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18 de enero de 2018

EL SAMURÀI Y EL SUICIDIO RITUAL


LOS SAMURÁIS

Samurái significa en japonés "servidor " perteneciente a una  casta guerrera e intelectual perteneciente a la aristocracia militar al servicio de los señores feudales japoneses. Dicen que la vida de un samurái era bella y breve como la flor del ciruelo, por eso no es extraño que uno de sus lemas vitales fuera: «morir es solo la puerta para una vida digna». Los samuráis mantuvieron una intensa vida militar entre los siglos XII y XVII. En ese periodo de luchas entre clanes, se les podía ver orgullosos a lomos de sus pequeños aunque resistentes caballos y fieles al código de conducta impuesto por el bushido "camino del guerrero", que tenía elementos de confucianismo, budismo y sintoismo, y que estuvo en vigor desde de los siglos X al XIX. 

Algunos de los samuráis que quedaron sin amo debido a la ruina o la caída de este, o a que había perdido su favor, recibieron el nombre de ronin, que significa «hombre ola», alguien que va de un lugar a otro como llevado por las olas del mar. El ronin no tenía ni clan ni señor y con frecuencia se les trataba como marginados. Tenían que arreglárselas solos y recorrían el país en busca de trabajo. Pero al estar libres de la obligación de servir a un señor, muchos ronins se hicieron independientes. En esto eran diferentes a cualquier otro samurái cuya lealtad estaba siempre comprometida con su señor.

El BUSHIDO

Código de Bushido : Sed fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras

 Los siete principios básicos del Código de Bushido.   

1. GI (Honradez/Justicia) Sé honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia. Para un auténtico samurái no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia. Sólo existe lo correcto y lo incorrecto. 

2. YU (Valor heroico) Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir. Un samurái debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado, es peligroso, pero sin duda también es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte. Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.

3. JIN (Compasión) Mediante un entrenamiento intenso el samurái se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres, ya que desarrolla un poder tan grande que debe ser usado solo para el bien de todos. El samurái debe tener compasión. El samurái debe ayudar a sus hermanos en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.

4. REI (Cortesía) Ser un guerrero no justifica la crueldad. Los samuráis no tienen motivos para ser crueles, no necesitan demostrar su fuerza a nadie salvo a sí mismos. Un samurái debe ser cortés siempre, especialmente hacia sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto hacia sus oponentes, el samurái no es mejor que los animales. Un samurái es temido por su fiereza en la batalla, pero es respetado por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza interior del samuráii se vuelve evidente en tiempos de apuros. 

5. MEYO (Honor) El auténtico samurái solo tiene un juez de su propio honor, él mismo. Las decisiones que toma y cómo las lleva a cabo son un reflejo de quién es en realidad. Nadie puede ocultarse de sí mismo, y los samuráis no son una excepción. 

6. MAKOTO (Sinceridad absoluta) Cuando un samurái dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en este mundo lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará. No ha de dar su palabra. No ha de prometer. El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer. “Hablar” y “hacer” son, para un samurái, la misma acción. 

7. CHUGO (Deber y Lealtad) Para el samurái, haber hecho o dicho "algo", significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan. Un samurái es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un samurái son como sus huellas: puedes seguirlas donde quiera que él vaya, por ello el samurái debe tener cuidado con el camino que sigue.
EL SUICIDIO RITUAL

Desde los períodos más antiguos de la historia japonesa se pusieron en práctica diversos métodos de suicidio de honor, como el de arrojarse a las aguas con la armadura puesta o tirarse del caballo con la espada en la boca, aunque el más conocido y emblemático fue el suicidio ritual seppuku " corte del vientre "conocido coloquialmente como harakiri. El  seppuku consiste en la muerte ceremonial por destripamiento practicada por los samurai y reservada únicamente para los de más alto rango y extendida posteriormente  a los bushi , guerreros en general. E
ste suicidio ritual perfectamente codificado era a realizada por diversos motivos:
  • Voluntariamente para  morir con honor  en caso de su captura por los enemigos o para evitar la captura.
  • Como una muestra de fidelidad y lealtad en caso de que hayan perdido a su maestro conocido como oibara. 
  • Como medida de protesta o indignación por la forma en que fueron tratados por sus señores 
  • Para protestar contra la decisión de un señor. 
  • Como medio de aplicar la pena capital si eran  fueron declarados culpables de delitos graves o actos de vergüenza como medio de aplicar la pena capital.
Con el seppuku además de recuperar el honor perdido, se evitaba que el samurai y su familia  perdieran todos sus privilegios y posesiones, condenándolos a la pobreza y a la marginación social. 

LA CEREMONIA

El seppuku idealmente se realizaba  en un jardín cerrado. Previamente a ejecutar el seppuku, se bebía sake y se componía un último poema de despedida llamado , casi siempre sobre el dorso del abanico de guerra. El practicante se situaba de rodillas , se abría el kimono —habitualmente de color blanco, color de difuntos , se metía las mangas del kimono bajo las rodillas —para impedir que su cuerpo cayera indecorosamente hacia atrás al sobrevenirle la muerte—, frente a él sobre una mesa baja , envuelto en papel, yacía el wakizashi , la espada corta (a menudo desmontada para hacerlo más manejable, de modo que se empuñaba directamente por la hoja envuelta en una tela, puesto que morir con las manos cubiertas de sangre era considerado deshonroso) o bien el tanto o puñal japonés.  A continuación se clavaba  el arma blanca en el abdomen siguiendo el ritual, primero por el lado izquierdo con el filo hacia la derecha, cortando  hacia la derecha firmemente y volviendo  al centro para terminar con un corte vertical hasta casi el esternón. Tras ello actuaba el kaishakunin , un amigo o sirviente de confianza , diestro en el manejo de la espada encargado de dar muerte al sometido al seppuku mediante la decapitación con un golpe de espada. Habitalmente en casi todas las formas de seppuku las personas no se suicidaban, sino que se inflingían una herida mortal, siendo el  kaishakunin  el encargado de la muerte del individuo.
El ritual del seppuku
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Las mujeres de noble cuna también podían quitarse la vida de forma ritual, en caso de caer en manos del enemigo, seguir a su señor a la tumba u otros motivos.Era considerado un suicidio y se utilizaba un ritual distinto. Consistía en atarse las rodillas o los tobillos (caer sin vida con las piernas abiertas era indecoroso) y seccionarse la arteria carótida.

Seppuku- Wakiszashi para ritual

El diplomático inglés Algernon Bertram Freeman Mitford, que presenció en 1868 un seppuku obligatorio, dejó una descripción muy detallada. La escena tenía lugar en un jardín cerrado. El samurái que iba a inmolarse era Taki Zenzaburô, un oficial del Príncipe de Bizen, quien dio la orden de disparar contra el asentamiento extranjero en Hiogo en el mes de febrero de 1868. Iba vestido de blanco, como los peregrinos o los difuntos, y acompañado del kaishakunin,  un amigo hábil en el manejo de la espada.   Freeman-Mitford lo relató así en su libro de 1871,  Cuentos del Antiguo Japón:

(...)
Después de un intervalo de unos minutos de ansioso suspense, Taki Zenzaburô, un hombre fornido, de treinta y dos años de edad, con aire noble, salió al vestíbulo ataviado con su vestido de ceremonia, con las peculiares alas de tela de cáñamo que son usado en grandes ocasiones. Estaba acompañado por un kaishaku y tres oficiales, que vestían el jimbaori o sobrevesta de guerra con revestimientos de tejido dorado. La palabra kaishaku , debe observarse, es una a la que nuestra palabra verdugo no es un término equivalente. La oficina es la de un caballero: en muchos casos la lleva a cabo un pariente o amigo de los condenados, y la relación entre ellos es más bien la del principal y la segunda que la de la víctima y el verdugo. En este caso, el kaishaku fue alumno de Taki Zenzaburô, y fue seleccionado por los amigos de este último entre su propio número por su habilidad en el manejo de la espada.
Con el kaishaku en su mano izquierda, Taki Zenzaburô avanzó lentamente hacia los testigos japoneses, y los dos se inclinaron ante [pg 283]ellos, luego acercándose a los extranjeros nos saludaron de la misma manera, tal vez incluso con más deferencia: en cada caso el saludo fue devuelto ceremoniosamente. Lentamente, y con gran dignidad, el condenado montó en el piso elevado, se postró dos veces ante el altar mayor y se sentó  el mismo en la alfombra de fieltro, de espaldas al altar mayor, la kaishaku sobre su lado izquierdo. Uno de los tres oficiales asistentes se adelantó, portando un soporte del tipo utilizado en los templos para ofrendas, en el cual, envuelto en papel, yacía el wakizashi , la espada corta o el puñal de los japoneses, de nueve pulgadas y media de largo, con un punto y un filo tan agudo como el de una navaja de afeitar. Lo entregó, postrándose, al condenado, que lo recibió con reverencia, se lo llevó a la cabeza con ambas manos y lo colocó frente a sí mismo.
Después de otra reverencia profunda, Taki Zenzaburô, en una voz que delataba tanta emoción y vacilación como podría esperarse de un hombre que está haciendo una confesión dolorosa, pero sin ningún signo de ninguna en su cara ni en sus modales, habló de la siguiente manera:
"Yo, y solo yo, indignamente di la orden de disparar contra los extranjeros en Kôbé, y de nuevo mientras intentaban escapar. Por este crimen me destriparé, y les ruego que estén presentes para hacerme el honor de presenciar el acto. "
Inclinándose una vez más, el hablante permitió que sus prendas superiores se deslizaran hasta su cintura, y permanecieron desnudas hasta la cintura. Con cuidado, según la costumbre, se metió las mangas debajo de las rodillas para evitar caerse hacia atrás; porque un noble caballero japonés debería morir cayendo hacia adelante. Deliberadamente, con una mano firme, tomó la daga que tenía delante; lo miró con nostalgia, casi afectuosamente; por un momento pareció recobrar sus pensamientos por última vez, y luego apuñalándose profundamente por debajo de la cintura en el lado izquierdo, atrajo el puñal lentamente hacia el lado derecho, y, girándolo en la herida, dio un ligero corte hacia arriba. Durante esta operación tremendamente dolorosa, él nunca movió un músculo de su rostro. Cuando sacó la daga, se inclinó hacia adelante y estiró su cuello; una expresión de dolor por primera vez cruzó su rostro, pero no pronunció ningún sonido. En ese momento el kaishaku , quien, todavía agachado a su lado, había estado observando con atención cada uno de sus movimientos, se puso en pie de un salto, sostuvo su espada por un segundo en el aire; Hubo un destello, un golpe pesado, feo, una caída que se rompió. de un golpe la cabeza había sido cortada del cuerpo.
Siguió un silencio sepulcral, interrumpido solo por el espantoso ruido de la sangre que palpitaba en el montón inerte que teníamos ante nosotros, que un momento antes había sido un hombre valiente y caballeroso. Fue horrible.
El kaishaku hizo una pequeña reverencia, limpió su espada con un pedazo de papel que había preparado para el propósito, y se retiró del piso elevado; y el puñal manchado fue llevado solemnemente, una prueba sangrienta de la ejecución.
Los dos representantes del Mikado abandonaron sus lugares y, cruzando hacia donde estaban sentados los testigos extranjeros, nos llamaron a presenciar que la sentencia de muerte contra Taki Zenzaburô había sido cumplida fielmente. Al finalizar la ceremonia, dejamos el templo.

Fuentes :http://www.nationalgeographic.com.es / https://www.jref.com / https://conoce-japon.com / Historias del Antiguo Japón-Algernon Bertram FreemanMitford-Erasmus Ediciones

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