25 de noviembre de 2024

TONTERÍAS SEXUALES

 

El coito es una relación sexual que supone un conjunto de comportamientos que realizan al menos dos personas con el objetivo de dar y recibir placer sexuaL

Glosario de diversidades sexogenéricas

Los dioses griegos del Olimpo 
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El coito es algo que no siempre ha sido visto con buenos ojos por la medicina., aunque algunos médicos, como los griegos clásicos , se ocupaban poco de él, como correspondía a una cultura realista que procuraba mirarse en el espejo de la naturaleza, manteniendo una mentalidad liberal a lo cual ayudaba el comportamiento de los desvergonzados dioses de su mitología, que seducen,fornican y violan con aplicación, disfrazándose con frecuencia bajo el aspecto de animales o cosas de lo más insólito, con tal de acercarse a sus víctimas y satisfacer sus lujuriosos propósitos.


Los romanos, pese a compartir panteón con los griegos , comienzan a manifestar alarma por los nocivos efectos del sexo. Sin duda, este cambio en la opinión de los médicos, muy manifiesto en Galeno, se debe a la puritana tradición de la vieja República, además de ser una reacción ante los excesos sexuales en que caen los patricios romanos durante la época imperial. Galeno comparte los principios morales de los filósofos estoicos, y esta filosofía impregna todos sus escritos (incluso su concepto del alma, que para él es un producto muy purificado de los humores materiales que componen el organismo y, por tanto, no tiene nada de inmortal).


Cuando la tradición judía del Antiguo Testamento se fusiona con la mentalidad romana, esta demonización del sexo se acentúa aún más, adquiriendo todos los prejuicios y complejos de impureza que arrastra en la cultura judía. La síntesis es la feroz misoginia de San Pablo y los Primeros Padres del cristianismo. Pero, curiosamente, son los médicos árabes los que de forma más insistente atribuyen al coito efectos perniciosos para la salud. Rhazzes,  Avicena y Maimónides  (judío de cultura árabe), escriben tratado tras tratado sobre los daños que produce el fornicio en la salud .

Quizás deberíamos buscar la causa de esta “manía” en los harenes de las clases dirigentes musulmanas. Los notables del Islam debían practicar el sexo con afición, y sus médicos llamados con frecuencia a consulta para intentar restañar los estragos que las noches de serrallo debían causar entre los caballeros del Islam, entre arrayanes, fuentes,naranjos y docenas de cálidas señoras compitiendo por ser la favorita, sin otra actividad durante el día que acicalarse y pensar en la noche. Cuando en Salerno y Toledo se traduce al latín medieval toda la literatura médicaárabe que, a su vez, contiene en sí el saber grecorromano, sobre el médico cristiano de la Baja Edad Media y el Renacimiento caen un aluvión de opiniones que consideran el sexo como muy nocivo y peligroso  . ¡Que más podía querer la Iglesia, siempre preocupada por encontrar argumentos contra los placeres venéreos, que el soporte de tan doctas opiniones, aunque fueran de paganos e infieles! 

La sexualidad en la Edad Media estaba fuertemente influenciada por las doctrinas de la Iglesia cristiana, que establecía normas estrictas sobre las prácticas sexuales aceptables, que solo eran lícitas dentro del matrimonio y con fines exclusivamente reproductivos, utilizándose términos como "dialetio" para referirse al amor honesto conyugal y "honesta copulatio" para la práctica sexual con fines de procreación.

Los padres de la Iglesia, imbuidos por valores ascéticos, ya que buena parte de ellos fueron eremitas o monjes, consideraron que la castidad o abstinencia del gozo carnal suponía la forma superior de vida cristiana. Para ellos el sexo era un peligroso enemigo desde el punto de vista moral, fundamentalmente porque las pulsiones sexuales y las reacciones de los órganos genitales no se encontraban bajo el dominio de la voluntad humana de forma efectiva. No obstante, aceptaron las relaciones sexuales para aquellos que vivían atormentados por las tensiones de la carne, pero siempre y cuando estuvieran dispuestos a casarse, engendrar hijos y criarlos cristianamente.


Para los padres de la Iglesia la salvación del alma y el placer sexual eran incompatibles, ya que este último era una fuente de pecado, de contaminación espiritual e impureza moral. El deseo del placer sexual era encendido en el cuerpo por el demonio. Si no se quería comprometer la salvación la mejor opción era llevar una vida de castidad y y luchar denodadamente contra el "espíritu de la fornicación".

En resumen, la sexualidad fue vista con horror, como algo enfermizo v pecaminoso de lo que había que huir como de la peste. Como demostración de la maldad inherente al placer sexual se argumentó que surgió como consecuencia del pecado original, defendiendo que la sexualidad, la lujuria y la muerte fueron introducidas en el mundo tras la caída de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso, donde habían vivido libres de las tentaciones de la carne. La lujuria surgía como el catalizador necesario para estimular los órganos sexuales con objeto de practicar el coito y con él llegaban el pecado y la condenación. Dentro de estas posturas subyacía la consideración de la sexualidad como algo no natural o consustancial a los seres humanos, y  una lacra que había sido impuesta como castigo tras la caída. Por tanto, para evitar la condenación eterna y conseguir la salvación había había que sustraerse a las llamadas de la lujuria y el coito para no caer en el deleite del placer carnal.

No obstante, no todos los padres de la Iglesia y pensadores posteriores, ya fueran teólogos o canonistas, consideraron que la sexualidad fuera algo ajeno a la condición humana y que surgió tras el pecado original. San Agustín defendió que Adán y Eva sí conocieron el sexo durante su estancia en el Paraíso, pero se trataba de una sexualidad diferente a la que surgiría después de la caída. La diferencia estaba en que  la sexualidad de Adan y Eva estaba controlada por la voluntad, pero tras el pecado original y la expulsión, los órganos sexuales se rebelaron contra la voluntad y los seres humanos dejaron de ser capaces de controlar los deseos e impulsos sexuales. En consecuencia, la sexualidad era natural, pero la lujuria y el placer sexual fueron el resultado del pecado original,

Para los padres de la Iglesia y autores de penitenciales era evidente que no todo el mundo era capaz de adecuar su vida al programa de perfección cristiana basado en la virginidad y lacastidad. Muchos eran los que vivían arormentados por las tensiones de la carne, y con objeto de ofrecer una solución a esas personas se establecieron las bases de una sexualidad moralmente aceptable, que debía practicarse en el seno del matrimonio y con la doble finalidad de procrear y educar cristianamente a los hijos. Ahora bien, no bastaba con establecer las condiciones de una sexualidad legítima en el seno del matrimonio, había que superar el modelo de matrimonio civil por otro eclesiástico regido en el derecho canónico. Quienes más incidieron en esta cuestión fueron los reformadores del siglo x. Propusieron que fuera monógamo, indisoluble, libremente contraído y exógamo   señalando que la única sexualidad protegida era la marital, que las relaciones extramaritales debían ser castigadas y que todas las cuesriones relativas al sexo pasaban a ser competencia de la jurisdicción eclesiástica. De este modo trataban de evitar la endogamia, el divorcio, las segundas nupcias y la elección de la pareja conyugal por los padres. . Santo Tomás de Aquino condenó la fornicación simple y, en consecuencia, cualquler uso extramarital de los órganos sexuales pasó a ser delito canónico y formaron parte de la legislación laica.

El sexo conyugal no sólo debía estar condicionado a la procreación, sino también al ciclo litúrgico y al ciclo fisiológico de la mujer. Entre el siglo VI y comienzos del XI los autores de los cánones penitenciales que señalaban las penitencias que debían imponerse a los pecadores por sus faltas fueron quienes más se afanaron elaborar la doctrina oficial de la Iglesia sobre el sexo, dictando un calendario de prohibición de practicar sexo a lo largo de las siguientes fechas:
  • Los domingos: No tanto por practicar penitencia sino por evitar la impureza ritual que ocasionaba la actividad sexual y que incapacitaba para participar en el culto divino.
  • Los miércoles y viernes: Por ser días de penitencia en los que los fieles debían realizar ayuno y contrición. E incluso también se incluyeron los sábados, víspera de la festividad dominical y en la que, por tanto, debía guardarse la vigilia.
  • Los tiempos cuaresmales : Las semanas anteriores a la Pascua de Navidad o Adviento, que podía iniciarse cuatro domingos antes del 25 de diciembre, con lo que el tiempo sin sexo suponía entre 22 y 35 días. Las semanas anteriores a la Pascua de Resurrección, que podía comenzar el miércoles de Ceniza y entonces la abstinencia debía mantenerse durante unos 47 días. Y, por último, la cuaresma previa a la Pascua de Pentecostés, que caía 50 días después del domingo de Resurrección.
  • Otras fiestas del calendario litúrgico : Los días de fiesta mayor y las vigilias correspondientes a esas fiestas.
  • Antes de la comunión : Los manuales de penitencia exigían abstenerse de practicar sexo tres días antes de comulgar y otro siete días después de hacerlo.
  • El ciclo fisiológico de la mujer : Los manuales de penitencia exigían a las parejas abstenerse de toda relación sexual durante el periodo menstrual, el embarazo, el parto y la lactancia.
En este planteamiento subyacía, en buena medida, cuestiones relativas a la impureza ritual. Así, aquellas parejas que mantuvieran relaciones sexuales durante la menstruación de la mujer debían purificarse para evitar contagiar a otros con su acto y dañar a la comunidad. A través de abluciones ceremoniales después de la relación o de ayunos y penitencias conseguían la purificación y podían realizar, por ejemplo, actividades religiosas. 

En este punto se evidencia, en primer lugar, la influencia de las Sagradas Escrituras, pero también de la Historia natural de Plinio el Viejo, al señalar los peligros físicos que se derivaban del contacto con el flujo menstrual. Durante el periodo de gestación también debía mantenerse la abstinencia, pues el contacto con la mujer embarazada causaba impureza al varón que accedía a ella, ya que el embarazo era el resultado de un acto sexual y éste ocasionaba una impureza que seguía siendo contagiosa durante todo el embarazo.

La prohibición de mantener relaciones sexuales continuaba tras el alumbramiento y encontraba su razón de ser una vez más en la fuente de contaminación ritual que era la nueva madre, pues había sufrido una hemorragia y había concebido un bebé tras gozar durante el acto sexual. Todavía quedaba el periodo de lactancia y, en consecuencia, hasta el destete no eran lícitas las relaciones sexuales. Las mujeres de la nobleza que recurrían a nodrizas podían retornar a la actividad sexual mucho antes.
Estas limitaciones del sexo marital establecidas por los autores de manuales penitenciales tenían como objetivo reducir al mínimo la actividad sexual para evitar sus consecuencias pecaminosas y contaminantes, pero dejando un resquicio a la reproducción. En efecto, si una pareja obedeciera escrupulosamente las interdicciones derivadas del calendario litúrgico, así como también las relativas al ciclo fisiológico de la mujer tendrían pocas oportunidades de mantener encuentros sexuales a lo largo del año. Así sumando los días de abstinencia sexual prescritos por el calendario litúrgico y los correspondientes a un ciclo menstrual regular resulta una media de 44 encuentros al año, cifra reducida por los embarazos, los alumbramientos, los periodos de lactancia, etc.

No obstante , y como era de esperar, las prohibiciones no fueron respetadas por la mayoría de la población , como demuestra el fuerte incremento demográfico de la población a partir del siglo X en Europa Occidental, y que el género humano lograra 
sobrevivir a la Edad Media, si pensamos en todos los sermones religiosos y la literatura que circulaba condenando el acto sexual. El acto sexual con fines de procreación era tolerable, admitían con envidia los santos padres, pero todo aquel que se daba al placer sensual porque se había enamorado o porque buscaba el placer físico se encaminaba a paso ligero a la condenación. Esta actitud sombría condujo finalmente a que la Iglesia legislara sobre los detalles más íntimos de la vida conyugal, como las posturas sexuales durante el coito. 

En 1215, el clérigo Johannes Teutónicus (c. 1180-1252) fue el primero en anunciar que solo había una postura natural en el coito, lo que hoy llamamos postura del misionero (término acuñado en la década de 1960), que consiste en que la persona que es penetrada se sitúa tumbada boca arriba con las piernas entreabiertas mientras que quien penetra se coloca encima (sobre ésta) cara a cara, y .que también era considerada óptima para la concepción, finalidad del coito. Intentar cualquier otra postura era pecado mortal, opinaba Johannes, lo que incluía cualquier forma exótica e innecesaria de estimulación. 

Los mejores teólogos pronto comenzaron a dedicar no pocas de sus reflexiones a qué posturas en el coito eran más placenteras – y por ende más maléficas – (con el impedimento de llegar a este tipo de conclusiones basándose en la teoría) y se distribuyeron manuales especiales de ayuda para los confesores de las iglesias, denominados Summae Confessorum que se difundieron gradualmente a partir de finales del siglo XII con diversos nombres: summa de poenitentia, summa de confessionibus, summa de casibus, summa de virtutibus et vitiis, que comprendías ,entre otras cuestiones, una descripción de las posturas sexuales transgresoras y las correspondientes penitencias recomendadas de pan, agua y abstinencia :
  • Sexo dorsal ( la mujer encima): 3 años 
  • Lateral, sentado, en pie: 40 días 
  • Coitus retro ( por detrás ) : 40 días 
  • Masturbación mutua: 30 días 
  • Sexo interfemoral ( eyaculación entre las piernas) : 40 días 
  • Coitus interga ( sexo anal) : 3 años con un adulto; 2 años con un niño; 7 años habitual y 10 años con un clérigo 
Los teólogos no se ponían de acuerdo en cuanto al castigo que merecía el coitus interruptus, el método de retirada que frustraba la procreación, y proponían penitencias de entre dos y diez años, mientras que el "semenem in ore" (semen en la boca) podía merecer entre tres y quince años. Pierre de La Padule añadía que el acto sexual durante la menstruación, en las iglesias o precedido de besos y caricias era casi tan malo como las posturas mencionadas más arriba. La masturbación era tan corriente que solo merecía un castigo de diez días en el caso del hombre y treinta días en el de los monjes, pero las mujeres que usaban “artilugios eróticos” hacían penitencia durante un año. 

El  Dr. Francisco Nuñez de Coria, que vivió en la segunda mitad del siglo XVI,  publicó en 1572 el libro Tractado del uso de las mugeres, y como sea dañoso, y como provechoso, y que cosas se ayan de hazer para la tentación de la carne, y del sueño y vaños  que en varios de sus capítulos aconseja la práctica del coito de forma que no suponga un peligro para la salud de los practicantes: 

Capítulo 1. En el cual se declara qué cosa sea el coito, o acto venéreo, y si la delectación del tal acto sea mayor en la mujer que en el varón.
Capítulo 2. En el cual se declaran las utilidades y provechos que se siguen del moderado ayuntamiento con las mujeres, y de los daños y males que se siguen de dejar la tal obra, a los que están acostumbrados a ella.
Capítulo 3. De los daños y males del superfluo uso del coito y lujuria.
Capítulo 4. En el cual se demuestra qué tiempo del año sea dañoso para el coito y a que complexiones más dañe.
Capítulo 5. A qué complexiones y naturalezas de hombres más convenga el coito moderado, y a quién menos haga daño el desmoderado y desordenado, y qué hombres sean aptos para casados, y qué hombres no.
Capítulo 6. En qué tiempo del año, y en qué hora más convenga el débito, o coito. 
Capítulo 7. De qué cosas se deben guardar los religiosos y varones que quieren guardar la castidad.
Capítulo 8. Qué es lo que deben hacer los que quieren no ser molestados, ni fuertemente tentados de la carne. 

Libro en el que entre otras custiones escribía sobre el coito heterosexual: 

 

No es malo su uso moderado para hombres de complexión sanguínea, con predominio de humores calientes y húmedos, como son los rubicundos robustos y gruesos y que tienen muchos pelos o vello en el cuerpo, en razón de que son hombres de mucha simiente, cuya retención podría causarles melancolía, como dice Galeno. Es en cambio muy malo y perjudicial para los hombres de complexión fría y seca, con predominio de la atrabilis o bilis negra y de la flema o pituita. Estos hombres son magros y de color blanco o aceitunado. Si son melancólicos y tienen los testículos o compañones pequeños y fríos,deben evitar casarse, pues el débito conyugal puede matarlos. La causa en la pérdida de sustancia espermática, que no es una evacuación corriente, como la orina o el sudor, sino la más clara y pura destilación de la sangre, producto de una cuarta cocción o digestión. En el gusto o delectación de su expulsión se derrame no poca copia de espíritus vitales y naturales. El semen es producto ultimado y su pérdida los torna secos, flacos descoloridos,como si cuarenta veces se sacasen otra tanta cantidad de sangre; así lo afirma Avicena. 

Los entendidos ya vieron claro que el coito perjudica a todos los hombres. Ladiferencia radica en la medida del perjuicio, pues hay a quien daña mucho y a quien daña poco: Perjudica mucho a los ancianos, los convalecientes y los de constitución seca. Vimos a un convaleciente que copuló y murió ese mismo día.

Primeramente, daña la vista, ansí como el demasiado vino; después a los nervios y el estómago, que seca y enfría. Finalmente, acarrea presto abrevio de la vida. Lo dice Aristóteles, que le parece pasa como a los gorriones, que son muy lujuriosos y viven sólo un año, como lo demuestra el hecho de que muy pocos dellos tienen negras la plumas del  papo, que es señal de vejez en estos animales.Cuídense sobre todo los que tienen mujeres hermosas y gallardas. Guárdense de ir a ellas en demasía, porque darán en tener gota artética, perlesía, mal de nervios y a morir  jóvenes, dexándolas para disfrute de otros.

No daña, empero, a las hembras, porque en la tal obra trabajan poco. Antes bien:el ayuntamiento venéreo aumenta el apetito y delectación de las mujeres porque la humedad de su esperma es compelida a salir con la fricción del coito e si no sale del todo,quiere ser expelida e alanzada otra vez, por lo cual hay gran apetito de más fricación para que salga fuera y sea expelida, y por ende, no hay quien contienda y porfíe con ellas para poderlas satisfacer.

Especialmente, deben guardarse los hombres de él en el otoño, que es tiempodesigual y que declina a sequedad y frialdad, y es tiempo mortal. También el invierno por  su frialdad. En primavera es nefasto por las mismas razones que en otoño. En el verano las fuerzas corporales están más robustas en las complexiones húmedas y calientes, pudiendo ser más osados. No así los secos, que en el estío, se secan más. Lo dice Galeno. En cuanto al momento del día, no conviene después de la repleción en el comer, nide la evacuación, ni en ayunas, tal como afirma Avicena, ni después del exercicio, ni del baño (si se usa dél), ni de estar en vela o con tristezas. Es nefasto tras el vómito o hacer cámara u orina. Es menos nocivo cuando el cuerpo haya terminado la segunda digestión o cocciónen el hígado; y la tercera, en las venas, esté medio cumplida. Es decir, la hora menos malaes después del primer sueño de la noche.

Por bajo de veinticinco años son los hombres muy poco aptos para ello, por que nohan crecido ni embarnecido todo lo que deben y son diminutos y flacos. Los que son de cuarenta años en arriba tampoco, pues ya no les sobra substancia, y menos en la vejez, que es desde los cincuenta y cinco años. Desvarían los viejos al casar, porque toman mujer para otro..
Fuentes: 2500 años de historia al desnudo-Tony Perrotet-Ediciones Martínez Roca /Historia medieval del sexo y del erotismo-Ana Martos Rubio- Editorial Nowtilus / El modelo de sexualidad de la sociedad cristiana medieval: Norma y transgresión- Universidad del País Vasco- Iñaki Bazán Díaz /Bestiario Medico- Carlos Ferrandiz -Ediciones Eneida

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