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31 de julio de 2018

EL ÁRBOL DEL AMOR

El Cercis siliquastrum, conocido como el “árbol del amor”, no es de gran tamaño, no da frutos deliciosos y sus flores ni siquiera desprenden un olor embriagador, pero es sin duda uno de los árboles más míticos y bellos. 

Sus hojas, algo arriñonadas, adquieren la forma de un corazón “casi perfecto”, algo resondeadas y rechonchas pero sumamente curiosas. Pero hay más, sus flores de un color rosa violáceo aparecen por millones sobre sus ramas, y, además, siempre lo hacen cuando el árbol aún no tiene hojas, con lo que consiguen que el efecto de la floración sea aún más densa y notable. Le ocurre lo mismo que al almendro, que también florece antes de desarrollar sus hojas, para así favorecer la polinización y la fecundación. 

Se puede decir que se trata de un árbol que quiere ser tan bello en su florecer que echa flores allí donde puede y por todos lados, cubriendo casi por completo toda la superficie del árbol. Además sus flores son olorosas y sumergen al árbol en una nube rosada de dulce y atractivo aroma. 
El fruto del árbol es una legumbre seca de color marrón rojizo, pues no en vano este árbol es una leguminosa. Su fruto es como el de un algarrobo, pero mucho más pequeño, por lo que también se le conoce como algarrobo loco.  Sus hojas pueden comerse como verdura o en ensalada, y sus yemas florales se usan como condimento sucedáneo de las alcaparras. En ciertos lugares de Francia, sus hojas, de cierto gusto ácido, se comen en ensaladas y escabeches. 

El árbol del amor es originario del Mediterráneo oriental, penetrando incluso hacia Asia Menor y llegando a Persia y Crimea. Dado que crece espontáneo en numerosas zonas, resulta sumamante difícil precisar su origen natural o introducido, aunque existen versiones que indican que su llegada a Europa tuvo lugar en la época de las cruzadas , en el año 1200, y su primer destino fue Francia, desde donde se extendió rápidamente al resto del continente, apareciendo frecuentemente en los herbarios del sigo XVI y XVII


Tal es su belleza, que se dice que ni los insectos osan comerse sus hojas, por lo que está libre de cualquier tipo de plaga causada por éstos. Sin embargo el hombre sí que ha sabido sacar provecho, y no duda en contar sus ramas para leña y sus hojas para dar de comer al ganado.


Pero si el hombre ha osado servirse de él, también ha pagado su osadía. La leyenda cuenta que Judas Iscariote, el traidor de Jesucristo, se colgó en un árbol del amor, aunque otras versiones dicen que fue una higuera, como castigo a su acción. Por ello también se le conoce como “árbol de Judas”, atribuyendo  su crecimiento algo encorvado al peso de Judas al ahorcarse, y  la forma de sus frutos  asemejarse a las monedas que éste recibió por su traición.  Sin embargo el nombre se debe a una mala transcripción de otro de sus nombres, “árbol de Judea”, de donde se supone que es originario.

Fuente: Botánica mágica y misteriosa-José Antonio López Sáez- Ediciones Mundi-Prensa

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