Año 1000 a.c
CAZADORES RECOLECTORES VS. AGRICULTORES
El Homo sapiens se extendió desde África oriental a Oriente Próximo, hasta Europa y Asia, y finalmente hasta Australia y América; pero, dondequiera que fuera, los sapiens continuaron viviendo , como sus antecesores durante 2,5 millones de años, también en forma nómada y mediante la recolección de plantas silvestres y la caza de animales salvajes que vivían y se reproducían sin su intervención.
La revolución agrícola/ neolítica
Todo cambió hace unos 10.000 años, cuando los sapiens empezaron a dedicar casi todo su tiempo y esfuerzo a manipular la vida de unas pocas especies de animales y plantas, sembrando semillas, regando las plantas, arrancando malas hierbas del suelo y conduciendo a animales domesticados a los mejores pastos, pensando que estas tareas les proporcionarían más frutos, grano y carne y con menos esfuerzo. Fue una revolución del modo de vida en el que vivían los humanos, conocida como la revolución agrícola/neolítica.
Se denomina revolución neolítica a la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasa de ser de nómada a sedentaria y de tener una economía recolectora ( caza, pesca y recolección) a economía productiva ( agricultura y ganadería) , proceso que tuvo lugar hace más de 9000 años como respuesta a la crisis climática que se produce en el comienzo de un período geológico caracterizado por el progresivo aumento de la temperatura del planeta y por el incremento del deshielo. tras la última glaciación y que corresponde al paso del período Paleolítico (piedra tallada) al Neolítico (piedra nueva).
Origen de las plantas y animales domesticados
La transición a la agricultura
La transición a la agricultura se inició alrededor de 9500-8500 a.C. en los fértiles valles del sudeste de Turquía, el oeste de Irán y el Levante, lentamente y en un área geográfica restringida. El trigo y las cabras se domesticaron aproximadamente hacia 9000 a.C.; los guisantes y las lentejas hacia 8000 a.C.; los olivos hacia 5000 a.C.; los caballos hacia 4000 a.C., y la vid en 3500 a.C. Algunos animales y plantas, como los camellos y los anacardos, se domesticaron incluso más tarde, pero en 3500 a.C. la principal oleada de domesticación ya había terminado.
Aunque los especialistas durante mucho tiempo habían creído que la agricultura se extendió desde un único punto de origen en Oriente Próximo hasta los cuatro extremos del mundo, en la actualidad están de acuerdo en que en otras partes del mundo surgió también la agricultura, pero no porque los agricultores de Oriente Próximo exportaran su revolución, sino de manera completamente independiente.
Los pueblos de América Central domesticaron el maíz y las habichuelas sin saber nada del cultivo del trigo y los guisantes en Oriente Próximo. Los sudamericanos descubrieron cómo cultivar patatas y criar llamas, ignorantes de lo que ocurría tanto en México como en el Levante. Los primeros revolucionarios en China domesticaron el arroz, el mijo y los cerdos. Los primeros jardineros de Norteamérica fueron los que se cansaron de registrar el sotobosque en busca de calabacines comestibles y decidieron cultivar calabazas. Los habitantes de Nueva Guinea domesticaron la caña de azúcar y los plátanos, mientras que los primeros granjeros de África occidental produjeron el mijo africano, el arroz africano, el sorgo y el trigo conforme a sus necesidades.
Así, de acuerdo con lo establecido por Nikolai I.Vavilov , se identifican las siguientes 8 zonas como centros de origen de las especies de cultivo en donde se inició su proceso de domesticación, selección y mejoramiento y donde aún se encuentran parientes silvestres de dichas especies:
1. China
2. India
3. Región Indo-Malaya
Asia Central, incluyendo Pakistán, Punjab, Kashmir, Afganistán y Turkestán
4. Cercano Oriente
5. Mediterráneo
6. Etiopia
7. Sur de México y Centroamérica
8. Sudamérica
Ecuador, Perú, Bolivia
Chile
Brasil-Paraguay
Desde estos puntos focales iniciales, la agricultura se extendió por todas partes, y en el siglo I a.C., la inmensa mayoría de las personas en la mayor parte el mundo eran agricultores. Las revoluciones agrícolas en Oriente Próximo, China y América Central no se produjeron en cambio en Australia, Alaska o Sudáfrica, por la sencilla razón de que la mayoría de las especies de plantas y animales no se podían cultivar ni domesticar. Los sapiens podían extraer del suelo deliciosas trufas y abatir mamuts lanudos, pero domesticar estas difíciles especies estaba fuera de sus posibilidades.
De los miles de especies animales y vegetales que nuestros antepasados cazaban y recolectaban, solo unas pocas eran candidatas adecuadas para ser domesticadas o cultivadas ,recogidas y almacenadas. Estas pocas especies vivían en lugares concretos, y en esos lugares fue donde tuvieron lugar las revoluciones agrícolas.
EL MAYOR ERROR DE LA HISTORIA HUMANA
La revolución agrícola fue el mayor error de la historia humana. Los responsables no fueron reyes, ni sacerdotes, ni mercaderes, sino un puñado de especies de plantas, entre las que se cuentan cereales como el arroz, el maíz y el trigo. Fueron estas plantas las que domesticaron a Homo sapiens, y no al revés
El ejemplo del trigo
Tomando como ejemplo el papel del trigo en la revolución agrícola , sabemos que hace 10.000 años, el trigo era solo una hierba silvestre, una de muchas, confinada a una pequeña área de distribución en Oriente Próximo, que al cabo de solo unos pocos milenios, crecía por todo el mundo convirtiéndose en una de las plantas de más éxito en la historia de la Tierra.
Durante estos largos milenios, los humanos comían ocasionalmente granos de trigo, pero esto era una parte marginal de su dieta. Hace unos 18.000 años, la última época glacial dio paso a un período de calentamiento global. A medida que aumentaban las temperaturas, también lo hicieron las precipitaciones. El nuevo clima era ideal para el trigo y otros cereales de Oriente Próximo, que se multiplicaron y se expandieron. La gente empezó a comer más trigo, y a cambio y sin darse cuenta extendieron su expansión.
Puesto que era imposible comer granos silvestres sin aventarlos previamente, molerlos y cocerlos, las gentes que recogían estos granos los llevaban a sus campamentos temporales para procesarlos. Los granos de trigo son pequeños y numerosos, de modo que algunos caían inevitablemente en el camino al campamento y se perdían. Con el tiempo, cada vez más trigo creció a lo largo de los senderos favoritos de los humanos y alrededor de sus campamentos. Cuando los humanos quemaban bosques y malezas, esto también ayudaba al trigo. El fuego eliminaba árboles y matorrales, lo que permitía que el trigo y otras hierbas monopolizaran la luz solar, el agua y los nutrientes.
Allí donde el trigo se hacía particularmente abundante, y también lo eran los animales de caza y otras fuentes de alimento, pequeños grupos podían abandonar de manera gradual su estilo de vida nómada y establecerse en campamentos estacionales e incluso permanentes.
El Homo sapiens que había vivido una vida relativamente sencilla y adecuada a sus necesidades cazando y recolectando hasta hace unos 10.000 años, empezó a invertir cada vez más esfuerzos en el cultivo del trigo, y en un par de milenios, los humanos de muchas partes del mundo hacían poca cosa más que cuidar las exigentes plantas de trigo desde la salida hasta la puesta de sol,
Al trigo no le gustan las rocas y los guijarros, de manera que los sapiens se partían la espalda despejando los campos. Al trigo no le gusta compartir su espacio, agua y nutrientes con otras plantas, de modo que hombres y mujeres trabajaban durante largas jornadas para eliminar las malas hierbas bajo el sol abrasador, aportando agua de manantiales y ríos para regarlo. El trigo enfermaba, de manera que los sapiens tenían que estar atentos para eliminar gusanos y plagas como la roya, y se hallaba indefenso frente a otros organismos a los que les gustaba comérselo, desde conejos a enjambres de langostas, de modo que los agricultores tenían que vigilarlo y protegerlo.
Allí donde el trigo se hacía particularmente abundante, y también lo eran los animales de caza y otras fuentes de alimento, pequeños grupos podían abandonar de manera gradual su estilo de vida nómada y establecerse en campamentos estacionales e incluso permanentes.
Pero el cuerpo de Homo sapiens no había evolucionado para estas tareas. Estaba adaptado a trepar a los árboles y a correr tras las gacelas, no a despejar los campos de rocas ni a acarrear barreños de agua. La columna vertebral, las rodillas, el cuello y el arco de los pies pagaron el precio. Los estudios de esqueletos antiguos indican que la transición a la agricultura implicó una serie de dolencias, como discos intervertebrales luxados, artritis y hernias, que antes apenas existían .
Además, las nuevas tareas agrícolas exigían tanto tiempo que las gentes se vieron obligadas a instalarse de forma permanente junto a sus campos de trigo. Esto cambió por completo su modo de vida y le ocasionó más problemas que beneficios individuales . Desde luego, no le ofreció una dieta mejor.
Recordemos que los humanos son simios omnívoros que medran a base de una amplia variedad de alimentos. Los granos suponían solo una pequeña fracción de la dieta humana antes de la revolución agrícola. Una dieta basada en cereales es pobre en minerales y vitaminas, difícil de digerir y realmente mala para los dientes y las encías.
Mientras que los agricultores se concentran en cultivos ricos en carbohidratos, como el arroz el trigo o el maíz, la mezcla de plantas y animales silvestres , las dietas de los cazadores/recolectores proporcionan más proteínas , mejor equilibrio de nutrientes en general y mayor garantía de disponer de alimento.
Los cazadores recolectores disponían de decenas de especies para sobrevivir, y por lo tanto podían resistir los años difíciles incluso sin almacenes de comida conservada. Así ,si la disponibilidad de una especie se reducía, podían recolectar y cazar otras especies,mientras que las sociedades agrícolas su ingesta de calorías procede de una pequeña variedad de plantas domésticas, como el trigo, el maíz o el arroz, y si las lluvias fallaban o llegaban plagas de langostas o si un hongo infectaba a esa especie alimentaria básica, la consecuencia era que faltos de esos alimentos murieran de hambre.
Cazadores recolectores - Agricultores
Los especialistas proclamaban antaño que la revolución agrícola fue un gran salto adelante para la humanidad y según sostenían fue debido a la evolución humana y el aumento de su inteligencia , que finalmente les permitió descifrar los secretos de la naturaleza, y con ello amansar y domesticar a algunos animales y cultivar algunas plantas, y en cuanto esto ocurrió, los cazadores recolectores abandonaron su modo de nómada vida agotadora, peligrosa y a menudo espartana para convertirse en sedentarios agricultores para disfrutar de una vida mejor con mucho menos esfuerzo .
Pero este relato es una fantasía. Los cazadores-recolectores conocían los secretos de la naturaleza mucho antes de la revolución agrícola, puesto que su supervivencia dependía de un conocimiento cabal de los animales que cazaban y de las plantas que recolectaban. Y lo cierto es que aunque ciertamente la revolución agrícola amplió la suma total de alimento a disposición de la humanidad a costa de un durísimo trabajo, el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor ni en una vida más fácil, sino en explosiones demográficas y aparición de una sociedad jeraquizada, dejando a los agricultores con una vida generalmente más difícil que la de los cazadores recolectores, que trabajaban menos, pasaban el tiempo de maneras más estimulantes y variadas, con mejor alimentación y con menos peligro de padecer hambre y enfermedades.
La realidad es que fueron muchas las nefastas consecuencias de la "revolución agrícola" para el ser humano, como por ejemplo el empeoramiento de su alimentación y salud, la superpoblación, la falta de tiempo libre ( los cazadores recolectores sólo dedicaban unas pocas horas al día a conseguir sustento pero la mayor parte de los agricultores trabajaban (y trabajan) de sol a sol para conseguir arrancarlos productos a la tierra) , el establecimiento de clases sociales y la aparición de una sociedad jerarquizada (en una horda de cazadores-recolectores cada cual se busca su sustento porque no existe la acumulación, un estorbo cuando se trasiega de un lugar a otro buscando alimento. Estos grupos tienden a ser igualitarios y no tiene más jerarquías organizativas sin privilegio alguno que las que exige la caza, mientras que los campesinos trabajan incansablemente de sol a sol en los campos, los señores, jefes y reyes viven a su costa a cambio de protección por parte de sus guerreros) .
La alimentación y la salud
Los cazadores/recolectores gozaron de una dieta variada, mientras que los primeros agricultores obtuvieron la mayoría de su alimento a partir de uno o muy pocos cultivos ricos en almidón. Ganaron calorías de mala calidad a costa de una nutrición pobre, apenas tres plantas ricas en carbohidratos: trigo, arroz y maíz proporcionan actualmente el grueso de las calorías consumidas por la especie humana, pero cada una de ellas es deficiente en ciertas vitaminas o aminoácidos esenciales para la vida. Mientras que los agricultores se concentran en cultivos ricos en carbohidratos, como el arroz y las patatas, la mezcla de plantas y animales silvestres en las dietas de los cazadores/recolectores proporcionan más proteínas y un mejor equilibrio de nutrientes en general.
Debido a la dependencia de un número limitado de cosechas, los granjeros corrieron el riesgo del hambre si alguna fallaba. Esa mayor capacidad de producir alimentos —y la necesidad de mano de obra para seguir cultivándolos —permitió a la humanidad multiplicarse por 30: de 10 a 300 millones de personas en los primeros 8.000 años de agricultura. Y así, las primeras grandes civilizaciones crecieron y se alimentaron a la orilla de grandes ríos, como el Tigris y el Éufrates, el Nilo, el Indo y el río Amarillo. Pero eso tuvo su precio.
Debido a la dependencia de un número limitado de cosechas, los granjeros corrieron el riesgo del hambre si alguna fallaba. Esa mayor capacidad de producir alimentos —y la necesidad de mano de obra para seguir cultivándolos —permitió a la humanidad multiplicarse por 30: de 10 a 300 millones de personas en los primeros 8.000 años de agricultura. Y así, las primeras grandes civilizaciones crecieron y se alimentaron a la orilla de grandes ríos, como el Tigris y el Éufrates, el Nilo, el Indo y el río Amarillo. Pero eso tuvo su precio.
Por ejemplo, las civilizaciones nacidas dela agricultura de regadío en las cuencas del Indo y el Tigris se desmoronaron debido a la obstrucción de los canales y la salinización de los suelos. Más tarde, esa dependencia de los cereales causó innumerables problemas en la antigua Roma. La urbe sufría hambrunas —y revueltas— cada vez que algún enemigo —interno o externo— bloqueaba los envíos de trigo desde Sicilia o el norte de África. Al otro lado del mundo, la civilización maya del periodo clásico se fue al traste. Y se cree que la causa, probablemente, fue un virus en el maíz. Más tarde, en la Europa medieval, una serie de veranos húmedos fueron el caldo de cultivo perfecto para ciertos hongos que afectaban al trigo, y provocaron una hambruna que mató a millones de personas, al igual que ocurrió con la patata en Irlanda en 1840 . Mientras que los agricultores se concentran en cultivos ricos en carbohidratos, como el arroz y las patatas, la mezcla de plantas y animales silvestres en las dietas de los cazadores/recolectores proporcionan más proteínas y un mejor equilibrio de nutrientes en general.
Además, los animales domésticos en contacto directo con los humanos, les transmitieron en un proceso conocido como zoonosis, una serie de enfermedades infecciosas que incluyen probablemente la gripe, la tuberculosis, el sarampión, la viruela, la tos ferina y las paperas, muchas de las cuales aún sufrimos. Como las poblaciones eran más grandes y sedentarias, los patógenos se propagan más rápidamente y las epidemias se hacen más frecuentes, lo que obligó al sistema inmunitario a adaptarse para sobrevivir a la enfermedad.
En lugar de anunciar una nueva era de vida fácil, la revolución agrícola dejó a los agricultores con una vida por lo general más difícil y menos satisfactoria que la de los cazadores-recolectores
Homo Sapiens. De animales a dioses - Yuval Noah Harari
Podemos decir sin problemas que vivíamos mejor como cazadores-recolectores. Hemos estudiado cuerpos de zonas donde se estaba introduciendo el Neolítico y encontramos signos de estrés nutricional en agricultores que no hallamos en cazadores-recolectores. Es incluso peor en las mujeres, donde hemos identificado una clara falta de hierro. La dieta anterior era sin duda más nutritiva. También encontramos muchas enfermedades que no existían hasta que los humanos vivieron más concentrados y con los animales. Además, siempre que se han producido asentamientos de poblaciones han estallado guerras.
James C. Scott, profesor de estudios agrícolas -Antropólogo de la Universidad estadounidense de Yale.
La superpoblación
Los cambios no fueron tan sólo económicos y técnicos sino que transformaron también la sociedad y las creencias. La economía productora llevaba aparejada algunas exigencias inevitables. No era posible cultivar la tierra si sus dueños continuaban errando sin cesar. La agricultura requería cuidados que imponían una forma de vida sedentaria. Los campamentos y las cuevas dejaron su sitio a los poblados estables; las chozas de pieles y ramas, a las cabañas de madera, a las casas de tapial o de adobe. El tamaño del grupo, al ser más abundante el alimento, crece hasta alcanzar varios centenares de individuos, a la par que disminuye la superficie necesaria para mantenerlo. En los espacios libres se establecen nuevos grupos. Las aldeas se multiplican y empieza la superpoblación y sus problemas derivados.
Las clase sociales
Inicialmente no se concibe aún la propiedad privada. Los campos, los graneros, los rebaños pertenecen a todos, y todos trabajan en ellos tomando luego cuanto necesitan del almacén común. En cada casa, el agricultor y el ganadero es también alfarero y tejedor. Son una sociedad igualitaria y no hay leyes ni se necesitan. Las costumbres y la tradición son suficientes para guiar al grupo. Los cambios disgustan; crean inseguridad. Se trata, de una sociedad cerrada, que se basta a sí misma en lo esencial; una sociedad de aldeanos, en la que la regulación de la sociedad vendría dada por códigos no escritos, costumbres y hábitos y las disputas económicas y sociales se resolverían en la comunidad, posiblemente con representantes de las unidades productivas familiares.
Pero, aunque escaso, el excedente de las cosechas existe ya, y con él, la posibilidad de alimentar a personas, pocas todavía, que no se ocupan de producir alimentos. Las prioridades se imponen. Urge apaciguar a los dioses, ganarse su favor. Y así surgen magos y hechiceros, los primeros especialistas dedicados a tiempo completo a la religión y sus ritos.
La supervivencia depende ahora, antes que de la abundancia de las manadas, de la fertilidad de los campos, dependientes del devenir de las estaciones y su corte de fenómenos meteorológicos, la lluvia que vivifica los campos, el viento que arrastra las nubes, el granizo que arruina las cosechas.
La supervivencia depende ahora, antes que de la abundancia de las manadas, de la fertilidad de los campos, dependientes del devenir de las estaciones y su corte de fenómenos meteorológicos, la lluvia que vivifica los campos, el viento que arrastra las nubes, el granizo que arruina las cosechas.
La humanidad había puesto en marcha transformaciones en su modo de vida que ya no dejarán de arrastrarla hacia formas de civilización a cada paso más gravosas y exigentes. La naturaleza no siempre se muestra generosa. Es necesario prepararse para las malas cosechas, o el hambre, su corolario inevitable, se abatirá sobre el poblado, con su compaña fatal de enfermedades y muerte. Para impedirlo, no queda sino incrementar los excedentes; sembrar más de lo necesario, atesorar para el mañana, cuando acaso la carestía suceda a la abundancia.
Además, la multiplicación de aldeas y campos de cultivo y el crecimiento incansable de la población en las zonas más adelantadas terminan por agotar las tierras más aptas. La falta de espacio conduce al enfrentamiento. Ningún grupo, ninguna aldea o poblado, por humildes que sean sus campos o exiguas sus reservas de alimentos, renunciará a ellos sin lucha. El esfuerzo ha sido demasiado grande, demasiado continuado, y merece la pena recurrir a la violencia para preservar lo que se posee. Ha nacido la guerra.
Además, la multiplicación de aldeas y campos de cultivo y el crecimiento incansable de la población en las zonas más adelantadas terminan por agotar las tierras más aptas. La falta de espacio conduce al enfrentamiento. Ningún grupo, ninguna aldea o poblado, por humildes que sean sus campos o exiguas sus reservas de alimentos, renunciará a ellos sin lucha. El esfuerzo ha sido demasiado grande, demasiado continuado, y merece la pena recurrir a la violencia para preservar lo que se posee. Ha nacido la guerra.
La sociedad jerarquizada
Además de la malnutrición, el hambre y las enfermedades epidémicas, la agricultura ayudó a traer otra maldición a la humanidad: las profundas divisiones de clase y la creación de una sociedad jerarquizada, a diferencia de la de los cazadores/recolectores , que tienen poco o ningún alimento almacenado, y tampoco fuentes concentradas de alimento, como una huerta o una manada de vacas, y viven de las plantas salvajes y de los animales que obtienen cada día, y todos realizan el mismo trabajo. Se trata de una sociedad igualitaria en la que no puede haber reyes, ni jerarquías ni ninguna clase de parásitos sociales no productivos . Aunque existe un jefe de horda o de banda que toma decisiones no tiene ningún privilegio y realiza el mismo trabajo que los demás.
En la nueva situación, en cada núcleo de población los excedentes producidos da origen a diferencias sociales con la aparición de diferentes propietarios familiares con distintas posesiones y de élites no productivas que acabaron por imponer una jerarquía social, religiosa, política que beneficiaba a unos pocos en detrimento de la mayoría. Han nacido los jefes; pronto aparecerán los reyes, imponiendo su ley mediante los guerreros a su servicio.
Cuando se puede proceder al acopio de alimentos, una élite política puede hacerse con el control de los alimentos producidos por otros, afirmar el derecho a fijar impuestos, escapar de la necesidad de alimentarse a sí misma y dedicarse íntegramente su tiempo a actividades políticas.
Armas, gérmenes y acero- Jared Diamond.
Fuentes: Sapiens-De animales a dioses- Yuval Noah Harari -Editorial Debate / Armas , gérmenes y acero-Jared Diamond- Editorial Debate / Historia general de la agricultura-José Ignacio Cubero Salmerón-Editorial Guadalmazan /El peor error de la historia de la especie humana (The Worst Mistake In The History Of The Human Race) -Jared Diamond Prof. UCLA School of Medicine Discover, / https://www.efeagro.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario