Tatuajes polinesios
Los tatuajes son una técnica de ornamentación corporal de significación diversa (religiosa, social, guerrera), El origen exacto de la palabra tatuaje es incierto; se dice que deriva de la palabra "ta" del polinesio «golpear» o de la antigua práctica de hacer tatuajes , como ritual tradicional usando un hueso contra otro en la piel, con el consiguiente sonido «tatau». Las herramientas del tatuaje tradicional polinesio constan de un peine con dientes de hueso o de escama de tortuga, fijado en un mango de madera, que son mojados en una tinta a base de carbón de nuez diluída en aceite o en agua. Los dientes son colocados sobre la piel mientras el tatuador golpetea el mango con otra vara de madera, así provocando la incisión en la piel y la penetración de la tinta. La palabra tatau – que está al origen de la palabra tatuaje – es la onomatopéya de este golpeteo rítmico. El vocablo samoano "tatau", del que descienden tatuaje y "tatoo", fue registrado por primera vez en 1771 por Joseph Banks, cuando formaba parte de una expedición por el Pacífico del explorador británico James Cook.Los marineros de Cook, aprendieron el arte del tatuaje y lo practicaban a bordo. comenzando la tradición de hombres de mar tatuados.
Aunque varias sociedades tradicionales como India y Japón practicaban los grabados en el cuerpo, los tatuajes que realmente impactaron a los "occidentales" fueron aquellos que los exploradores descubrieron entre los polinesios. Los tatuajes más frecuentes son los realizados con agujas impregnadas de pigmento insoluble, que mediante repetidas punciones, introducen el colorante en la profundidad de la dermis quedando una coloración permanente.
Los tatuajes actuales presentan una gran diferencia con los que podían verse hace 30-40 años . Estas diferencias posiblemente se deben al rechazo social y cultural que ciertas personas pueden experimentar ante los tatuajes. Hace años, los tatuajes eran reveladores de pertenecer a ciertos grupos sociales como marineros o legionarios, muchos de ellos realizados durante el servicio militar, y marginales como presidiarios o prostitutas. En los años setenta se incorporaron los consumidores y traficantes de ciertas drogas.
En las cárceles, tatuarse era una práctica común. Muchos reafirmaban su personalidad tatuándose su propio nombre. Mención aparte merecen los punto tatuados en la parte superior de la mano, entre los dedos pulgar e índice. Un punto es un tatuaje típico de drogadictos y presos, un símbolo de odio hacia la policia; tres puntos formando un triángulo , el llamado sexo, droga y rock and roll. Cuando hay cuatro puntos y un punto en el medio, se trata de un tatuaje carcelario: los cuatro puntos hacen referencia a las paredes de la cárcel y el del medio es el preso. Hay quien lo asocia a homicidios u otros crímenes. Otras veces dicen que es el policía rodeado por ellos, cuando salen en libertad.
Federico IX de Dinamarca
Pero había excepciones en la clase social de los tatuajes. Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona y padre del actual Rey de España, muy aficionado al mar, llevaba tatuajes en el brazo, al estilo marinero. Los tatuajes no eran raros entre la aristocracia. Federico IX de Dinamarca, el rey Olav V de Noruega con el cuerpo totalmente tatuado, respetando sólo las zonas corporales no cubiertas por el uniforme militar. También cabría citar a Jorge V de Inglaterra, Winston Churchill (ancla), el zar Nicolás II o John F. Kennedy… Y, por supuesto, también deben tenerse en cuenta los tatuajes rituales de los samuráis japoneses. También el actor Sean Connery lleva tatuado «Scotland forever».
Tatuaje religioso
Los tatuajes de antes presentaban por otra parte mucha menos variación que los actuales y los temas eran fáciles de clasificar: Amor (corazones, «Amor de madre», nombre de la pareja), eróticos (en general mujeres desnudas), patrióticos o militares (escudos nacionales o de cuerpos militares como la legión, lemas), religiosos (crucifijos, vírgenes, biblias…), la faz de Cristo coronado de espinas era un tatuaje religioso típico de los tatuajes de antaño que ahora vuelve a verse con cierta frecuencia, onomásticos (nombres propios o de la persona amada), drogas: en los últimos años del periodo aludido aparecieron alusiones a drogas. Algunos lucían jeringas en el brazo o la inscripción «LSD», puntos: el simbolo de puntos en la mano entre los dedos pulgar e índice solía asociarse con la delincuencia, ideológicos: como el símbolo de la paz y otros similares.
Los tatuajes de antaño raramente se realizaban con tintas de colores y casi siempre eran de tinta china negra (que se ve azulada por el efecto Tyndall de la piel). Aún hoy predomina el negro y sigue siendo el más frecuente. La realización de los tatuajes era manual y artesanal (con tres agujas y tinta china) Algunos eran realizados por tatuadores no profesionales. El resultado era un diseño menos estético pero irrepetible. Por otra parte, en general el pigmento estaba situado a menor profundidad en la dermis. En cualquier caso los tatuajes de esa época tenían características comunes que los diferenciaban claramente de los de ahora: pertenecían a capas más bien marginales, su lectura ideológica y social era fácil y evidente, y su técnica era más artesanal y primitiva. En nuestro país (no así en Reino Unido o los países escandinavos) solían ser monocromos.
Actualmente más que una forma de «decorar» el cuerpo, el tatuaje se ha convertido en una forma de expresión de la cultura actual. Con el tatuaje la persona quiere decir algo más de él y resaltar esa parte del cuerpo donde se lo hace. En la última década del siglo xx apareció un cambio radical en los tatuajes. Las nuevas técnicas con máquinas de tatuar posibilitan la práctica de tatuajes en grandes superficies, con una realización más artística, sombreados y colores, y han aparecido establecimientos profesionales en gran número. La juventud toma el tatuaje como un símbolo distintivo generacional y se distingue así de las generaciones anteriores. La vinculación que antes tenía el tatuaje con grupos marginales y el rechazo generalizado que provocaba en la sociedad burguesa ha facilitado que se lo tome como una práctica provocativa y transgresora. Los temas son variados, y ya no simbolizan lo mismo que antes. La gran gama de motivos y diseños hacen del tatuaje una especie de definición personal especificando simbología, aficiones, tendencias, modo de vida o ideología de cada uno de los tatuados.
El tatuaje del siglo XXI es, pues, una forma de tarjeta de presentación del individuo, la representación de su personalidad20. Incluso hay quien se tatúa códigos de barras con su carnet de identidad. Pero la forma de definirse varía mucho. Desde dibujos animados a retratos de personajes admirados, desde alusiones a animales preferidos, totémicos o zodiacales a calaveras y alusiones a la vida y la muerte. La lectura de los tatuajes es hoy de una gran complejidad y a veces se debe conocer los códigos para hacerlo correctamente. A veces, el propio tatuado quiere mantener el tatuaje en un simbolismo críptico, que sólo el círculo de sus amigos o determinadas personas comprendan. Nombres escritos con caracteres chinos, árabes o indios; códigos de barras; simbolismos indirectos, más o menos elaborados.
Puede que sea un simbolismo inconsciente o que esté reservado sólo a la intimidad. Sin embargo, hay que aceptar que en algunos casos realmente no tiene ningún significado y el tatuaje simplemente se ha sacado de forma irreflexiva de un catálogo o se ha hecho por imitación de algun personaje famoso. La parte que se va a tatuar debe ser elegida cuidadosamente y no suele dejarse al azar. Algunos tatuadores expertos desaconsejan hacerse los primeros tatuajes en zonas como la cara o el cuello, y recomiendan hacerlo en zonas normalmente cubiertas por la ropa. Esto tiene sentido especialmente si se piensa ingresar en algún cuerpo policial donde los tatuajes visibles están estrictamente prohibidos, ya que pueden ser identificatorios cuando se está fuera de servicio. Pero también los tatuajes visibles pueden dificultar ciertos trabajos o crear rechazo social en otros, debido a la importancia de la tatuofobia en ciertos ambientes.
Son muy típicos los tatuajes en un tobillo, casi exclusivos de las mujeres . Casi la mitad de los varones eligen los brazos. Probablemente, la elección se explica porque es una zona visible (aunque fácil de ocultar si se desea) que ofrece una superficie lisa y fácil de tatuar. Además es una zona paradigmática en cuanto a fuerza muscular (bíceps). Otras zonas de elección, aunque a mucha distancia de la anterior, son las piernas y la espalda (10%), que ofrecen criterios similares a los citados. Entre las mujeres, los tatuajes más frecuentes son también los brazos y la espalda (, si bien es de notar que, mientras los tatuajes en la espalda son más del doble de los tatuajes en esta zona entre los varones, sucede justo al revés en los tatuajes en los brazos. Entre las mujeres, además, los tatuajes en los tobillos son bastante frecuentes a diferencia de los varones , y también son frecuentes los de la zona lumbar, especialmente los tribales . En esta localización los tatuajes son frecuentes en las mujeres a pesar del riesgo que puede correrse en caso de necesitarse anestesia epidural, ya que las graves consecuencias que pueden producirse si se arrastra pigmento al canal raquídeo desaconsejan la punción lumbar en estos casos. Por último, otra diferencia es la mayor incidencia de tatuajes en manos, dedos y muñecas en las mujeres.
Los tatuajes, históricamente, tuvieron una función de integración social: eran un distintivo de pertenencia a un grupo cultural, de integración en él. En cambio, en la actualidad ese significado se ha invertido. La sociedad burguesa adulta rechaza el tatuaje, que considera signo de marginalidad. Los burgueses adultos siguen relacionando el tatuaje como lo que fue hace 30 años: una marca de presidiarios, legionarios, prostitutas, marinos, hampones, un estigma de marginalidad.
Pero el tatuaje ha sido tomado por los jóvenes para distinguirse como grupo. En ese contexto, el tatuaje no es una práctica cultural heredada, sino una práctica cultural adoptada. Los jóvenes se tatúan para diferenciarse, y no como antes para añadirse al grupo hegemónico, sino para segregarse de él y constituir un grupo con identidad propia diferenciado de las generaciones precedentes. Los tatuajes, pues, pretenden evadir el control social que pesa sobre el cuerpo . A través del tatuaje, los jóvenes encuentran una nueva vía de expresión, un modo de alejarse de una normalidad que no les satisface. Quieren gestionar su propia imagen y apoyarse en el grupo de sus pares. La marca les permite apropiarse de su cuerpo que evidencia la «exclusión» de la que el sujeto es objeto. El tatuado aparece como autoestigmatizado, ante una sociedad que lo juzgará, lo clasificará y lo rechazará; usando el tatuaje como una provocación que pone de manifiesto los prejuicios sociales. Los jóvenes optan así por la mutación de sus propios cuerpos: piercings, tatuajes y, los más atrevidos, incrustándose placas de metal, recortándose las orejas o partiéndose la lengua. Esta metamorfosis corporal, perdurable, expresa la resistencia contra un sistema que ha hecho precisamente de lo evanescente, lo descartable y lo desechable uno de sus valores predilectos.
Ante una sociedad que vive pendiente de modas efímeras que intentan imponer a los jóvenes, la permanencia de los tatuajes se alza como el estandarte del nuevo grupo, creado por oposición al anterior. La sociedad hegemónica da una gran importancia a la imagen. La imagen y la apariencia permiten deducir la identidad. Una identidad normal es la que se ajusta a las normas, que tambien definen la conducta. Pero los jóvenes urbanos tienen su propia estética, y han elaborado su transformación corporal frente a las normas estéticas generales. El canon estético impuesto por la sociedad adulta queda subvertido y transgredido. El tatuaje es pues, en la sociedad actual, un fenómeno trasgresor, de diferenciación y rebeldía, elemento de desintegración social, de diferenciación de la sociedad hegemónica. No obstante, al mismo tiempo es un fenómeno de integración, expresión identitaria y pertenencia a su propio grupo. Por lo tanto, son elementos duales: signos de inclusión en determinado grupo y de exclusión del mundo social más amplio. «Consiste, en términos simbólicos, en el establecimiento de un círculo, claramente delineado, que aúna a los que están dentro y separa a los que quedan fuera de él. Crean, pues, dos identidades, la propia y la ajena». Se transforma así en una barrera, en una frontera visible entre los dos grupos. La persona se tatúa por que le gusta, por mimetismo con las personas con que hay más relación («a mi novia le gustan», «mi mejor amigo se hizo uno») o de tendencia general («está de moda, los lleva todo el mundo»).
Los tatuajes tienen una cualidad ambivalente. Son signos de inclusión en determinado grupo y de exclusión del mundo social más amplio. Frecuentemente los tatuajes se realizan en determinados momentos de la vida. Eso no quiere decir que los tatuajes puedan hacerse en cualquier momento (y de hecho así es para las personas adictas al tatuado). Pero muchas veces tienen lugar coincidiendo con diversos hechos biográficos, de cierta importancia subjetiva para el tatuado, con crisis, duelos o momentos de cambio. El primer tatuaje puede constituir un ritual de paso una iniciación a la edad adulta, que suelen realizarse suelen realizarse entre amigos o en el periodo militar. La práctica del tatuaje tiene todos los componentes para ser considerado un rito de paso: paso de niño a adolescente o de adolescente a adulto, aceptación por parte de una comunidad (la juvenil), cierta dosis de sufrimiento, perdurabilidad del ritual, liturgia. de amistad o parentesco, de pertenencia a un grupo para siempre.
En conjunto, podemos sacar las siguientes conclusiones:
A pesar de que no son privativos de la juventud, los tatuajes son actualmente característicos de una determinada franja de edad (menos de 25 años).
El primer tatuaje se realiza, en dos tercios de los casos, antes de esa edad.
El tatuaje debe de interpretarse, pues, como una marca de exclusión social (diferenciación del mundo de los adultos) y de integración entre pares (los jóvenes de la misma generación).
Son frecuentes los politatuados (más de 2/3). En general, quien se hace un tatuaje suele hacerse más.
Muchos de los tatuajes tienen un fuerte simbolismo (de muy diferente índole), que suele reflejar algunos aspectos de la personalidad del tatuado. Los códigos simbólicos varían mucho de una persona a otra (y de un grupo social a otro) y a veces presentan cierta complejidad de lectura. No obstante, una parte importante de los tatuajes (cerca de un 20%) tiene una función de mera ornamentación corporal.
Los tatuajes suelen realizarse coincidiendo con grandes crisis (adolescencia, rupturas, trabajos nuevos o nuevos amores, nacimientos, muertes, etc.).
No se constatan diferencias de sexo, pues hay igual número de mujeres que de varones. Los símbolos y la localización de los tatuajes, en cambio, varían de un sexo a otro.
Hay cierta tendencia a encriptar los nombres de los amantes, con letras de alfabetos exóticos en previsión de posibles rupturas.
A pesar del perfeccionamiento de las técnicas y la facilidad de tatuar diversos colores, la mayoría de los tatuajes se siguen realizando en la actualidad con tinta negra (70%).
Un mundo aparte , que merece una entrada monográfica, lo constituyen los tatuajes de presos de distintos lugares del mundo o miembros de bandas organizadas ( yakuzas japoneses, triadas chinas, maras latinas, mafias rusas,...) , que cargados de simbología, se convierten en una parte importante del uniforme de un recluso, manifestando en imágenes sobre su cuerpo no solo el delito por el que están allí, sino también su jerarquía y como forma de advertencia y comunicación con el resto.
Fuentes :Tatuajes : Un estudio antropológico y social - Xavier Sierra Valentí -Centro Dermatológico Skin ,Terrasa.,Barcelona / 1000 Tatuajes HC (Bibliotheca Universalis) Editorail Taschen
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