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1 de junio de 2023

MEDICINA CANÍBAL : LA CARNE DE MOMIA

Antropofagia y canibalismo: la medicina caníbal

Durante siglos, cuando la Medicina era poco más que una serie de procedimientos e ideas pseudocientíficas y supersticiosas, Europa asistió al auge de una “moda insólita y macabra a partes iguales que duró desde la Edad Media hasta mediados del siglo XVIII , período durante el cual boticas de todo el continente se llenaron de preparados a base el uso de partes de cadáveres humanos, como huesos, piel, sesos, grasa, carne o sangre.... y momias, un  consumo que podría definirse como canibalismo (1) , utilizados para tratar múltiples enfermedades, y que,  recetados por médicos y cirujanos , eran comidos, bebidos o untados ,siendo bautizados por algunos historiadores como “medicina caníbal” o “canibalismo medicinal”, una medicina de cadáveres  muy popular en Europa durante siglos, y no como algo marginal y secreto, sino un material caro y poco accesible , y de uso  frecuente entre la nobleza, el clero y las clases acomodadas. 

(1) Antropofagia y canibalismo, : son dos términos que no significan exactamente lo mismo. Antropófago es el nombre que se da al animal que come carne humana, mientras que caníbal se refiere al que ingiere carne de individuos de su misma especie.
La palabra caníbal en sí tiene sus orígenes en épocas de la colonización de América, es el resultado de una mala traducción o una simple confusión en la que se trataba a una tribu local caribe como caníbal, y se le atribuían, según relatos, que eran comedores de carne humana, es por ello que a partir de esa época se comenzó a tratar de caníbales a los que realizaban esta práctica.  

El canibalismo del Nuevo Mundo en el imaginario europeo (1492-1729)

Lo que llama la atención  es  que los  "civilizados"  europeos cristianos no tuvieran ningún reparo moral ni religioso para practicar el canibalismo  medicinal, mientras que  condenaba los hábitos caníbales de muchos pueblos indígenasconsiderándolos  inferiores, salvajes ,primitivos , incivilizados y paganospara los que, exceptuando el canibalismo de subsistencia, la práctica de comer personas era  un rito cultural, y no una actividad puramente natural o bestialmente salvaje.  Ocurría que ocasiones especiales se comían los cuerpos de miembros de la misma tribu, como un modo de venerar el duelo y la muerte, o los de otras tribus  para provocar con ello intimidación y temor entre los enemigos, o incluso para incorporar al propio   cuerpo las cualidades especiales del enemigo (sagacidad, habilidad para la caza, inteligencia o fuerza física) .  


Esta   ambigüedad moral y religiosa en relación al canibalismo se refleja en la doctrina  católica de la transubstanciación (2), mediante la cual durante la Eucaristía ,por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre (2). Algo que Martín Lutero, y otras iglesias protestantes rechazan , considerando el acto de la Eucaristía como una idea monstruosa y repugnante y que Cristo habló en parábola cuando habló de comer su carne y beber su sangre , y que la cena del Señor no es nada más que un recuerdo: Haced esto en memoria mía 

(2) Transubstanciación : En la doctrina católica, conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo

El citado ritual católico de la Eucaristía celebrada por los conquistadores del Nuevo Mundo era una de las cosas que sorprendía a los indígenas caníbales , que podían ser condenadas , esclavizados y castigados con la pena de muerte por unas prácticas que ellos consideraban un solemne rito cultural , mientras que aquellos extranjeros en un extraño e incomprensible ritual comían la carne y bebían la sangre de su propio dios.


La medicina de cadáveres

¿Cómo surgió la medicina de cadáveres?

La práctica médica en Europa parece haber surgido en la Edad Media. Pero a pesar de que suele repetirse que fue un fenómeno puramente medieval, se prolongó entre los ilustrados hasta mediados del siglo XVIII y probablemente alcanzó su esplendor a finales del XVII, precisamente cuando comenzaba la Revolución Científica. Todavía en 1770 había un impuesto sobre los cráneos importados de Irlanda para utilizarse como medicinas en Gran Bretaña y Alemania.

¿Cuándo empezó el canibalismo a convertirse en un tabú entre los seres humanos?

Por su propia naturaleza, sabemos muy poco de las tribus caníbales aisladas en períodos antiguos. Aunque el canibalismo de subsistencia es diferente, el hecho de que estos episodios se registraran nos indica que se estaba violando un tabú. Un ejemplo temprano es el del sitio de Samaria (724-722 a. C.), cuando supuestamente las madres se comieron a sus propios hijos. Más tarde, el cristiano Tertuliano (c. 150-222 d. C.) informaba irónicamente sobre las leyendas urbanas en torno a esta nueva secta, a cuyos miembros se les acusaba de asesinar a niños y beberse su sangre. También la siniestra reputación de los cristianos en aquella época implica que el canibalismo ya era un tabú.

Pero nunca ha llegado a desaparecer.

El canibalismo y beber sangre han sido recursos en todas las épocas en casos de hambrunas, naufragios y otras situaciones desesperadas. Hay muchos relatos de ello en travesías marítimas en el siglo XIX. El caso más notorio fue el de un grumete, Richard Parker, asesinado para comérselo después del naufragio del yate Mignonette en 1884. Un caso más reciente ocurrió después del fiasco de la Bahía de Cochinos en 1961, cuando un grupo de exiliados cubanos recurrió al canibalismo estando a la deriva en el mar durante 16 días. En 1998 The Times contaba el caso de Julio Pestonit, de 57 años, que relató al canal de noticias Fox en Nueva York cómo por entonces, con 20 años, fue uno de los 1.500 exiliados implicados en el intento frustrado de invasión de Cuba con el apoyo de la CIA. Tras eludir la captura, 22 exiliados se hicieron a la mar en un bote muy frágil sin comida ni agua, y pronto empezaron a morir. Pestonit dijo: «El grupo comió un cadáver con mucha reticencia. Yo comí algo del interior del cuerpo que me pasaron. Era una locura. Era como estar en el infierno».

¿Sigue siendo práctica habitual hoy en algunas culturas?

El canibalismo intrínseco o ritual en ciertas tribus puede ser una táctica para aterrorizar a los enemigos, o bien puede ser un rito funerario, lo cual es una práctica formal religiosa y consensuada. En el primer caso las víctimas suelen saber que serán comidas si los matan; entre los tupinamba de Brasil la víctima capturada era incorporada a la tribu de sus captores durante un año, se le daba una esposa, tenía un hijo, y trabajaba junto a los demás antes de ser asesinado y devorado ceremonialmente. En ambos casos la práctica puede incluir un deseo de reciclar o absorber el poder espiritual o el alma de la persona. Daniel Korn, Mark Radice y Charlie Hawes han mostrado que en el caso de los caníbales de Fiji esto era muy preciso: creían que el espíritu se aferraba al cadáver durante cuatro días. Comer el cuerpo aniquilaba el espíritu y le impedía ascender al mundo de los espíritus para servir de guía y dar fuerza al enemigo.

¿Diría que antiguamente los exploradores occidentales utilizaron todo esto como excusa para justificar la necesidad de colonización con el fin de «civilizar a los salvajes»?

Así es. En 1503, la reina Isabel de España dictó que sus compatriotas podían legítimamente esclavizar solo a los caníbales. Por supuesto, esto impulsó la invención de caníbales que no existían, aunque ciertamente los había. En 1510, el Papa Inocencio IV definió el canibalismo como un pecado que los soldados cristianos estaban obligados a castigar, no solo que tuvieran el derecho de hacerlo. 

Entrevista a Richard Sugg,, autor de Caníbales y vampiros


El betún y las momias

El concepto de momia incluye todo cuerpo humano o animal que, al morir, logra detener el proceso de la cadaverina, ya sea por métodos naturales y/o artificiales. Las primeras momias egipcias fueron enterradas en arena, en los calurosos desiertos al oeste del río Nilo a una profundidad de tres codos egipcios (-0,52cm cada uno). Los cuerpos se desecaban totalmente en muy pocos días debido a que la arena caliente evaporaba todo tipo de fluidos, y por lo general eran desenterrados por chacales. Para los egipcios, estos animales de carroña reencarnaban en la figura del dios Anubis (una deidad bondadosa que llevaba el cadáver a la sala de embalsamamiento y, una vez terminada la etapa de momificación, acompañaba al alma del difunto a la Sala de las Dos Verdades para que ésta sea juzgada).

Anubis
Anubis es la deidad relacionada con la muerte y con la vida en el más allá y son diversos los roles que ha desempeñado, aunque el más destacado es el de protector de las tumbas y cementerios. De hecho, gran parte de los sepulcros antiguos contenían oraciones dedicadas a Anubis en sus lápidas. Otra de sus funciones era la de acompañar a las almas que acababan de fallecer en ese umbral hacia el inframundo y guiarlos hasta la presencia de Osiris. Allí, el tribunal que éste presidía les juzgaría por sus actos hechos en la Tierra. Señor de las necrópolis y patrón de los embalsamadores, Anubis era representado con cuerpo humano y cabeza de chacal o como un perro con pelaje negro, recostado y con la cabeza vigilante El hecho de que su color sea el negro simbolizaba tanto la descomposición del cuerpo como la tierra fértil del valle del Nilo, que representaba la regeneración y la vida.
Con el propósito de evitar la destrucción de los cuerpos, los egipcios recurrieron al complejo proceso del embalsamamiento  para la conservación de los cadáveres,  que consistía en : 1.° quitar los órganos internos; 2.° sumergir el cuerpo en sales de natrón para desecarlo y evitar la putrefacción; 3.° untar el cuerpo con aceites; y 4.° vendar el cuerpo para llevarlo ante Osiris, el dios de la muerte. 

En la tercera etapa del embalsamamiento se utilizaba  en poca proporción  uno de los siete aceites con que se untaban los cuerpos, y del que Egipto era un gran importador : el betún , también llamado betún de Judea, bitúmen o asfalto , una sustancia  bituminosa, negra, derivada del petróleo,  que se recogía a orillas del mar Muerto (también llamado lago Asphaltites), muy apreciado ya en la antigüedad, ya que era un aislante del agua, ideal para la cementación de las casas y parte esencial en la construcción de embarcaciones, además de ser utilizado como remedio terapéutico como remedio contra los venenos, curando rápidamente las heridas  y soldando en poco tiempo los huesos rotosPor su parte , en el siglo I, el escritor romano Plinio el Viejo describió por primera vez y amplió las bondades de betún.: “corta hemorragias, cicatriza heridas, trata cataratas, sirve como linimento para la gota, cura el dolor de muelas y el catarro crónico, alivia la fatiga al respirar, corta la diarrea, corrige los desgarros musculares, endereza las pestañas que molestan al meterse dentro"

 El embalsamamiento egipcio

Originalmente el betún era utilizado como remedio contra los venenos, curando rápidamente las heridas  y soldando en poco tiempo los huesos rotos. Por su parte , en el siglo I, el escritor romano Plinio el Viejo describió por primera vez y amplió las bondades de betún.: “corta hemorragias, cicatriza heridas, trata cataratas, sirve como linimento para la gota, cura el dolor de muelas y el catarro crónico, alivia la fatiga al respirar, corta la diarrea, corrige los desgarros musculares, endereza las pestañas que molestan al meterse dentro de los ojos”. En fechas parecidas, un médico griego llamado Dioscórides afirmaba en uno de sus tratados “que el uso de la mumia, tanto inhalada como ingerida, funcionaba como remedio para casi todo: contra los abscesos, los vértigos, las erupciones, las epilepsias o las fracturas óseas”. Casi mil años después, el gran filósofo y sanador persa Ibn Sina, Avicena (980- 1037), escribía que el polvo de momia era uno de los remedios más importantes para la sanación de todo tipo de dolencias, incluso como antídoto para todos los venenos conocidos. Corroborando estas afirmaciones, cuatro centurias más tarde el alquimista suizo Paracelso (1493-1541), llegó a manifestar “que no hay mejor remedio para el cuerpo humano que el propio cuerpo humano reducido a medicamento”. 

La momia y el polvo de momia

Cuando el betún utilizado con fines medicinales para tratar distintos tipos de dolencias se convirtió en un producto altamente solicitado y escaso pues la demanda superaba ampliamente la producción natural del mar Muerto, los comerciantes, que querían seguir explotando aquella fuente de beneficios, buscaron un sustituto para mantener su lucrativo negocio. En su búsqueda, hallaron una sustancia similar en algunas cuevas de la antigua Persia –actual Irán–, un material que en la lengua local se denominaba mūm (3). Cuando siglos más tarde el islam extendió sus dominios por numerosos territorios, incluyendo la antigua Persia y Egipto, los musulmanes se percataron de las similitudes entre aquella sustancia resinosa  y la que rezumaba de algunos cadáveres momificados por los antiguos egipcios.
(3 ) Pero se ha demostrado que durante los primeros 2000 años en los que se practicaba la momificación antes del Reino Nuevo, el betún de petróleo (o asfalto natural) no se usaba en el embalsamamiento como práctica general. El uso de betún en bálsamos se vuelve más frecuente durante el Tercer Período Intermedio, alrededor del 750 a. C. y se usó ampliamente durante los períodos ptolemaico y romano, y los bálsamos nunca estuvieran compuestos completamente de betún sino que formaban una pequeña parte de ellos.
Otra explicación para la introducción del betún durante los períodos tardío y greco-romano podría deberse a un cambio en las creencias funerarias que implicaban teñir el cuerpo de negro. El simbolismo asociado con el color negro es significativo: el negro se asoció con el color del limo rico y fértil depositado por la inundación anual del Nilo, un símbolo de regeneración, renacimiento y resurrección, y un color, junto con el verde, apegado a Osiris, dios de los muertos, señor del más allá y maestro de la resurrección. Al oscurecer el cuerpo del difunto durante las fases finales de la momificación para que se volviera negro, él o ella se transformaba literalmente en Osiris.

Habían observado que los cuerpos embalsamados que durante tres mil años se habían estado produciendo a orillas del Nilo., cuando se secaban, exudaban (4)  resinas, aceites y productos aromáticos con los que se cubrían –e incluso inundaban– los cadáveres durante la momificación no sólo tenían la misma consistencia y color que la mumia  original, sino un olor más fragante y agradable. Los autores musulmanes, cuya medicina se basaba en gran medida en la de los clásicos, comenzaron a usar el término árabe mūmiyā para referirse a este material exudado.

(4) Exudar: Salir [un líquido] de un cuerpo o del recipiente en que está contenido, por transpiración o a través de sus rendijas.

En torno al siglo XI, y fruto de algunas traducciones latinas erróneas de textos en árabe, en Europa se  acabó malinterpretándose el término mūmiyā, y por extensión su equivalente latino mumia/momia. Así, mientras los galenos musulmanes empleaban esta palabra para referirse sólo a la sustancia resinosa exudada por los cadáveres momificados , una deficiente traducción de la palabra llevó a pensar a los europeos que no solo designaba a la citada sustancia  sino también a la totalidad del cuerpo momificado, .otorgándose al mismo numerosos y falsos poderes curativos , leyenda fomentada por los mercaderes, que sostenían que las momias tenían una fuerza misteriosa que se transfería a todo el que la ingería.

Ese error supuso la vinculación de las momias  con una de las prácticas más macabras y esperpénticas de la historia de la Medicina, y así durante varios siglos, desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII, numerosos médicos y cirujanos de toda Europa recomendaron el consumo de carne humana momificada para tratar los más variados padecimientos, desde simples dolores de cabeza hasta enfermedades más serias, como la epilepsia. Una medicina caníbal que, vista con los ojos actuales, resulta al mismo tiempo repugnante y éticamente reprobable, pero que sólo es la punta del iceberg de una serie de productos de supuesto uso terapéutico procedentes de los cadáveres momificados. 

Además se magnificaron sus propiedades terapéuticas  (5) , convirtiendo a los cuerpos momificados , verdaderos o falsos (6) que se distribuían desde Egipto a los boticarios de toda Europa ,en una medicina caníbal vendida en  forma de trozos de cadáver, como pasta negruzca  que era comida, o en polvo : el llamado polvo de momia, que muchos boticarios diluían en vino y miel y otras veces en  agua. . 

Momia de Ramsés I 

Además se magnificaron sus propiedades terapéuticas  (5) , convirtiendo a los cuerpos momificados , verdaderos o falsos (6) que se distribuían desde Egipto a los boticarios de toda Europa ,en una medicina caníbal vendida en  forma de trozos de cadáver, como pasta negruzca  que era comida, o en polvo : el llamado polvo de momia, que muchos boticarios diluían en vino y miel y otras veces en  agua.

(5) A finales de la Edad Media se creía que la carne de momia egipcia curaba,  y se popularizó y se utilizó ampliamente como medicina  a lo largo de los siglos XVII y XVIII  considerándola un  remedio medicinal empleado para tratar un sinfín de afecciones: diarrea, artritis, poliomelitis, reuma, etc.  Paracelso, médico suizo del siglo XVI,  consideraba que el espíritu y la fuerza de la persona fallecida irían a parar a todo aquel que comiera su carne, y de ahí su su utilidad como remedio. Bien entrado el siglo XVIII, la momia se prescribía con entusiasmo para tratar la tos, infecciones uterinas, partos laboriosos, histeria, dolores de huesos, disentería, diarrea, dolores de cabeza o epilepsia. Además, en un alarde de creatividad, se elaboraron y comerciaron unos ungüentos obtenidos mezclando sustancias oleosas, a los que se atribuyeron efectos rejuvenecedores de la piel o aumento de la potencia sexual . Todo falso pero muy lucrativo para quien comerciaba con las momias , verdaderas o falsificadas. (4)
Ante tales propiedades, no es de extrañar que nobles y gobernantes de la época , que podía pagar su elevadísimo precio, utilizaran la carne de momia en formas diversas. El rey Francisco I de Francia viajaba siempre con un tarro con polvos y trocitos de carne de momia para comer. Su nuera, Catalina de Médicis, envió unos emisarios a Egipto en 1549 con el fin de conseguir momias de calidad. Francisco I de Francia llevaba siempre encima un saquito con picadura de momia y la reina de Inglaterra recibió como regalo del príncipe de Persia, en una fecha ya tardía como 1809, la todavía entonces apreciada medicina. 

    Momia de Tutmosis II

(6) En el siglo XVII, hasta cuatro tipos diferentes de momias, naturales y artificiales, genuinas y falsificadas, compartían lugar en los anaqueles de las boticas europeas:

La primera era la llamada de Arabia, “que es una substancia líquida que exuda de los sepulcros donde hay cadáveres embalsamados con aloe, mirra y bálsamo”, extremadamente rara que correspondería a los embalsamamientos de primera clase. 
La segunda la de Egipto, “que es un licor que exuda de los cadáveres embalsamados con pisasfalto, una especie de pez recogida en Palestina, de la que se hacía uso para conservar los cuerpos de un menor rango”, es decir los embalsamamientos de segunda clase..

La tercera era la de los cuerpos momificados naturalmente, en Libia y en otras partes. El desierto era un gran devorador de hombres, cuyos cadáveres casi petrificados destapaban los vientos. Cuerpos deshidratados por el Sol del desierto “donde los viajeros son a menudo tragados por las arenas por la violencia de los vientos” .

Y la cuarta y última, la momia falsificada, la facticia, “que es una mezcla de pez y resina, que se vende por verdadera momia”.

Al principio no fue difícil conseguir las momias , pero el enorme aumento de la demanda provocó que la materia prima empezase a escasear. Los saqueadores de tumbas se esmeraban al máximo, pero su trabajo no conseguía abastecer al próspero mercado europeo, por lo que no tardaron en aparecer  comerciantes sin escrúpulos que momificaron alegremente cadáveres de esclavos, muertos anónimos, ajusticiados, fallecidos en las calles o incluso animales, engañando a incautos boticarios. Aquellos que no podían conseguir un cuerpo momificado íntegro debían conformarse únicamente con partes del cuerpo, como las manos. Así, a la «mano muerta», es decir, a la mano cortada a un muerto –normalmente un ajusticiado–, se le atribuyeron propiedades medicinales y mágicas en la Europa medieval. Debido a la baja disponibilidad de manos enteras, también se llevaron a cabo estas prácticas con los dedos muertos. Las manos eran, en muchas ocasiones, cortadas al cadáver por el propio verdugo, quien las vendía al mejor postor para obtener ingresos adicionales. Se creía que las manos muertas de los niños eran particularmente curativas para el bocio y otras enfermedades del cuello. Las manos muertas –momificadas o conservadas en formol– eran objetos muy apreciados por alquimistas y coleccionistas.

Ambroise Paré
Sin embargo, no todo el mundo estaba convencido de las bondades de la carne de momia –ni tampoco de las manos o dedos– y no eran infrecuentes que su consumo tuviese connotaciones negativas. Ambroise Paré (1510-1590) célebre médico considerado el padre de la medicina moderna, médico de cámara y consejero real, asistió a cuatro reyes: Enrique II, Francisco II, Carlos IX y Enrique III, y a él se le deben un nuevo tratamiento para las heridas por arma de fuego, la ligadura de arterias en las amputaciones, los tubos de drenaje para las heridas o el volteo del niño antes del parto, cuando su posición implicaba complicaciones, así como la publicación de un tratado de anatomía universal y varios manuales sobre cómo tratar heridas y enfermedades., escribió en 1582  un tratado en el que bajo el título de "Discurso de la momia, de los venenos, del unicornio, y de la peste" concluía que "los antiguos egipcios jamás pensaron en hacer embalsamar sus cuerpos para ser comidos por cristianos; sino que tenían en tan gran de honor, reverencia y recomendación los cuerpos de los fallecidos, por la esperanza de la resurrección, que indagaron cómo embalsamarlos para conservarlos y guardarlos por siempre"., denunciando el polvo de momia como un fraude y se negaba a prescribir polvos de momia porque no solo no producía efectos beneficiosos sino que ocasionaba dolores de estómago, vómitos y mal aliento, pero sin que su advertencia fuera tomada en consideración. Francisco I de Francia llevaba siempre encima un saquito con picadura de momia y la reina de Inglaterra recibió como regalo del príncipe de Persia, en una fecha ya tardía como 1809, la todavía entonces apreciada medicina.

Ambroise Paré relataba años más tarde :  "Un día, hablando con Guy de la Fontaine, médico célebre del rey de Navarra, y sabiendo que había viajado por Egipto y la Berbería, le rogué que me explicase lo que había aprendido sobre la mumia y me dijo que, estando el año 1564 en la ciudad de Alejandría de Egipto, se había enterado que había un judío que traficaba en momias; fue a su casa y le suplicó que le enseñase los cuerpos momificados. De buena gana lo hizo y abrió un almacén donde había varios cuerpos colocados unos encima de otros. Le rogó que le dijese dónde había encontrado esos cuerpos y si se hallaban, como habían escrito los antiguos, en los sepulcros del país, pero el judío se burló de esta impostura; se echó a reír asegurándole y afirmando que no hacía ni cuatro años que aquellos cuerpos, que eran unos treinta o cuarenta, estaban en su poder, que los preparaba él mismo y que eran cuerpos de esclavos y otras personas. Le preguntó de qué nación eran y si habían muerto de una mala enfermedad, como lepra, viruela o peste, y el hombre respondió que no se preocupara por ello fuesen de la nación que fuesen y hubiesen muerto de cualquier muerte imaginable ni tampoco si eran viejos o jóvenes, varones o hembras, mientras los pudiese tener y no se les pudiese reconocer cuando los tenía embalsamados. Le dijo también que se maravillaba del gusto que tenían los cristianos por comer muertos”. El relato sirve para que, a continuación, Paré muestre, definitivamente, su rechazo a la carne momia: “Gracias al relato del judío puede verse como nos hacen tragar indiscriminadamente y cruelmente la carroña maloliente e infecta de ahorcados o de la más vil canalla del populacho egipcio, muertos de viruela, apestados y sifilíticos”.
Como Guy de la Fontaine le insistiese en que le explicase cómo lo hacía para embalsamarlos, dijo que extraía el cerebro y las entrañas y hacía grandes incisiones en los músculos: después los llenaba de pez de Judea, llamada asfaltites, y con tiras de ropa mojadas en dicho licor las colocaba en las incisiones y vendaba separadamente cada parte y cuando esto se había hecho envolvía todo el cuerpo en un trapo impregnado del mismo licor. Una vez efectuado todo esto los metía en cierto sitio y les dejaba que se "confitasen" dos o tres meses. Finalmente Guy de la Fontaine le dijo que los cristianos estaban bien engañados al creer que los cuerpos momificados fuesen extraídos de sepulcros antiguos y el judío respondió que era imposible que Egipto pudiese proporcionar tantos millares de cuerpos como eran pedidos por los cristianos, pues es falso que en aquellos días se embalsamase a nadie, ya que el país estaba habitado por turcos, judíos y cristianos, que no acostumbraban a usar tal tipo de embalsamamiento, como era habitual en los tiempos en que reinaban los faraones".
Benito Jerónimo Feijoo
Otro personaje importante que se mostró en contra del polvo de momia fue Benito Jerónimo Feijoo, quien acusando a los árabes y a los judíos de ser los responsables y, por tanto, determinando que es un remedio falso, escribió lo siguiente entre los siglos XVII-XVIII: " El que la mumia, aun siendo legítima y no contrahecha, tenga las virtudes que se la atribuyen, es harto dudoso. Unos dicen, que los árabes la pusieron en ese crédito. Gente tan embustera merece poco, o ningún asenso, especialmente si los que acreditaron la mumia hacían tráfico de ella. Otros dicen, que un médico judío, maliciosa e irrisoriamente fue autor de que estimásemos esta droga. Peor es este conducto que el primero; pero como tal vez sucede lo de salutem ex inimicis nostris, la experiencia en materias de medicina, pronuncia sus sentencias con tanta obscuridad que cada uno las entiende a su placer. El célebre Ambrosio Paré se fundó en la experiencia para condenar esta droga por inútil.

Algunos quieren que aún la mumia, en el último sentido que le hemos dado arriba, tenga sus virtudes. Yo creo, que un cadáver desecado por intenso calor del sol, es duplicado cadáver; esto es, destituido no sólo de aquella virtud que se requiere para las acciones humanas, más también de las que es menester para los ejercicios médicos. Es preciso que el sol haya disipado todos sus aceites y sales volátiles: echados estos fuera, ¿qué cosa digna de mucha estimación se puede considerar que quede en aquella tierra organizada? Los cadáveres habían de servir para el desengaño, y los droguistas los hacen instrumentos de la ilusión. 
Vendedor callejero de momias  (1875)

A mediados del siglo XIX, cuando las teorías de Paracelso, alquimista, médico y astrólogo que afirmaba entre otras descabelladas teorías que “No hay mejor remedio para el cuerpo humano que el propio cuerpo humano reducido a medicamento”, cayeron definitivamente en el olvido y el pensamiento científico se consolidó, el polvo de momia desapareció de las boticas aunque siguió formando parte de algunos manuales médicos.

CURIOSIDADES

Las fiestas del desvendaje de momias

Sin lugar a dudas es la ocupación napoleónica en Egipto (1798-1801), la que generó en Europa una nueva tendencia, el gusto por el antiguo Egipto. La llegada de los franceses y posteriormente los ingleses a Egipto abrió la puerta a expediciones científicas, al turismo desde Europa y a un fuerte comercio de piezas arqueológicas. Todo noble que se jactara de tal, debía realizar viajes a Egipto y llevar consigo para su colección privada toda clase de objetos del antiguo Egipto y una que otra momia con sus sarcófagos. Ya entrado el siglo XIX la publicación de la traducción de la piedra Roseta realizada por Jean-François Champollion masificó el interés de la aristocracia europea por el exótico Egipto.
Thomas Joseph Pettigrew 

Tanto fue el interés por las momias que se organizaban fiestas de desvendaje de momias. Uno de los personajes más reconocidos en los círculos sociales de Londres fue el cirujano y anticuario Thomas Joseph Pettigrew (1791-1865) llamado "Momia Pettigrew", fue un experto en momias, famoso por organizar apoteósicas fiestas privadas en las cuales se retiraban los vendajes de las momias y luego eran autopsiadas para el entretenimiento de sus huéspedes. 

Cartel  anunciador de desvendaje de momia

Margaret Murray, la primera mujer que organizó una de estas fiestas, quería mostrar al público que las momias no eran mágicas, sino simples restos humanos preservados de los que se podía aprender. Su fiesta de desvendado más recordada es la que organizó en 1908 en la Universidad de Manchester de los hermanos momificados Nekht-ankh y Khnumu-Nekht.

L’interieur d’une cuisine (1815)

La pintura marrón egipcio/marrón momia 

Además de comerse o beberse los polvos de momia los utilizaron  como  pintura ,convirtiéndose en uno de los pigmentos favoritos de los pintores en los siglos XVII a XIX . Con aglutinante y clara de huevo, el polvo de momia se convertía en una pintura marrón brillante y que no se agrietaba con el paso del tiempo, de textura cremosa y una tonalidad rica y transparente, utilizada para los tonos marrones y las sombras en grandes obras maestras– denominada marrón egipcio o «marrón momia. 

Fue, por ejemplo, uno de los pigmentos utilizados por el pintor Eugene Delacroix para la decoración del antiguo Ayuntamiento de París –destruido por un incendio en 1871–. Casi con toda seguridad fue utilizado por el francés Martin Drolling en el óleo L’interieur d’une cuisine (1815), que puede admirarse en el Louvre . Pero también el uso de la momia como pigmento llegó a su fin. En 1848, empujado por su aversión al materialismo que impregnaba las artes en una Inglaterra industrializada, un grupo de poetas y pintores formó la «Hermandad Prerrafaelita». Buscando la pureza que les permitiera crear y que habría existido en una ideal Edad Media, los prerrafaelitas escaparon de un mundo en decadencia y se impregnaron de ideas místicas y nostálgicas. Uno de los miembros de esta hermandad fue el pintor Edward Burne-Jones, quien, con certeza, utilizó el marrón momia en sus cuadros. 

Según describe  Georgiana , mujer de Edward Burne-Jones en sus memorias, el pintor Lawrence Alma-Tadema y su familia estaban comiendo en casa de los Burne-Jones un apacible domingo . Ese día fue recordado por todos nosotros como el día del funeral del tubo de pintura marrón momia. Estábamos sentados todos juntos almorzando […], los hombres hablaban acerca de los distintos colores que usaban cuando el señor Alma-Tadema nos sorprendió al decir que había sido invitado a ver a una momia que se encontraba en el taller del fabricante de pinturas antes de ser convertida en pigmento. Edward rechazó la idea de que el pigmento marrón tuviera algo que ver con una momia, pero, cuando Tadema le aseguró que así era, se levantó y se dirigió a su estudio volviendo segundos más tarde con un tubo de pintura en sus manos, insistiendo en que debíamos darle un entierro digno. Excavamos un pequeño agujero en el jardín y todos observamos cómo Edward colocó el tubo de pintura con sumo cuidado; el lugar fue marcado por una de las niñas que trasplantó una mata de margaritas.
La reacción de Burne-Jones era reflejo del creciente malestar que existía en la sociedad con respecto al uso de las momias. En parte debido a sus orígenes siniestros, en parte por la importancia cultural, arqueológica y antropológica de las momias, y en parte por la dificultad para obtenerlas, el uso del pigmento dejó de usarse definitivamente a principios del siglo XX. 

El fabricante del «marrón momia», C. Robertson, cesó su producción en 1964. En una entrevista aparecida en la revista TIME (2 de octubre de 1964) confesó que «nos hemos quedado sin momias; quizá tengamos unos pocos miembros por algún rincón de la fábrica, pero, desde luego, no son suficientes para fabricar más pintura» . 


La maldición de la momia

Durante mucho tiempo se creyó  que existía una  maldición de las momias que se vengaban de aquellos que habían profanado su tumba   ,  creencia ampliamente extendida a partir del descubrimiento de la tumba de Tutankamón   por Howard Carter en 1922.  , popularizándose gracias a la prensa de la época, llegándose a contabilizar 30 muertes relacionadas directa o indirectamente con dicha la maldición al encontrarse presentes en el proceso de apertura de sarcófago.

Personajes como Arthur Conan Doyle, autor que dio vida a Sherlock Holmes alimentaron con sus declaraciones y escritos los rumores de la leyenda Pese a que su célebre personaje se distinguía por su escrupuloso raciocinio y su empirismo científico, Doyle que era un gran creyente en el espiritismo  achacó la muerte de Carnarvon , el mecenas de la expedición, a un “mal elemental” que guardaba el sepulcro y que se había vengado de sus profanadores. Así, la maldición de la momia pronto se convirtió en leyenda. 

Howard Carter

Sin embargo, la realidad es que solo 8 personas que estuvieron presentes en la apertura de la tumba de Tutankamon murieron en un plazo de 12 años y todas por causas naturales. Lord Carnarvon, el mecenas de la expedición, murió en su hotel de El Cairo cuatro meses después de abrir la tumba, a causa de una septicemia que se originó tras infectársele una picadura de mosquito. Su mismo hermano falleció poco después, junto con sir Archibald Douglas Reid que había sido el encargado de radiografiar a la momia de Tutankamón. Arthur Mace que ayudó a abrir la cámara, Alby Lythgoe, el magnate George Jay Gould que estuvo presente durante la apertura, todos ellos murieron antes de que pasaran cinco años. Los directores del Departamento de Antigüedades del Museo de El Cairo fallecieron ambos a causa de una hemorragia cerebral, y Richard Bethell, el secretario de Howard Carter que también estuvo presente durante la apertura , el mismo Carter moriría 17 años después por la enfermedad de Hodgkin.  

En los últimos años, algunos han sugerido que la maldición del faraón era de naturaleza biológica, ante la posibilidad de que las tumbas selladas pudieran albergar patógenos que pueden resultar peligrosos o incluso mortales para quienes las abran después de miles de añosLos estudios de laboratorio han demostrado que algunas momias antiguas eran portadoras de moho, como el Aspergillus niger y el Aspergillus flavus, que pueden causar congestión o hemorragia en los pulmones. En las paredes de las tumbas también pueden crecer bacterias que agreden los pulmones, como Pseudomonas y Staphylococcus, sustancias que no son peligrosas para el cuerpo humano sano. 


De todas formas la idea de la maldición no fue creada solo a partir de la imagen occidental que se tenía de una cultura "pagana y enigmática" como la del Egipto antiguo y el descubrimiento de Carter Mucho antes , como por ejemplo en las mastabas de Giza y Saqqara , existían inscripciones de advertencia que tenían por objeto aterrorizar a quienes profanaran o robaran el lugar de descanso real , amenazándolos con el castigo divino del consejo de los dioses o con una muerte ocasionada por cocodrilos, leones, escorpiones o serpientes.

Pero  ni las trampas mortales y laberintos de las pirámides, ni su secretismo , ni  la pena de muerte para los saqueadores de tumbas, ni Anubis ni otros dioses protectores ni las maldiciones, pudieron evitar  el saqueo de tumbas con objeto de robar y comerciar con el oro, la plata y los valiosos adornos que se encontraban en los ataúdes y sarcófagos o en la propia cámara funeraria. El saqueo de tumbas fue una constante en el Egipto faraónico desde tiempos inmemoriales (eran ya una práctica habitual, cuando las tumbas consistían apenas en hoyos excavados en el desierto) y continuaron a lo largo de los siglos, en tal cantidad  que cuando los arqueólogos llegaron a Egipto a finales del siglo XIX no hallaron prácticamente ni una sola tumba intacta. 

La película

La Momia también tuvo su versión cinematográfica en 1932  : el tercer monstruo clásico de la Universal , tras su Drácula y su Frankenstein. Se trata de una película estadounidense de terror dirigida por Karl Freund y protagonizada por Boris Karloff.

 La Momia/ Boris Karloff

Sinopsis : SPOILER

Una expedición arqueológica del Museo Británico en 1921 encuentra la momia de un  sacerdote del Antiguo Egipto llamado Imhotep  que  es resucitado cuando uno de los arqueólogos británico lee en voz alta un papiro con un conjuro sagrado  . Imhotep huye de los arqueólogos llevándose el pergamino que lo había resucitado, y se dirige a El Cairo buscando a la reencarnación de su antigua amada, la princesa Ankhesenamon, que había muerto antes que él. El sacerdote había sido sepultado vivo, como castigo, cuando había intentado resucitarla. Diez años más tarde, el arqueólogo Frank Whemple , acompañado de Helen Grovesnor  encuentra la tumba de la princesa con la ayuda de un misterioso egipcio, llamado Ardath Bey, que era realmente Imhotep asumiendo una apariencia normal. Helen Grovesnor resulta ser extraordinariamente parecida a la princesa, y Ardath Bey la rapta para sacrificarla y momificarla, para que de esta forma la princesa se una a él nuevamente. Ya durante la ceremonia, la muchacha recuerda su vida pasada y lee un papiro con una inscripción que era una oración dedicada a la diosa Isis, buscando salvar su vida. Cuando termina, el papiro arde por autocombustión y la momia de Imhotep se deshace y se convierte en polvo.

VÍDEO: Como se hizo La Momia


Fuentes: Historia negra de la medicina -José Alberto Palma- Editorial CIudadelaRemedios de antaño -Francisco González Crussí -Editorial Fondo de Cultura Económica / https://historia.nationalgeographic.com / https://royalsocietypublishing.org/



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