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22 de febrero de 2018

SACAMANTECAS Y HOMBRES DEL SACO ( Parte 1 de 2 )


Sacamantecas y hombres del saco

El sacamantecas, el hombre del saco, el coco,… son personajes utilizadas para asustar a los niños inculcándoles en lo más hondo de su imaginario que en el momento menos pensado, un ser monstruoso aparecería para secuestrarlos si permanecían en las calles a horas poco adecuadas o incumpliendo las órdenes de los padres.

La leyenda del sacamantecas y hombre del saco, se popularizó a finales del siglo pasado y principios de éste, a causa de la leyenda popular de que, tanto las ruedas de los carros como la de los molinos y las máquinas a vapor debían engrasarse muy a menudo para que su mecanismo funcionase a la perfección, y que el mejor lubricante era la grasa humana tierna, ya que era más densa y daba un mejor rendimiento.

Entonces, se creó el mito de que para satisfacer esta demanda de grasa humana , merodeaban por la calle unos hombres siniestros, con sacos en el hombro, que secuestraban niños y los asesinaban para venderlos luego a un desollador, que se encargaba de extraer las mantecas y pagaban a los secuestradores una buena suma de dinero por cada presa que les traían

La aparición de estos personajes coincide con la de los primeros trenes a mediados del s. XIX. Las gentes recelaban de aquella enorme máquina de hierro y corrían rumores de que para alcanzar esa velocidad diabólica untaban las ruedas con un finísimo aceite que sólo podía proceder de la tierna grasa de los niños. Se llegó a decir que los propietarios del ferrocarril contrataban a asesinos para secuestrar a los niños y sacarles la manteca para ser fundida. 

Pero el mito tiene personajes reales.

El forense Fernando Serrulla, del Instituto de Medicina Legal de Galicia, con su reconstrucción facial de Blanco Romasanta 

Manuel Blanco Romasanta 

El primer apodo de sacamantecas, corresponde a Manuel Blanco Romasanta, conocido también como "el hombre lobo de Allariz". Nacido en el año 1809 en un pueblecito de la Galicia profunda, apenas alcanzaba el metro cuarenta de estatura, y era un ser dulce, entrañable y amigo, sobre todo, de sus amigas. Primero fue sastre, cosía, bordaba, calcetaba, cortaba trajes y vestidos hasta que enviudó y se dedicó a la venta ambulante de untos o grasas (Durante mucho tiempo, los untos se usaban para el engrase de ruedas de carro y mecanismos diversos, como molinos y norias). A Romasanta se le apodó "el sacauntos" acusado por los lugareños de que además de las ropas en las ferias, vendía a farmacéuticos portugueses grasas  de origen humano que obtenía cociendo a sus víctimas . Y es que en  libros de alquimia de la época se habla de las virtudes del sebo de difunto para tratar la epilepsia e incluso la alopecia.

Acusado y condenado por la muerte de un alguacil,  comienza la rocambolesca historia de este hombre que se escapa de la justicia y durante su búsqueda, asesina a nueve personas más infringiéndoles terribles heridas con sus propios dientes e incluso comiéndose parte de sus cuerpos al más puro estilo del hombre lobo. 

Al final fue detenido y condenado a muerte, pero un hipnólogo francés pidió a Isabel II, que revisara la causa y le permitieran estudiar lo que era un claro caso de licantropía, un desorden psicológico bastante desconocido en la época. La pena de muerte se transmutó en cadena perpetua. Romasanta moriría años después cumpliendo condena en la cárcel de Ceuta de cáncer de estómago poco después de que se conmutase su pena capital por la cadena perpetua, y fue enterrado en una fosa común. 

Estudios recientes indican que Romasanta podría haber sido en realidad una hembra, una lobismuller nacida con un extraño síndrome de intersexualidad. Ya se sabía que Blanco Romasanta había sido inscrito en la partida de nacimiento, en 1809, como Manuela, aunque un registro parroquial, ocho años más tarde, lo confirmaba como Manuel. La última a del nombre, en realidad, no había sido una errata. Al nacer, sus padres no tuvieron muy claro el sexo del bebé. Con el tiempo, prefirieron considerar que aquello era un micropene, pero probablemente era un clítoris muy desarrollado. 

Él, o ella con apariencia de hombre, llegó a casarse con una mujer, pero enviudó un año después, y por supuesto no tuvo hijos. Más tarde enamoró a otras vecinas, madres solteras o separadas de Rebordechao (Vilar de Barrio) y Castro de Laza, pero debieron de ser relaciones platónicas. Entre los papeles que le fueron requisados había alguna copla que les cantaba, cambiando el nombre de la chica según la ocasión. Las encandiló, y a todas ellas, después, confesó haberlas matado, junto con sus hijos menores, cuando los transportaba hacia una vida mejor, y un empleo prometido, en Santander o en la ciudad de Ourense. Esas fueron las nueve víctimas por las que se le condenó a muerte, aunque se le atribuyeron otras anteriores, hasta un total de 17. 

El forense Fernando Serrulla habla de pseudohermafroditismo femenino, una forma de estado intersexual que viaja en los genes de padres a hijos, aunque "solo se manifiesta en uno de cada 10.000 o 15.000 nacidos vivos". El propio investigador, como forense, cuenta que en su departamento, con sede en el Hospital de Verín, ha tenido que ver casos de niños o niñas que, antes de quedar inscritos en el Registro Civil, necesitan un reconocimiento para determinar su sexo. Blanco Romasanta era Manuela. Tenía sexo de mujer pero, a causa de este pseudohermafroditismo, segregaba una cantidad desmesurada de hormonas masculinas y sufrió un proceso de virilización. "Estas personas, debido a los andrógenos, pueden presentar episodios de fuerte agresividad", explica Serrulla. Esto podría ayudar a comprender la figura del criminal, un personaje que, como vecino, era un encanto y se ganaba el cariño y la confianza del pueblo.

VÍDEO: El hombre lobo de Allariz


Juan Díaz de Garayo Ruiz de Argandoña

Juan Díaz de Garayo Ruiz 

Otro personaje conocido también con el apodo de “sacamantecas” fue Juan Díaz de Garayo Ruiz de Argandoña, natural de Eguilaz, (1821-1880) , hijo de una madre gravemente neurótica y alcohólica y de un padre igualmente alcohólico, y que se convirtió en un célebre asesino en serie que aterrorizó Álava durante el siglo XIX. En su haber se contabilizaron 6 asesinatos de mujeres, en su mayor parte prostitutas, a las que rajaba el vientre de forma atroz y les sacaba las vísceras , y de ahí el apodo de sacamantecas , y otros 4 intentos frustrados. Su fama fue tal que se convirtió en un personaje del folclore popular, que es invocado cuando se quiere asustar a los niños. Fue condenado a muerte y ajusticiado a garrote vil en 1880.

El crimen de Gádor

El hombre del saco corresponde a otra historia, que se une a la de “sacamantecas”, ocurrida en julio de 1910, en Gádor, un municipio situado a 15 Km. de Almería, conocida como el crimen de Gádor

Fernando Ortega un lugareño de la zona de Gádor , a quien le habían diagnosticado una tuberculosis, acudió a la curandera Agustina Rodríguez quien al ver el caso lo mandó a Francisco Leona, barbero y curandero con antecedentes criminales, un vecino de setenta y cinco años de edad que formaba parte del entramado caciquil de Gádor, ya que su sobrino, Juan Leona Lozano, era el alcalde del pueblo y su cuñado, Cándido Albarracín, era el juez, lo le permitió salir absuelto de varios hechos delictivos graves. Leona le pidió tres mil reales a cambio de la cura y le reveló el remedio: la sangre y la grasa de los niños que tenían muchas aplicaciones terapéuticas, siendo la sangre regenerativa contra la vejez y diversas enfermedades, y los emplastes de grasa todo un milagro contra la tuberculosis.

Francisco Leona y Julio Hernández

Leona se ofreció él mismo buscar al niño y salió junto con el hijo de Agustina, Julio Hernández "el tonto", por ser escaso de luces, en busca de algún niño extraviado. En la tarde del 28 de junio de 1910 secuestraron a Bernardo González Parra, de siete años y natural de Rioja, que se había despistado mientras jugaba con sus amigos y se había separado de ellos. Leona y Julio lo metieron en un saco y lo llevaron al cortijo de Araoz, aislado del pueblo, que Agustina había puesto a disposición del enfermo. Otro hijo de Agustina, José, fue a avisar a Ortega, mientras en la casa se quedaba su mujer, Elena, preparando tranquilamente la cena.

Una vez en el cortijo, tras matar al niño, golpeándole la cabeza con una piedra le realizaron un corte en la axila para sacarle sangre, que recogieron en un vaso. Ortega se bebió la sangre mezclada con azúcar antes de que se enfriara. Julio mató al pequeño golpeándole la cabeza con una gran piedra. Leona, previamente y todavía en el cortijo, abrió el vientre del niño y le extrajo la grasa y el epiplón, y lo envolvió todo en un pañuelo que puso sobre el pecho de Ortega. Así, una vez terminado el ritual, ocultaron el cuerpo en un lugar conocido como “Las Pocicas”, en una grieta en la tierra, y lo taparon con hierbas y piedras, sin enterrarlo. El niño estaba boca abajo, con el cráneo completamente destrozado. 

Al realizar el reparto de dinero, Leona intenta engañar a Julio y no le paga las cincuenta pesetas que le prometieron por el asesinato. Éste decide vengarse y le cuenta a la Guardia Civil que ha encontrado el cuerpo de un niño por casualidad mientras perseguía a unos pollos de perdiz. Detuvieron a Leona por tener antecedentes (y porque muchas voces del pueblo se alzaron inmediatamente para incriminarle), y éste culpó a Julio, que en un principio declaró haber presenciado el crimen desde unos matorrales. 


Al final los dos hombres confesaron el crimen y la Guardia Civil detuvo a todas las personas implicadas en el asesinato del niño Bernardo. Leona fue condenado al garrote vil, pero murió en la cárcel. Ortega y Agustina fueron también condenados a la pena máxima y ejecutados. José fue condenado a 17 años de cárcel y su mujer, Elena, fue absuelta. Julio el tonto, condenado en un principio al garrote vil, fue indultado por ser considerada su demencia.

Caricatura de prensa de Enriqueta Martí cometiendo sus supuestas fechorías

Enriqueta Martí

Con el paso del tiempo, otros casos falsos y manipulados ayudaron a mantener vivas estas historias, como la  de Enriqueta Martí, acusada de secuestradora, prostituta, alcahueta, falsificadora, corruptora de menores, pederasta, bruja y asesina , que sería conocida popularmente como La vampira de la calle Ponent o La vampira del Raval .

Se le imputó, sin prueba alguna, el secuestro y asesinato de muchos niños para sacar su sangre y sus grasas y venderlas como remedios, en un mercado negro muy floreciente en la Barcelona de 1912. Pero Enriqueta  de vampira y asesina no tenía nada ,y si bien es cierto que  ejerció de proxeneta y retuvo menores,  el caso que estalló en 1912 (uno más de los casi doscientos que se produjeron ese año) sirvió en una época políticamente convulsa y alentado por la prensa sensacionalista para distraer la atención de los problemas reales de la población y al mismo tiempo ocultar un caso de corrupción de menores que habría salpicado autoridades y personajes de la burguesía barcelonesa de principios del siglo XX.

Textos del auca de "La secuestradora "

El monstruo que veis aquí
es la Enriqueta Martí

Ya en su tierna mocedad 
mostraba su crueldad 

Crecía la jovenzuela 
sin pisar nunca la escuela

Entre jaleos metida 
lanzose a la mala vida 

Se dedica con constancia
a pervertir a la infancia 

Para su comercio vil 
tenía cómplices mil 

Por despistar a las gentes 
vive en sitios diferentes

Desde San Feliu a Palma
corre esta mujer sin alma 

No satisfecha, la fiera,
hasta hace de curandera 

Con grasa de criaturas 
hace ungüentos para unturas 

Sacro ,coxis y costillas
esconde en las buhardillas 

No sabe que hacer de un hueso 
y lo envuelve en un Progreso 

Por fin, se descubre un día 
que a una muchacha escondía 

Un cura y un colchonero
alzan el grito primero 

Cuando a la cangrí la llevan 
las mujeres se sublevan 

Habla la niña Angelita
y aun más el pueblo se irrita 

Con tanto y con tanto hueso 
se arma un lío muy espeso 

Señores encopetados 
se ven en él complicados 

En un pozo ¡santo cielo! 
se encuentran matas de pelo 

Dentro de ollas y pucheros 
se hallan huesos verdaderos 

Por no hacer revelaciones 
finge grandes convulsiones 

Muchos creyéndola muerta 
ya se abocan a la puerta 

Casi acabado el proceso 
nos salen con otro hueso 

Más, por fin, la ciencia opina 
que son todos de gallina

Continuará...

Fuentes: Ogros, cocos y hombres del saco- Jesús Callejo-Editorial Atanor / Los diarios de Enriqueta Martí- Editorial Morales y Torres / Los misterios de los crímenes – Pedro Palao Pons- Editorial de Vecchi/ Desmontando el caso de La Vampira del Raval Misoginia y clasismo en la Barcelona modernista- Elsa Plaza - Icaria Editorial / Vampirismo ibérico. Bebedores de sangre, sacamantecas y curanderos --Salvador García Jiménez --Editorial Melusina.

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