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6 de julio de 2017

COMIDAS Y COMENSALES POPULARES ( 2 de 2 )

Tipología del comensal 
Tragaldabas. Tripero, pantagruel de la mesa, ser que disfruta a raudales de la comida, que no puede pasarse sin comer enormes cantidades de alimentos a diario, unos por simple placer (esas sociedades gastronómicas del norte...) o a veces por carencia de otros (placeres). Si se trata de mujeres, estamos ante ejemplos condenados como "bulímicos", pero los tíos, aunque tampoco bien vistos, tienen hasta su punto de cachondeo para los demás, que los convierten en fenómenos de exhibición, siendo el amigo, generalmente rollizo y grande que se lleva a tomar el aperitivo, mientras los demás dicen, con esa atracción del abismo: "¡¡Hala, mira el Gonzalo, qué cerdo, tío, se ha comido toda la fuente de los pimientos... ja, jaa!!". 
Sibarita. Antipático individuo/ a que gusta de comer lo mejor y lo más raro, que se deleita, no con la comida en sí, de la que suele probar poco, sino de un placer para él aún mayor: el dejar boquiabiertos a sus allegados y amigos y demostrar, no sólo lo que sabe acerca de Bocuse y la "nouvelle cuisine", sino el dinero que gana y que le permite comprar los productos mejores y los más caros, tipo esas tarrinas de hígado de oca de marcas que se escriben con pan de oro (que no es una comida). Hay una variante muy patética del sibarita, que es el sibarita pobre, o sea, el que no tiene un duro, pero se desmarca de sus colegas porque desprecia los bocadillos de "harinosos" y prefiere cosas más exclusivas. Y el sibarita aficionado, un nuevo riquillo, que va con su guía del gourmet por las tiendas comprando todas las sugerencias... 
Rata. Tipejo o tipeja detestable, cuan clérigo de El Buscón, que es incapaz de dar de merendar a una visita, que mide y pesa sus raciones de comida diarias y que se queda sin comer por no gastarse el dinero, poniendo como excusa su falta de apetito o una enfermedad digestiva imaginaria cuando se sale a comer fuera y hay que apoquinar, pero que luego, cuando se le invita, se convierte en un Pantagruel agresivo que es capaz de morder a su compañero por el último mejillón de la lata. 
El tiquismiquis. Curiosísima variante, que pone pegas a casi cualquier menú. Tomando como ejemplo a mi querido y extraño hermano pequeño, estos seres sólo tienen tres o cuatro comidas que les gusta, pero mucho, y se tirarían toda la vida comiendo lo mismo, pero cuando se les cambia el menú, quizá porque el resto de los comensales están hasta el gorro de espaguetis con queso cinco días a la semana, es capaz de ayunar tranquilamente y no probar un bocado hasta que le vuelvan a poner su plato. Si todavía no lo saben y quieren adivinar si un conocido, su pareja sentimental o un compañero del curro es un tiquismiquis, fíjense varios días en cómo deja su plato: si está más o menos limpio, es o un tripero o simplemente come bien, pero si ven el plato siempre con restitos de la comida cuidadosamente seleccionados y echados a un lado, están delante de un tiquismiquis...
El urbanita joven. Los más jóvenes siempre comen de forma un tanto desordenada. Yo me sé de una que, cuando estaba en el instituto, se gastaba el dinero que le daban para comer en discos y se conformaba con un café y un samui mixto para pasar unas doce horas. Cosas como ésta, que según los consejos de alimentación, son muy perjudiciales para la salud, se hacen y, además, alegremente, por la inconsciencia de la juventud y todo eso. Actos de heroísmo aparte, el joven que estudia o trabaja fuera (bueno, dejémoslo en el que estudia, porque si trabaja de verdad, comerá otra cosa del "Menú del Día"...) es actualmente un adicto a la comida artificial que se vende en las hamburgueserías y en los restaurantes de comida americana, por haber sido educado audiovisualmente en los colorines, los olores y las texturas del plástico y las grasas vegetales. 
La bulímica. Especie de tripera compulsiva, actualmente perseguida y condenada por la Ley (los hombres, de momento, no son bulímicos declarados por la ciencia. O sea, que si tienen un hermano que esconde varias tartas debajo de la cama, esto no está tipificado como delito. Si se trata de una hermana, ya saben que deben denunciarlo en el cuartelillo más próximo), quien sublima sus frustraciones (trabajo alienante, falta de trabajo por horrible que éste sea, novio horrible o ausencia de éste, ni siquiera amigos sexuales, entorno familiar desquiciado, pobreza material y/o mental, etc.) comiendo - a escondidas - como un monstruo platos preferiblemente altos en grasas y calorías, que satisfacen por unos breves momentos estas penas, pero no hace ascos en realidad a nada comestible, siendo capaz de comerse de una tacada dos sandías, diez bolsas de patatas fritas con dos botes de mayonesa o salsas variadas y varios platos de canelones, para lógicamente después vomitarlo todo, por decisión del estómago o por el método de meterse los dedos en la garganta y provocar arcadas.
Muchas madres, las que no han caído en la bebida o las pastillas a lo largo de la historia han sido y son, tras años de fatigas domésticas, bulímicas, pero ahora esto se presenta como una drogodependencia que atenta contra los pilares de nuestro entorno. 
La anoréxica. Curiosa y clásica especie de mística frívola, que busca en el ayuno total la felicidad y la realización personal. De origen femenino, aunque existen muchos adolescentes lánguidos que también desean convertirse en seres etéreos como personajes de El Greco, de color verde y sin carne alguna, porque queda como muy bien para determinadas estéticas, lo mismo que beber vinagre o untarse de antimonio la piel. La anorexia es una de las alarmas sociales favoritas de las autoridades, y está también muy condenada, obligando por ley a los padres o chivatos de la familia de la niña culpable a llevarla - aún en contra de su voluntad - a un hospital o a la policía.
Si las bulímicas comen como posesas, porque se desprecian en alto grado al verse como monstruos, las anoréxicas, que también se ven como monstruos, permanecen en una calculada huelga de hambre porque odian a toda la Humanidad, especialmente a las mujeres, y todo aquello que se parezca a los alimentos, especialmente los grasos y dulces. Como es lógico, la falta de alimento, como la falta de relaciones sexuales (que va muy unida a esta tipología y a la anterior) y otras exigencias básicas del organismo, les provoca los mismos efectos que a las monjas místicas: contraen la enfermedad de la histeria, tienen paranoias y visiones, son agresivas, pierden el sentido común y la noción de la realidad. En resumen: pueden llegar a ser muy, muy peligrosas. Miren, si no, a Sissí Emperatriz... 
Fuente: MONDO BRUTTO nº 20 Especial 2000 años de historia- Comer….soñar…tal vez papear – Grace Morales

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