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4 de septiembre de 2020

LAS RELIGIONES Y LA COMIDA ( Parte 1 de 2)


LA ALIMENTACIÓN

La alimentación es un hecho complejo y diverso, que no puede reducirse a una cuestión de ingredientes, transformados o no y que tampoco es un fenómeno sólo nutricional ni puede confundirse con la dieta. La alimentación es un fenómeno multidimensional en el que interactúan la biología y las respuestas adaptativas desarrolladas en cada concreto lugar y tiempo. Por esta razón, la alimentación es, también, un fenómeno social, cultural, identitario.

La alimentación nos remite siempre a un conjunto articulado de clasificaciones y de reglas que ordenan el mundo y le dan sentido. Por todo ello, comprender la alimentación exige atender a las categorías taxonómicas de los alimentos que cada cultura elabora y reelabora, a los productos, a los habituales y a los extraordinarios; a los procedimientos culinarios, a los ordinarios y a los extraordinarios; a las combinaciones entre todo ello; a la estructura de las comidas, al calendario de las mismas; a las preferencias y las aversiones alimentarias, a las prescripciones religiosas, a las reglamentaciones jurídicas, ....., y a las relaciones entre todos estos aspectos. 

Además de la producción, distribución y consumo de alimentos, integrados en una serie de procesos ecológicos, tecnológicos y económico-políticos complejos que determinan, en buena medida, la dinámica y la lógica de los comportamientos alimentarios, también hay que tener en cuenta el papel que juegan los condicionantes ideológicos. La alimentación constituye una vía privilegiada para reflejar las manifestaciones del pensamiento simbólico y la alimentación misma constituye, en ocasiones, una forma de simbolizar la realidad. 

Creamos categorías de alimentos (saludables y no saludables, convenientes y no convenientes, ordinarios y festivos, buenos y malos, femeninos y masculinos, adultos e infantiles, calientes y fríos, puros e impuros, sagrados y profanos, etc.) y, mediante estas clasificaciones, construimos las normas que rigen nuestra relación con la comida e, incluso, nuestras relaciones con las demás personas, de acuerdo, también, con sus diferentes categorías. La alimentación, pues, está pautada por el sistema de creencias y valores existente en cualquier cultura y momento que puede determinar, a su vez, qué alimentos son objeto de aceptación o rechazo en cada situación y para cada tipo de persona.


ALIMENTACIÓN Y RELIGIÓN

La religión ha contribuido, junto a la tecnología, la economía, la organización social y los procesos de aprendizaje, a la adaptación del ser humano a su universo aportándole seguridad frente a fuerzas más poderosas que él mismo. Cuanto menos, desde el Paleolítico Medio existen vestigios de la creencia en una existencia después de la muerte. Así pues, el ser humano ha desarrollado siempre alguna idea acerca de la vida y de la muerte y del universo en el que vive, colocándose así por encima de los afanes de la vida diaria.


En todos los pueblos o culturas, las elecciones alimentarias están condicionadas muy a menudo, al menos aparentemente o en primera instancia, por todo un conjunto de creencias religiosas, prohibiciones de diverso tipo y alcance, así como por concepciones dietéticas relativas a lo que es bueno y a lo que es malo para el cuerpo, para la salud en definitiva. En todas las sociedades, la elección de los alimentos y los comportamientos de los comensales están sometidos a normas médicas, religiosas, éticas y, en esa medida, son sancionados por juicios morales o de valor . Dichos valores se manifiestan en las numerosas prescripciones y prohibiciones en materia alimentaria desde el ámbito de las diferentes religiones.

Puede afirmarse que todas las religiones o sistemas de creencias más o menos articuladas contienen algún tipo de prescripciones alimentarias , concepciones dietéticas relativas a lo que es bueno y a lo que es malo para el cuerpo (y/o para el alma), para la salud (y/o para la santidad) en definitiva. De ahí que determinados comportamientos alimentarios sean estrictamente necesarios para alcanzar la santidad y que otros denoten perversión o pecado. La gula, por ejemplo, es un “pecado capital” para la moral católica.


Todas las religiones rigen la alimentación en algún sentido y, la mayoría de las veces, casi siempre restrictivo; por ejemplo, limitar las cantidades ingeribles, restringir o prohibir una u otra categoría de alimentos, disminuir el placer de comer, sea permanentemente o en determinadas ocasiones. No todas pero sí muchas de las religiones, sobre todo las de carácter monoteísta, consideran que comer es un acto sobre todo carnal y pasional, opuesto a los objetivos de trascendencia, predominio del espíritu sobre la materia, objetivos propios de la mayoría de este tipo de religiones. Por otra parte, cabe tener en cuenta que el enmarcamiento del comportamiento alimentario por parte de un sistema religioso acostumbra tener también otras funciones, además de combatir los qplaceres de la carne como, por ejemplo, definir el grupo social, es decir, diferenciarse del otro (extranjero, infiel, pagano...). Así, las diferentes prohibiciones alimentarias permiten delimitar las comunidades de creyentes, del mismo modo que una redefinición del modo alimentario permite distinguir los diferentes cismas. Por ejemplo, el catarismo, cisma de la religión católica, prohibía absolutamente el consumo de carne por considerar que comer carne y ser católico eran sinónimos. 

El judaísmo 

La alimentación judía se caracteriza por su complejo simbolismo y por sus estrictas obligaciones alimentarias. En el caso de la religión judía, todo alimento o toda prohibición tiene una profunda dimensión simbólica. Para los judíos, como Dios conoce la función propia de cada alimento, dio al pueblo un conjunto de leyes y preceptos que han regido su alimentación. Son los principios kosher: los alimentos que pueden ser aceptados de conformidad con la práctica religiosa. Las prohibiciones y las recomendaciones contenidas en los libros sagrados de los judíos han dado lugar a una rica y contrastada literatura acerca de las influencias de la religión sobre las prescripciones alimentarias y acerca de las posibles razones de las mismas. 


En el Deuteronomio, 14, se expresa cuáles son los animales comestibles y cuáles los prohibidos para los judíos: 
No comáis manjares que son inmundos. 
Estos son los animales que podéis comer: el buey, la oveja, la cabra. 
El ciervo, la gacela, el gamo, la cabra montés, el antílope, el búfalo y la gamuza. 
Todo animal que tiene la uña hendida en dos partes y rumia lo podéis comer. 
Mas no debéis comer los que rumian y no tienen la uña hendida, como el camello, la liebre, el conejo; a éstos los tendréis por inmundos, porque, aunque rumian, no tienen hendida la uña. 
 Asimismo, tendréis por inmundo el cerdo, porque, si bien tiene la uña hendida, no rumia. No comeréis la carne de estos animales, ni tocaréis sus cuerpos muertos. 
De todos los animales que moran las aguas comeréis aquellos que tienen aletas y escamas. 
Los que están sin aletas y escamas no los comáis, porque son inmundos. 
Comed todas las aves limpias. 
No comáis de las inmundas, a saber: el águila, el quebrantahuesos, el buitre. 
El milano con toda suerte de halcones. 
Y toda raza de cuervos. 
Y el avestruz, la lechuza, la gaviota y las diferentes especies de gavilán. 
El mergo, el cisne, el ibis. 
El somormujo, el calamón y el búho. 
La cigüeña y la garza real, con sus especies, como también la abubilla y el murciélago. 
Todo bicho alado será inmundo y no lo comeréis. 
Comed todo aquello que es limpio. 
Pero de carne muerta no comáis nada; la darán al extranjero que se halla dentro de tus muros para que la coma, o se la venderás, por cuanto tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre”.
Además, los principios kosher  exigen la separación de los lácteos y de las carnes. Carnes y productos lácteos nunca deberán estar juntos, ni siquiera próximos, en la mesa. Nunca deberán ser consumidos en una misma comida. Los alimentos ‘neutros’, ni lácteos ni carnes, como los vegetales, pescados, huevos, etc., pueden ser consumidos solos o con leche o con carne, y para ser kosher, una carne debe ser vaciada absolutamente de su sangre antes de cualquier preparación culinaria. Ello obliga a ritos específicos de sacrificio y a operaciones culinarias más o menos complejas de, por ejemplo, salado y remojo. 

Las interpretaciones que se han dado en relación a las abominaciones expresadas en el Deuteronomio, así como en el Levítico, han sido muy variadas; por ejemplo, las reglas no tienen sentido alguno y son arbitrarias porque su intención es disciplinaria y no doctrinal o son alegorías de las virtudes y de los vicios. Por ejemplo: Moisés habría prohibido el consumo de los ratones porque son especialmente dañinos a causa de su destructividad; las comadrejas son el símbolo del chisme malicioso porque conciben por el oído y paren por la boca; los peces con aletas y escamas, admitidos por la ley Mosaica, simbolizan el dominio de sí mismo y la paciencia; los reptiles, también prohibidos, que culebrean y arrastran el vientre, significan las personas que se consagran a sus deseos y pasiones, etc. 

Sin embargo  para Mary Douglas  estas interpretaciones fracasan porque no son coherentes ni comprensivas, en tanto que, para cada animal, se hace preciso desarrollar una explicación diferente, y es incontable el número de explicaciones posibles, sobre todo teniendo en cuenta la abundancia de prohibiciones alimentarias presentes en la ley mosaica. Otra explicación tradicional al respecto ha sido el criterio según el cual lo que se prohíbe a los israelitas, se les prohíbe únicamente para protegerlos de la influencia extranjera. Maimónides, por ejemplo, sostuvo que la última prescripción que hemos recogido del Deuteronomio, la de no hervir el cabrito en la leche de su madre, se les prohibía porque éste era un acto cultural propio de la religión de los cananeos. 

Para Douglas, puesto que cada uno de los requerimientos del Levítico va precedido por el mandato de “ser santo”, cada precepto debe ser explicado a partir de dicho mandato. Tiene que haber -dice- “una contradicción entre la santidad y la abominación que dé cabal sentido a todas y a cada una de las restricciones particulares”. La santidad, para los israelitas, abarcaba ideas tales como “justicia”, “bondad”, “entereza”, “cumplimiento”, “discriminación”, “orden”..., de tal manera que la santidad requiere que los individuos se conformen con la clase a la cual pertenecen y requiere, asimismo, que no se confundan los géneros distintos de las cosas. Significa también mantener distintas las categorías de la creación y, por lo tanto, discriminación y orden. De acuerdo con todo ello, según Douglas, las reglas dietéticas israelitas, las leyes acerca de los alimentos puros e impuros, desarrollan la metáfora de la santidad. La santidad es unidad, integridad, perfección del individuo y de la especie. En efecto, el principio subyacente relativo a la pureza de los animales consiste en conformarse plenamente con su especie. Son impuras aquellas especies que son miembros imperfectos de su género, o cuyo mismo género perturba el esquema general del mundo . Dice Douglas que: 
“Para aprehender este esquema tenemos que remontarnos hasta el Génesis y la creación. Aquí se despliega una clasificación tripartita, dividida entre la tierra, las aguas y el firmamento. El Levítico adopta este esquema y concede a cada elemento su género adecuado de vida animal. En el firmamento, aves de dos patas vuelan con sus alas. En el agua, peces escamosos nadan con sus aletas. Sobre la tierra, animales de cuatro patas brincan, saltan o caminan. Cualquier clase de animales que no está equipada con el género correcto de locomoción en su propio elemento es contraria a la santidad. El contacto con ella descalifica a una persona para acercarse al templo. Así, cualquier ser acuático que no tenga aletas ni escamas es impuro (...). Los seres de cuatro patas que vuelan son impuros. Cualquier animal que tenga dos patas y dos manos y que ande a cuatro patas como un cuadrúpedo es impuro (...). El último género de animales impuros es aquel que se arrastra, serpea o pulula sobre la tierra (...). Los seres que pululan no son aves, carne ni pez. Los caracoles y los gusanos habitan en el agua, pero no como peces; los reptiles andan por el suelo seco, pero no como cuadrúpedos; algunos insectos vuelan, aunque no como pájaros. No existe orden en ellos”. 
Concluye Douglas que, si su interpretación es correcta, las leyes dietéticas israelitas serían entones semejantes a signos que, a cada instante, inspiraban la meditación acerca de la unidad, la pureza y la perfección en Dios. Gracias a las reglas sobre lo que hay que evitar se daba a la santidad una expresión física en cada encuentro con el reino animal y con la comida. La observancia de las leyes dietéticas habría sido así parte significativa del gran acto litúrgico de reconocimiento y adoración que culminaba con el sacrificio en el templo. En definitiva, el conjunto de las prácticas culinarias y alimentarias es una de las expresiones más precisas de los elementos socioculturales de identificación de las comunidades judías. 


El catolicismo 

A diferencia de otros libros sagrados, como el Talmud o el Corán, las Sagradas Escrituras no contienen ninguna prohibición alimentaria. Dicen los creyentes , que a San Pedro una voz divina le anunció “Todos los animales que pueblan la tierra, así corran, vuelen o naden, están a disposición del hombre y le servirán de comida”. No obstante sí que existe el ayuno y la abstinencia en determinadas fechas. 
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y ayuno el Miércoles de ceniza y el Viernes Santo.
La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.
En las culturas marcadas ideológicamente por el cristianismo, determinados comportamientos alimentarios se consideran pecaminosos o, al contrario, un medio para lograr la santidad. Así, por ejemplo, la gula -comer y beber desordenadamente, en exceso- constituye para la moral católica uno de los “pecados capitales”. En el sentido contrario, el ayuno -la restricción, sobre todo de ciertas sustancias, como la carne, el alcohol o, incluso, la sangre- representa la bondad. En términos generales, el sistema alimentario propio del catolicismo implica una cierta ascesis, traducida en un conjunto de prescripciones y prohibiciones repartidas en los diferentes períodos y fiestas litúrgicas situadas a lo largo del calendario gregoriano, como son el período de Adviento, de Navidad, la Epifanía, la Cuaresma y la Pascua. 

Al igual que en otras religiones, la principal prohibición alimentaria recae en el consumo de carne. En este sentido, los días del año se dividen en días grasos o “de carne” por oposición a los días de vigilia o magros (Cuaresma, Adviento, los viernes y los sábados), durante los cuales estaba prohibido tanto la carne de los animales como su grasa. En los períodos magros, la carne debe ser reemplazada por productos de origen vegetal como legumbres, pastas, arroz, pan, caldos de legumbres, frutas crudas o cocidas, huevos o pescado. El pescado, sin embargo, tampoco debe ser graso, por lo que se excluyen el atún, la sardina o el arenque. Tampoco debían consumirse platos o preparaciones consideradas festivas, suculentas o sustanciosas, que resulten contrarios al espíritu de penitencia que exige una comida frugal, incluso insípida. 

De acuerdo con estas prescripciones, se generalizó en la Europa católica el consumo del bacalao, del que existía un mercado asegurado y barato. En efecto, el bacalao era un modo barato de poder ingerir proteínas durante los numerosos días de abstinencia propios del calendario de la Iglesia católica. Asimismo, si la manteca, sobre todo de cerdo, era la grasa habitual para las preparaciones cárnicas y de repostería, el aceite aparecía ligado a las preparaciones propias de los días de vigilia o magros. Por otro lado, en los períodos festivos, el cordero, o en su defecto la cabra, son las carnes preferidas, sobre todo para el Domingo de Pascua, pues el cordero representa a Jesucristo, víctima inocente sacrificada. 

Entre los católicos, el ayuno pretende cumplir diversas funciones. Por ejemplo, la de catarsis, apaciguando las pasiones y los apetitos carnales; la de reparto, puesto que la privación de alimento pretende convertirse en don al prójimo; y la de alabanza a Dios a través de la humildad y la caridad manifestada en las limosnas. En Europa, cuando las prácticas católicas eran seguidas por la gran mayoría de la población y la Iglesia tenía más poder, los ayunos eran más frecuentes, no remitiéndose exclusivamente al período de Cuaresma. Estos ayunos no sólo consistían en sustituir la carne por el pescado y las grasas animales como la manteca por el aceite de oliva, como hacen aquellos que hoy practican una abstinencia parcial, sino en no comer nada, salvo agua o pan, durante el día o días de ayuno. Curiosamente, en épocas de penurias y de hambre, producidas por malas cosechas, guerras o catástrofes medioambientales, el número de ayunos dictados por la Iglesia aumentaba. Era una forma de calmar el hambre mediante la fe. 


El islam 

En buena medida, las prescripciones alimentarias propias del Islam se construyen de un modo bastante explícito contra el judaísmo y sus cuantiosas prohibiciones alimentarias. Para los musulmanes, los numerosos tabúes que pesan sobre los judíos son un castigo de Dios. 

La Ley coránica distingue entre alimentos y bebidas h’alâl o permitidas y h’arâm o prohibidas. En realidad, este último término no significa tanto una prohibición estricta como una referencia a una cierta idea de sagrado, entendido como aquello hacia lo que tender pero, a la vez, evitar. De acuerdo con el Corán: 
Os están prohibidos el animal muerto y la sangre, y la carne de cerdo (...) y el animal ahogado, y el animal muerto a golpes, o de una caída o corneado; y aquel al que una bestia feroz ha devorado (salvo aquella que degolléis antes de que muera) y aquella que haya sido inmolada en un altar de piedras...”. 
En síntesis, las principales prescripciones alimentarias del Islam se refieren a la prohibición de la carne de cerdo, tanto su carne como su grasa. Algunos otros animales pueden resultar “no comestibles” por el hecho de que está prohibido matarlos. Así, por ejemplo, ranas, cocodrilos, serpientes -que sólo es lícito matarlos en el desierto-, o insectos, langostas... También resulta prohibido todo animal que no haya sido sacrificado de acuerdo con el ritual. El sacrificio ritual consiste en el degüelle cortando la garganta del animal, el conducto respiratorio y el conducto alimentario, así como las dos venas yugulares. De este modo, el alma del animal escapa del cuerpo con su sangre. Asimismo, la columna vertebral del animal no debe ser tocada pues, de lo contrario, el animal resultaría impuro. Además, el degüelle debe ser efectuado por un musulmán, pues si lo realizara un judío, un cristiano o un zoroastriano, la carne sería incomestible. 

Otras prohibiciones alimentarias del Islam hacen referencia a la ilicitud o impureza de aquellos alimentos que son adquiridos en condiciones ilícitas como, por ejemplo, que hayan sido robados o comprados con dinero robado o procedente de la venta de vino o de cerdo o manipulado por un hombre impuro. Asimismo, resulta impura la comida servida en platos de oro o de plata y está prohibido comer o beber sirviéndose de la mano izquierda o soplar la comida o la bebida. Sin embargo, en casos de necesidad, todas las prohibiciones pueden ser transgredidas y el creyente será juzgado entonces por su intención. 

La prohibición del vino o, de un modo más genérico, de las bebidas alcohólicas, resulta algo menos precisa. En el Islam, además de las categorías h’alâl y h’arâm, existe otra khamr- cuyo significado es algo más ambiguo. Para algunos teólogos islámicos, este término se refiere sólo al vino, por lo que otras bebidas alcohólicas resultarían lícitas. Otros, sin embargo, argumentando que en tiempos del Profeta la única bebida alcohólica conocida era el mosto de dátiles fermentado, el término khamr se referiría a cualquier bebida embriagante. 

En el Islam, su período de ayuno o Ramad’ân se celebra en el noveno mes lunar de la hégira. Se trata del mes sagrado por excelencia, pues es el mes en el que el Corán ha sido revelado. Durante este período, cada día debe seguirse un ayuno estricto desde el alba hasta la noche, excluyéndose toda comida, bebida y relación sexual; también el fumar. La noche del 26 al 27 día,la “noche del destino”, constituye la fecha culminante. 


El hinduismo 

En la valoración de la alimentación en la India desempeñaron y desempeñan un importante papel los puntos de vista religiosos, filosóficos, espirituales, éticos, sociológicos, médicos y estéticos. Lo que alguien come y cuándo lo come no está determinado por preferencias personales, sino por un complicado sistema de reglas que hacen referencia al qué, al quién, al dónde, al cuándo, al de/con quién y a los porqués de todo ello, que pueden sintetizarse del siguiente modo: 
Quién
El quién coma algo depende de numerosos criterios: casta (jàti), religión (los vaisnavas son vegetarianos y los saivas, en general, no), sexo (los hombres comen alimentos de mayor valor y las mujeres reciben lo que sobra), edad (niño, adulto), rango (se sirve primero al hombre más anciano de una familia), profesión (alguien que trabaja mentalmente debería comer algo diferente que una persona que realiza una actividad física). 
Cuándo
En momentos diferentes se comen cosas diferentes. Los criterios son el momento del día y las épocas del año, el clima (en la estación calurosa se deben tomar sólo alimentos ‘fríos’), los días festivos, conmemorativos y de ayuno (en los primeros se consumen dulces y en los días conmemorativos se ayuna), los estadios de la vida (discípulos, padres de familia, ascetas), y la salud y la enfermedad. 
Dónde
El lugar donde se coma no carece de importancia. Se diferencian: la propia casa (el espacio ideal), pues se conoce al cocinero y el proceso de preparación de la comida), el espacio público (a los brahamanes les está prohibido comer en espacio público), el restaurante (debería tener un cocinero brahamánico), el templo (la ingestión de alimentos sólo está permitida cuando se celebran ceremonias religiosas), el paisaje y su clima (zonas montañosas o regiones desérticas), la India o el extranjero, el espacio sagrado o el profano (ceremonia), las comidas durante un viaje (peregrinaje, visita a los parientes). 
Por qué
En los textos se mencionan diferentes circunstancias: comer para saciarse o para mejorar la fuerza física y espiritual, por placer, para restablecerse de una enfermedad, durante el ayuno o la ascesis, para la purificación o la expiación de las faltas o como castigo, y por razones religiosas o espirituales. 
Con quién
Para los brahamanes es preferible comer solos, y se puede comer con parientes masculinos e hijos varones. Sólo se debería comer con personas de la misma casta y del mismo sexo y nunca ante o con extraños. No hay que comer en presencia de enemigos, personas hambrientas, enfermos o animales. 
De quién
No sólo el alimento en sí sino también la persona que lo prepara y el proceso de elaboración deben ser conocidos. Los alimentos preparados por la esposa en casa son los mejores (las mujeres con la menstruación no deben cocinar), y por otro lado sólo se pueden consumir alimentos que hayan sido elaborados por personas de la misma casta o de una casta superior o que todavía estén crudos. No hay que aceptar alimentos de desconocidos, criminales o enfermos. 
Qué
Las reglas relativas al ‘qué’ son las más detalladas; se establecen al respecto las siguientes dicotomías: puro/impuro y, en correspondencia con ello, permitido/prohibido, contaminado/purificado, intocado/sobrante, vegetariano/no vegetariano, beneficioso para el espíritu/dañino para el espíritu, frío (que enfría)/caliente (que calienta), sano/insano, curativo/patógeno, crudo/cocido, asado en mantequilla derretida/cocido en agua, cocinado por uno mismo/preparado por otros, autóctono/extranjero, fresco/no fresco, sencillo/valioso, festivo/cotidiano, humano/divino (prasàda), profano/sagrado (preparado en el culto o en el templo), terrenal/del más allá (alimentos para los manes). 

El budismo

Los monjes budistas constituyen un caso específico por lo que se refiere a su alimentación, pues lo que para ellos son prohibiciones estrictas, para los laicos son sólo recomendaciones. Así, por ejemplo, los monjes deben recibir su alimento y el agua destinada a ser bebida de la mano de otro y no pueden coger, ni siquiera recoger, un fruto para comérselo. Los laicos les ofrecen compartir su mesa o les llevan los alimentos a su monasterio. En cualquier caso, las colectas para los monjes deben ser sólo de alimento, nunca de dinero, y deben limitarse a la hora precedente a la comida y sólo para esa comida. Las reglas para los monjes se oponen a las ideas brahamánicas, según las cuales la dignidad exige morir de hambre antes que recibir comida de una persona perteneciente a una casta inferior o de un desconocido. Por lo que se refiere a las prohibiciones sobre los alimentos, éstas recaen, principalmente, sobre las carnes, sobre el alcohol, el ajo y las especias. Los dulces deben ser compartidos en comunidad, puesto que la golosina y la glotonería constituyen faltas. La mantequilla, el aceite de sésamo, la miel y la melaza sólo están permitidos en caso de enfermedad; si no, también constituyen una falta. En cualquier caso, la conducta alimentaria prescrita para los monjes budistas y los alimentos en los que se concreta de un modo más preciso se refieren a su concepción sobre la necesidad de la ascesis, de la que la alimentación es un signo más. La ascesis budista libera al hombre de la impermanencia de la vida, de la ignorancia de su propia naturaleza, de sus pasiones y actos egoístas. Todo ello -disciplina moral, disciplina mental y la sabiduría- contribuye a transitar la ‘vía’ que permite alcanzar el nirvana.

Continuará ...

Fuentes: Las religiones y la comida- Perry Schmidt-Leukel - Editorial Ariel / Pureza y peligro -Mary Douglas -Siglo XXI editores / Alimentación y religión -Jesús Contreras- Observatorio de la alimentación-Parc Científic de Barcelona -la Universidad de Barcelona/ Comer como Dios manda - L. Jacinto García-Ediciones Destino /Historia de la cocina occidental- Carlos Azcoytia-Ramada Ediciones

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