Estadísticamente«los diez animales preferidos» por el ser humano , son :
1. Chimpancé (13,5%). 2. Mono (13%). 3. Caballo (9%). 4. Gálago (8%). 5. Panda (7,5%). 6. Oso (7%). 7. Elefante (6%). 8. León (5%). 9. Perro (4%). 10.Jirafa (2,5%)
siendo "los diez animales más odiados" :
1. Serpiente (27 %). 2. Araña (9,5 %). 3. Cocodrilo (4,5 %). 4. León (4,5 %). 5. Rata (4 %). 6. Mofeta (3 %). 7. Gorila (3 %). 8. Rinoceronte (3 %). 9. Hipopótamo (2,5 %). 10. Tigre (2,5 %).
Los animales más odiados tienen en común un importante rasgo: son peligrosos. El cocodrilo, el león y el tigre son carnívoros asesinos. El gorila, el rinoceronte y el hipopótamo pueden matar con facilidad si se les provoca. La mofeta realiza una forma violenta de guerra química. La rata es una alimaña que propaga epidemias. Y hay serpientes y arañas venenosas. La mayoría de estas criaturas carecen también sensiblemente de los rasgos antropomórficos que caracterizan a los diez animales predilectos. El león y el gorila son dos casos excepcionales. El león es el único que aparece en ambas listas de diez. La ambivalencia de la reacción ante esta especie se debe a la combinación, exclusiva de este animal, entre sus atractivos rasgos antropomórficos y su violento comportamiento rapaz. El gorila está fuertemente dotado de caracteres antropomórficos, pero desgraciadamente para él, su estructura facial parece indicar que se halla constantemente de un humor agresivo y amenazador. Esto es, simplemente, consecuencia accidental de su estructura ósea, y no guarda relación alguna con su verdadera (y más bien benigna) personalidad pero, combinado con su enorme fuerza física, le convierte inmediatamente en el símbolo perfecto de la fuerza salvaje de bruto.
La circunstancia más curiosa de esta lista de antipatías es el masivo sufragio que obtiene la serpiente y la araña. Esto no puede explicarse únicamente por su carácter de especies peligrosas. Otras fuerzas están en juego. El análisis de las razones dadas para odiar a estas especies revela que las serpientes provocan repulsión porque son «viscosas y sucias», y las arañas, porque son «peludas y se arrastran». Esto puede significar, o bien que estos animales tienen una acentuada significación simbólica de alguna clase, o bien que existe en nosotros una poderosa tendencia innata a huir a estos animales.
La serpiente
Durante largo tiempo, la serpiente ha sido considerada como un símbolo fálico. Y, como es un falo venenoso, se pensó que representaba el sexo importuno, cosa que podría explicar en parte su impopularidad. Pero hay algo más. Si entre los niños de edades comprendidas entre los cuatro y los catorce años, examinamos los diferentes grados de odio a la serpiente, descubrimos que el punto culminante de la impopularidad se produce pronto, mucho antes de que el niño llegue a la pubertad. Ya a los cuatro años, aquel grado es muy elevado -alrededor de un 30 por ciento-, pero sigue subiendo acentuadamente hasta alcanzar el máximo a los seis. Entonces se inicia un suave descenso hasta llegar, a los catorce años, a menos del 20 por ciento. Hay poca diferencia entre ambos sexos, aunque, a edades correlativas, la reacción de las niñas es un poco más fuerte que la de los muchachos. La llegada de la pubertad parece no influir en las reacciones de ambos sexos. Teniendo en cuenta esto, resulta difícil admitir que la serpiente sea únicamente un fuerte símbolo sexual.
Parece más probable que nos hallemos ante una aversión innata en nuestra especie contra las formas reptantes. Esto explicaría, no sólo la precocidad de la reacción, sino también el alto grado de ésta si la comparamos con el de los otros odios y amores por los animales. También concordaría con lo que sabemos de nuestros más próximos parientes vivos: chimpancés, gorilas y orangutanes. Estos animales muestran también un miedo enorme a las serpientes, y su miedo es igualmente precoz. No se aprecia en los monos muy jóvenes, pero se pone plenamente de manifiesto cuando tienen unos pocos años de edad y han llegado a la fase en que empiezan a abandonar el refugio del cuerpo de la madre. Para ellos, esta reacción de aversión tiene evidente importancia para la supervivencia, y habría beneficiado también en gran manera a nuestros remotos antepasados. Contrariamente a esto, se ha sostenido que la reacción contra la serpiente no es innata, sino, simplemente, un fenómeno cultural derivado del aprendizaje individual. Se dice que los jóvenes chimpancés, criados en condiciones de anormal aislamiento, no experimentan reacciones de miedo cuando ven por primera vez una serpiente.
La araña
La reacción de los niños frente a las arañas sigue un rumbo completamente distinto. Aquí se presenta una marcada diferencia según los sexos, aunque en ambos se aprecia una preparación evolucionada para desarrollar el miedo a estas amenazas ancestrales.
En los chicos, el odio a las arañas va en aumento desde los cuatro a los catorce años, pero es poco intenso. El grado de reacción es el mismo en las niñas hasta la edad de la pubertad, pero después experimenta un dramático aumento, hasta el punto de que, a los catorce años, es el doble del de los chicos. Parece que tenemos que habérnoslas con un importante factor simbólico. Desde el punto de vista de la evolución, las arañas venenosas son tan peligrosas para los machos como para las hembras.
Es posible que exista, en ambos sexos, una reacción innata contra estas criaturas, pero esto no puede explicar el salto espectacular en el odio a las arañas que acompaña a la pubertad femenina. La única clave que tenemos es la reiteración con que las hembras se refieren a las arañas como cosas feas y peludas. Sabido es que, con la pubertad, empiezan a poblarse de vello algunas zonas del cuerpo, tanto en los chicos como en las muchachas. A los ojos infantiles, el vello del cuerpo debe aparecer como una característica esencialmente masculina. Por consiguiente, el crecimiento de vello en el cuerpo de la niña debe de adquirir, para ésta, un significado mucho más turbador (inconsciente) que en el caso del muchacho.
Podemos resumir esta cuestión diciendo que existen «siete edades» de reactividad interespecífica:
Primera edad : es la fase infantil, durante la cual dependemos completamente de nuestros padres y reaccionamos fuertemente a los animales muy grandes, que empleamos como símbolos paternos.
Segunda edad: es la fase infantil-parental, en la que empezamos a competir con nuestros padres y reaccionamos vigorosamente al estímulo de los animales pequeños, que empleamos como hijos-sustitutos. Es la edad en que nos gustan los animalitos falderos.
Tercera edad: es la fase objetiva preadulta, período en que el interés de la exploración, tanto científica como estética, domina a lo simbólico. Es la época de la caza de insectos, del microscopio, de las peceras y de las colecciones de mariposas.
Cuarta edad: es la fase adulta joven. Llegados a este punto, los animales más importantes son los del sexo opuesto de nuestra misma especie. Las otras especies pierden terreno, salvo en campos puramente comerciales o económicos.
Quinta edad: es la fase adulta parental, en la que vuelven a intervenir en nuestra vida los animales simbólicos, pero como favoritos de nuestros hijos.
Sexta edad :es la fase posparental, en la cual perdemos a nuestros hijos y podemos volcarnos de nuevo en los animales, como sustitutos de aquellos. (Naturalmente, en el caso de los adultos sin hijos, el empleo de los animales como sustitutos puede empezar más pronto.)
Séptima edad: es la fase senil, que se caracteriza por un aguzado interés en la defensa y conservación de los animales. En esta fase, el interés se centra en aquellas especies en peligro de extinción. Poco importa si, desde otros puntos de vista, son atractivas o repulsivas, útiles o inútiles; la cuestión es que sus miembros sean pocos y que vayan disminuyendo. Por ejemplo, el rinoceronte y el gorila, cada vez más raros y que tanta repulsión provocan en los niños, se convierten en centro de interés en esta fase. Tienen que ser «salvados». Salta a la vista la ecuación simbólica ahí involucrada: el individuo senil está, a su vez, a punto de extinguirse personalmente, y por esto emplea a animales raros como símbolos de su propia e inminente sentencia. Su preocupación emocional por salvarlos de la extinción refleja su deseo de prolongar su propia supervivencia.
Fuentes : El mono desnudo - Desmond Morris - Editorial deBolsillo / https://funjdiaz.net / http://entomologia.rediris.es
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