuera su hija robada años o meses antes. La prensa hizo campañas para pagar los viajes. Ningún matrimonio pudo demostrar que Angelita era su hija.

Folletín de 1912 

Por otra parte a la prensa de la época el asunto les resultaba sensacional para vender ejemplares. El periodismo del momento transcribía rumores y noticias sin contrastrar, manteniendo la atención pública mediante artículos sensacionalistas. La prensa sostuvo que se habían encontrado muchos huesos de niño y trapos manchados de sangre en muchas de las viviendas por las donde pasó Enriqueta. Pero los médicos forenses determinaron que todos los huesos eran de animales o materia caliza y los pañuelos manchados eran sus propias pérdidas de sangre, pues estaba enferma de cáncer de útero.

A pesar de ello , y alentado por la prensa sensacionalista que amplificó sus crímenes, se le atribuyeron a Enriqueta Martí sin prueba alguna entre cinco y diez asesinatos, culpándola de prácticas propias de la España negra, desde brujería hasta crear bebedizos y ungüentos con sangre y vísceras, y hasta de tener una famosa lista de nombres hallada en el tugurio de la calle de Poniente, una lista de la que todo el mundo hablaba pero nadie conocía, con una relación de nombres y domicilios en la que, se rumoreaba, figuraban médicos, abogados, comerciantes, algún escritor, políticos y otras personalidades. Empezó así la caza de brujas y una leyenda , la de Enriqueta Martí "La Vampira del Raval".

De ella se ha escrito que utilizaba la sangre de los niños para elaborar pócimas milagrosas que luego vendía a los burgueses para que se curaran de sífilis o hemofilia. Se dijo también que comerciaba con vírgenes y niños para clientes adinerados, que aparecían en una libreta de Enriqueta, La indignación y la furia comenzaron a apoderarse de Barcelona, y la prensa más conservadora corrió a calmar los ánimos para evitar males mayores. Así, Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de los engaños de la hechicera, que las conocía por haber acudido a sus casas a pedir limosna". Ella será la mala mujer, la vampira, la bruja. El juicio se alargó hasta ocho meses y el caso se cerró cuando Enriqueta murió de cáncer de útero en la cárcel de mujeres, según acredita el acta de fallecimiento.

Enriqueta Martí

Enriqueta Martí nació en 1871 en Sant Feliu de Llobregat, en la adolescencia se trasladó a Barcelona y en 1895 se casó con su marido, el excéntrico Joan Pujaló, pintor, vegetariano antes que nada, marchante de arte en sus ratos libros y anticuario de vocación de quien se separó en 1906. En el momento de su fama era pedigüeña profesional y, por ejemplo, cogía restos de comida de escuelas del Líceo Políglota. Era una persona que se buscaba la vida, aunque antes trabajó con su pareja en Los Encantes, el rastro barcelonés.

Joan Pujaló

El punto de inflexión de su existencia coincide con la muerte en 1905 por atrepsia ( desnutrición infantil), de su único hijo Alejandro y la posterior separación de su marido. Al morir Alejandro la cuñada le pidió a Enriqueta que registran en el registro de defunciones a su hijo Benedicto en vez del que realmente había muerto. Esto era una práctica más o menos habitual para evitar que los niños al crecer fueran llamados a quintas y acabar de soldado en la impopular guerra. de Marruecos Cuando en 1906 la cuñada tuvo una niña, Angelita , la cedió a Enriqueta por dos motivos : el primero porque era viuda y no quería que hablaran mal de ella, y el segundo como contrapartida por lo del registro de defunciones. Enriqueta llevó la niña a una nodriza del barrio de Les Corts y la recuperó dos años y medio después. De este modo Angelita la identificaba como su madre y todo el mundo creía que era hija de Enriqueta, y de no haber sido por el secuestro de Teresita nadie hubiese dudado de su relación de parentesco. 

Enriqueta secuestró a Teresita Guitart en el cruce de dos calles del actual Raval el 10 de febrero de 1912 y la mantuvo encerrada en el piso de la calle Poniente 29, actual Joaquín Costa, durante casi tres semanas, hasta que el 27 de febrero fue detenida a partir del aviso de una vecina que declaró haber visto a la niña secuestrada en el primer piso del edificio. En el piso encontraron a su sobrina Angelita y a la desparecida Teresita. Salvo el de secuestro no existía ninguna prueba de los delitos de los que se acusaba a Enriqueta.

Portada de CRÓNICA GRÁFICA (1912) 

El juicio no llegó a celebrarse, y en realidad entró en prisión por medidas preventivas. La acusaron de horribles crímenes, se la veía como a una asesina en serie, un peligro público, un monstruo que iba de perlas para culpabilizar a una clase social y crear una bonita cortina de humo para que no se hablara tanto de la complicada situación de Barcelona, aún de resaca tras la Semana Trágica de 1909 y la agonía de la época modernista. Enriqueta murió enferma de cáncer de útero, aunque falsas versiones sostienen que se suicidó en prisión o a causa de los golpes recibidos por compañeras de prisión para evitar que hablara y delatara a altos personajes implicados.

VÍDEO :Enriqueta Martí

Fuentes: Ogros, cocos y hombres del saco- Jesús Callejo-Editorial Atanor / Los diarios de Enriqueta Martí- Editorial Morales y Torres / Los misterios de los crímenes – Pedro Palao Pons- Editorial de Vecchi/ Desmontando el caso de La Vampira del Raval Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista- Elsa Plaza - Icaria Editorial / Vampirismo ibérico. Bebedores de sangre, sacamantecas y curanderos --Salvador García Jiménez --Editorial Melusina, 

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