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20 de noviembre de 2017

LOS SALUDADORES

Estampa devocional de Santa Quiteria

Saludador 

Comúnmente se aplica al que por oficio saluda [sana] con ciertas preces, ceremonias y soplos para curar del mal de rabia.

Diccionario de Autoridades - 1739:

Embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua

Se consideraban familiares de Santa Catalina de Alejandría o de Santa Quiteria, abogadas contra la rabia, y por eso llevaban grabado en el paladar, en la lengua o en otras partes de su cuerpo el símbolo de ellas, sobre todo el crucifijo o la rueda con la que sufrió martirio aquella santa. 


A pesar de la última definición peyorativa del Diccionario de la RAE, entre la denominada “gente oscura” y “gente de luz” ( Dueños de las tormentas, hombres del rayo, campaneros, loberos, zahoríes, curanderos,…), ha existido a partir de los siglos XV-XVI, un grupo diferenciado, no exclusivo de España, que recibieron el nombre de saludadores , es decir, que "daban salud", especializados en curar la rabia ( hidrofobia) tanto humana como animal, muy habitual en las zonas rurales y sin curación tradicional, y que tenían también otras virtudes  extraordinarias como curar con su aliento y su saliva y resistir impunemente la acción del fuego sobre su cuerpo. Podían andar con los pies descalzos sobre una barra de hierro al rojo vivo, meterse en un horno encendido, beber agua y aceite hirviendo y lavarse con ellos las manos. Fueron muy apreciados  especialmente en la sociedad rural durante el periodo comprendido entre el siglo XVII y principios del XX, en casi toda España, siendo especialmente abundantes en Galicia, Navarra, y País Vasco,y también Madrid. 

Desde un primer momento los saludadores tuvieron detractores y críticos entre los grandes pensadores de la época, curiosamente y en su mayor parte desde dentro de la propia Iglesia, quienes los consideraban farsantes y charlatanes que obraban en virtud de pactos con el diablo, a pesar de que algunos ayuntamientos y obispados convocaran plazas para ejercer dicho oficio y una vez examinados les expedían licencia para ejercerlo. Incluso, la Inquisición mantuvo cierta tolerancia ante un proceder que algunos autores ligaban a lo demoníaco.

Así, lo saludadores estos siguieron ejercitando su oficio y gozando de predicamento dentro de la sociedad española. La razón de tal aceptación se puede hallar en el hecho de que la rabia era una enfermedad para la que la ciencia no tenía remedio y los afectados por ella buscan desesperadamente la sanación en cualquier remedio que se les ofrezca.La proliferación de esta enfermedad es la que puede explicar que «A fines del XIX había repartidos por diferentes barrios madrileños unos 300 [saludadores], de los que más de la mitad eran mujeres. En la segunda década del siglo XX en algunos pueblos del suroeste de la provincia de Madrid, utilizaban todavía los servicios de saludadores para curar a sus ganados

Intentan curar con remedios (palabras y ceremonias vanas) que se hallan fuera de los remedios naturales que aplica la medicina. Su forma de sanar a las personas afectadas de la rabia radica en el uso de la saliva y el aliento, acompañados de palabras mágicas. En el caso de los animales, la sanación se realiza desde lejos con sus palabras curativas. 
Deben considerarse como hijos del diablo con quien mantienen pactos secretos.Para no ser rechazados ni condenados por la Iglesia, se proclaman familiares y devotos de santa Catalina de Alejandría (287-305) y santa Quiteria (119-130), a quienes la Iglesia tiene como abogadas a las que se invoca en la curación del mal de la rabia. De estas santas, según los saludadores, han recibido el poder y la virtud de sanar la rabia tanto en personas como en animales. Por ello, llevan tatuados los símbolos de dichas santas: la rueda con cuchillas con la que se pretendió dar muerte a santa Catalina y la palma símbolo del martirio de santa Quiteria.
Para no ser rechazados y que la gente les considere como poseedores de la virtud espiritual de sanar realizan actos que solo pueden tener explicación si son hechiceros ministros del diablo, como tener un rato en la mano carbón o hierro encendido, lavarse las manos con agua o aceite hirviendo, caminar descalzos sobre una barra de hierro incandescente o meterse dentro de un horno encendido. Y todo ello sin quemarse. Por tanto, tanto los saludadores como aquellos que les permiten su actuación, sean prelados o jueces, pecan mortalmente contra el primer mandamiento de Dios, y  considera a los saludadores como  secuaces del diablo que obran por medio de conjuros y ensalmos y cuya finalidad no era otra que conseguir medios materiales mediante el engaño

Reprobación de las supersticiones y hechicerías: Libro muy util y necessario a todos los buenos cristianos -Pedro Ciruelo ( 1470-1548)-Teólogo. 


El “saludador” según la tradición popular reunía por nacimiento alguna de las siguientes condiciones:
  • Ser el séptimo hijo varón de un matrimonio que únicamente hubiera engendrado hijos varones. Esta regla se rompía en el mismo momento en que entre esos seis hijos precedentes hubiera mediado una mujer, aunque también es cierto que en algunos lugares como Vizcaya la séptima hija de una serie de seis varones podía ser saludadora, eso sí, siempre y cuando naciera con la señal de la cruz debajo de la lengua o el paladar.
  • Llorar tres veces en el vientre de su madre y esta guarda su secreto. Para ello era necesario que el nasciturus llorara dentro del vientre materno y fuera escuchado por la madre en tres momentos diferentes durante la gestación. Para que todo surtiera el efecto deseado era necesario que esta guardara el secreto y no comentara nada al respecto ya que si en algún momento rompía su silencio la gracia o virtud del nasciturus se malograría.
  • Nacer el Viernes Santo a las tres en punto de la tarde –hora exacta en que murió Jesús en la cruz- o en Nochebuena, o en San Juan o el día de Santa Catalina, de quien los saludadores decían era su patrona junto a Santa Quiteria abogada contra la rabia. En algunos lugares de la Península como en Fonsagrada (Lugo) era suficiente con que fuera en sábado cuando naciera el séptimo hijo varón.
  • Haber nacido con el mantillo o bolsa amniótica sin romper.
  • Tener una serie de signos distintivos habitualmente ubicados debajo de la lengua o en el paladar como la rueda de Santa Catalina o una representación de la cruz. Podían darse casos en que la marca que aparecía era la Cruz de Caravaca o una marca en forma de luna. En algunos lugares como en Calzada de Béjar se dice que los saludadores del lugar poseían una letra debajo de la lengua o en el cielo de la boca, cambiando ésta de tal modo que si alguien miraba bajo el paladar o la lengua del saludador encontraría cada día una letra diferente.
  • Características específicas que confirmaban la virtud del saludador y le otorgaban la legitimidad para ejercer su oficio. Soportaban el fuego hasta el punto de poder entrar en un horno sin quemarse y eran capaces de de apagar con la lengua un ascua encendida, pasearse descalzos por una barra incandescente o no sufrir daño alguno con el agua o el aceite hirviendo. 

El saludador o dador de salud era un curandero con gracia innata y así, mientras que los curanderos basaban su ciencia en observaciones empíricas que se transmitían de padres a hijos, en el caso de los saludadores sus cualidades y aptitudes para la curación procedían de un don innato que poseían en virtud de una serie de rasgos físicos y circunstancias de nacimiento que los diferencian de resto y los cualificaba para curar, siendo su misión saludar mediante el soplo o la saliva a aquellos individuos y animales aquejados de rabia con el fin de espantar la enfermedad. 

No solo curaban personas, ya que se consideraba más importante si cabe la curación de los animales domésticos y al ganado, medio primordial de subsistencia y principal elemento propagador de la rabia. Si bien es cierto que los casos de hidrofobia en la época eran muchos, probablemente llegó un momento en que ni eran tantos los casos que curar ni eran pocos los saludadores que se ofrecían para ello, por lo que comenzaron a ofrecerse para curar otro tipo de enfermedades más allá de la rabia convirtiéndose en una especie de curanderos generalistas a imagen de los médicos de familia actuales. Solían ser de clases sociales bajas, sin que se conozcan referencias de saludadores que fueran nobles o de clases preeminentes.
(Los saludadores son) Geente baja, perdida y de mal ejemplo de vida”  y  si fuese virtud natural -la del saludador-, ¿por qué había de residir ésta siempre en gente baja? Siendo tantos los Saludadores, ¿cómo no vemos algunos Caballeros que lo sean?...”

Jardín de Flores Curiosas" -Fray Antonio de Torquemada (1507-1569) 

Se comprometían a curar la rabia. Para hacerlo, invitaban al enfermo a echarse sobre un camastro, y luego le embadurnaban los labios con saliva, echándoles el aliento por toda la piel; aplicaban hierros candentes , que cogían con las manos sin quemarse, sobre las cabezas de los animales afectados, o aceite hirviendo que recogían con sus manos aplicándolo a las heridas, .... . Eran hombres que tenían, por lo general, una alta consideración social. Los “saludadores” eran llamados “hombres santos” cuando curaban, pero si fracasaban pasaban a ser “endemoniados” o “endiablados”, con las consecuencias imaginables que ello suponía.Lo cierto y sorprendente, es que entre los “saludadores” habían embaucadores, pero otros en cambio eran sanadores reconocidos, y hacían de ello una verdadera profesión y, tanto es así, que como tales figuraban en los empadronamientos municipales y en documentos parroquiales.

El hecho de que los saludadores empezaran a proliferar ejerciendo las veces de ensalmadores y conjuradores, o practicando todo tipo de hechicerías hizo que comenzaran a promulgarse normas persiguiéndolos y prohibiendo sus prácticas. El auténtico saludador ,el que poseía la gracia innata, se había desvirtuado, ya no curaban solo mediante el soplo y la saliva y se valían de otros métodos como ensalmos, conjuros, persignaciones y toda suerte de hechicerías, todo ello fruto de pactos con el diablo, por lo que merecían ser perseguidos y castigados. 

La picaresca debió de hacer la situación insostenible en el siglo XVII y las autoridades eclesiásticas y civiles dictaron normas para prohibir sus actividades siendo muchos de ellos castigados. A partir de entonces , y aún sin desaparecer, son tenazmente perseguidos en primer lugar y sobre todo por la Iglesia, que los acusa de embaucadores y falsos, al usar fórmulas religiosas y hacerle la competencia en la recogida de limosna. A partir del XVIII los estamentos públicos se concentran en la eliminación de tales actuaciones, si bien no se dictan condenas muy severas. La intervención de los órganos legislativos en esta materia coinciden en el tiempo con la gran expansión de la profesión médica y avances de toda las ciencias en general que tuvo lugar en el Siglo de las Luces.
Fuentes: Testigos del prodigio—Jesús Callejo y José Antonio Iniesta/ https://www.funjdiaz.net /http://luzequinoccial.blogspot.com.es

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