Hay quien piensa que comer debería ser un acto íntimo, realizado fuera de la vista de los demás, un ritual físico tan necesario, vergonzante y satisfactorio como el de evacuar. Otros convierten el momento de comer en una demostración de sus conocimientos y habilidades que en ocasiones puede ser pedante o cargante. Algunas personas son simplemente maleducadas. Son los malos compañeros de mesa. Afortunadamente son los menos, pero ¿quién no ha pensado “tierra trágame” cuando se ha visto obligado a compartir mesa con alguno de estos elementos?
Comer en grupo puede ser una experiencia enriquecedora y estupenda o un momento para olvidar, depende de la compañía. Puede que el restaurante, el ambiente y la comida sean excelentes pero que no podamos disfrutar del todo porque nos encontremos con un mal compañero de mesa. Los malos compañeros de mesa, con los que seguro alguna vez nos hemos encontrado, pueden tomar mil formas diferentes, aunque comúnmente pueden incluirse en una tipología que se repite internacionalmente con ligeras variaciones adaptadas a las costumbre sociales de cada lugar.
25 tipos de malos compañeros de mesa
No son todos los que son pero son todos los que están
No son todos los que son pero son todos los que están
1. El enólogo. Agita la copa como una redoma, introduce la nariz en ella, examina el color del vino, alaba el rubí de su tono y pone cara de asno pomposo al probarlo. Luego alaba la añada de 2009, critica la de 2008 y te recomienda ese tinto ecológico que elaboran en un pueblo ignoto de Extremadura. Dan ganas de pedir Casera. Y echársela en la copa.
2. El pedante. Es una persona engreída y que hace inoportuno y vano alarde de erudición , téngala o no en realidad, y la única posibilidad para sobrevivir a ellos es la huida. Por esto, el pedante de a pie prefiere espacios y momentos con obstáculos para la huida de la víctima, como por ejemplo las comidas con víctimas a su alrededor sin posibilidad de escapatoria hasta la despedida. No le interesa enseñar sino demostrar lo que sabe y llega a provocar bostezos y dolor de cabeza a quien se ve obligado a escucharle.
3. El comedor cosmopolita.Ha probado en no-sé-dónde el ano frito de pato, comido hígado crudo de yak cuando anduvo de trekking por Nepal y degustado carne de perro en la Corea en la que se come. Y por supuesto, lo cuenta todo en la cena, rematando tras cada relato: “Es una cuestión cultural”. Intentará tirarse a alguien tras las copas.
4. El tocapelotas. “¿Podría ser con ensalada en vez de con patatas? Y que no esté fría la lechuga. ¿Y en vez de salmón podría ser pez espada? ¿Tienen pan integral? Bueno, tráigame una ensalada mixta, sin atún y con el huevo duro sin yema”.
5. El gritón. Otro ejemplar típicamente hispano. Cuando se congregan varios en un mismo recinto (lo que sucede demasiado a menudo) convierten cualquier salón en antesala del infierno.
6. El generoso.“¿Queréis probar?”, pregunta. Y si hay catorce a la mesa, catorce veces que lo preguntará.
7. El robacomida. Prueba lo de todos. Varias veces. Y cuando se piden postres para compartir, es la viva imagen de una hiena del Serengeti.
8. El mudo. Bebe, deglute y no abre el pico, como si estuviera en un refectorio cartujo. Inquietante.
9. El ruidoso. Sorbe la sopa, y cuando mastica casi podrías oír a la ternera que se está comiendo mugir pidiendo piedad. Cuando acaba, se estira, y un leve (cortesía que no falte) regüeldo remata la faena.
10. El que hace fotos de la comida. Sin parar (¿es que no ha visto un langostino en su vida?). Y las instagramea y cuelga de inmediato porque si no, no ha comido.
11. El adicto al WhatsApp. No para de teclear, y mira más su teléfono que el plato. No tiene ningún problema e n interrumpir una conversación para contestar cualquier llamada que recibe. Es igual que comer con un mecanógrafo maleducado.
12. El de la tele. Lo único que está a la mesa es su culo. Sus ojos y su vida están en aquella pantalla de la esquina, aunque no tenga volumen.
13. El cotilla.Vale que los de tu mesa pueden ser comensales aburridos, pero si vas a estar más pendiente de las mesas de alrededor que de la tuya, ten la decencia de disimular.
14. El huelemal. Todo le sabe o huele mal. Todo lo hace mejor su madre. Todo se prepara de otra forma. Todo lo ha probado mejor en otro sitio. Y nunca ha elegido el restaurante donde estáis, claro.
15. El coleguita del camarero. El camarero es un profesional al que hay que tratar con respeto y educación. Pero darle pie a contar media hora de anécdotas, eso no.
16. El rebañapropinas. “Habéis dejado demasiado”, dice. Y arrambla con las monedas. “Para el bote”, concluye.
17. El del palillo de dientes. Aún queda personal que se hurga la piñata al terminar de comer, café y chupito mediante. Representan a la España eterna.
18. El tópico apostillador. “No es tan caro, al final son los vinos y los postres los que suben la cuenta”. Y así cena tras cena, comida tras comida.
19. El coprófilo retórico. No es que se coma la mierda (esperemos), pero rara es la comida en la que no acaba hablando de diarreas, empachos y vomitonas. Abunda.
20. Las parejas sobonas. A retozar, a casa. Estáis cenando con más gente.
21. Las parejas de bronca. Lo más temible, cuando uno de sus miembros te pregunta en plena refriega: “¿Verdad que llevo razón?”.
22. Las parejas en guerra fría. Casi peor que lo anterior. La tensión puede cortarse con un cuchillo y tú comerás como los pavos para poder huir cuanto antes.
23. El maniático. Cambia los cubiertos seis veces de sitio antes de empezar a comer. Dobla la servilleta de una forma muy particular. Cuando echa sal lo hace con cuatro enérgicos golpes de muñeca, ni más ni menos. Remueve el café con la cucharilla metódicamente (dos veces a la izquierda, tres a la derecha; dos veces a la izquierda, tres a la derecha). Del pan solo se come la miga, y hace montoncitos con la corteza.
24. El mal bebedor. Lo descubres tarde, cuando ya te ha derramado una copa encima y está tirándole los trastos a tu pareja contigo delante. Algun@s hacen cosas que para su vergüenza verán en vídeos grabados por algún comensal perverso,
25. El evangelizador. Ha dejado de comer esto o lo otro por convicción y se pasa la comida evangelizando, difundiendo su palabra, intentando convencer a los demás de comer esto o no comer lo otro. El momento de pedir puede eternizarse con uno de ellos en la mesa.Fuentes: http://www.comidasmagazine.com / https://www.yorokobu.es
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