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22 de mayo de 2018

EL CRISTIANISMO CONTRA LA CULTURA CLÁSICA


El cristianismo en una época histórica en gran parte desconocida, fue una religión militante que sometió y aniquiló deliberadamente las enseñanzas del mundo clásico, lo que abrió paso a siglos de adhesión incondicional a «una sola fe verdadera».

El Imperio romano se había mostrado generoso acogiendo nuevas creencias, pero la llegada del cristianismo lo cambió todo. Esta nueva religión, pese a predicar la paz, era violenta, despiadada y decididamente intolerante. Al volverse oficial, sus fervientes seguidores emprendieron la aniquilación de quienes no estuvieran en sintonía con sus creencias. Derribaron sus altares y templos, quemaron sus libros -incluidas grandes obras filosóficas y científicas-, hicieron añicos sus estatuas y asesinaron a sus sacerdotes.

VÍDEO: Miembros del Estado Islámico  destruyen a mazazos estatuas milenarias

Arrasado el jardín, entraron los barbudos en el templo de Palmira y quebraron de un golpe la impresionante estatua, la decapitaron y desmembraron, acaso temerosos de que las piedras encubrieran blasfemias contra su dios. No eran miembros del Estado Islámico en 2012 sino soldados de Cristo en 385 d.C. Parece que solo entonces esos hombres -esos cristianos- sintieron, satisfechos, que habían hecho su trabajo. Volvieron a fundirse una vez más con el desierto. Tras ellos el templo quedó en silencio. Las lámparas votivas, desatendidas, se apagaron. En el suelo, la cabeza de Atenea empezó a cubrirse lentamente con la arena del desierto sirio. Había empezado el 'triunfo' de la cristiandad". 

Pero lo que se entendía por "triunfo" no era exactamente lo mismo que ahora. No consistía solamente en la victoria del ganador, sino en "la total y absoluta subyugación del perdedor". Y si bien el cristianismo conservó parte del legado clásico en los siglos oscuros de la Edad Media, otra historia anterior, mucho menos gloriosa y conocida, desplegó un escenario de destrucción apocalíptica de la filosofía y el arte de la antigüedad grecolatina, reducido por la Iglesia a sangre y cenizas durante los siglos IV y V d.C.

Estatua de Afrodita dañada por el cristianismo primitivo y con una cruz en la frente

Los asaltos violentos de este periodo no fueron terreno exclusivo de chiflados y excéntricos. Hombres que estaban en el corazón mismo de la Iglesia Católica alentaron y lideraron los ataques contra los monumentos de los "locos", "malditos" y "dementes" paganos. El gran San Agustín afirmó ante una congregación en Cartago: "¡Dios quiere, lo mandó, lo predijo, comenzó ya a llevarlo a efecto, y en muchos lugares de la Tierra ya lo ha realizado en parte: la extirpación de toda superstición de paganos y gentiles!". San Martín, todavía hoy uno de los santos franceses más populares, arrasaba los campos galos destruyendo templos y consternando a los lugareños a su paso. En Egipto, San Teófilo demolió uno de los edificios más hermosos del mundo antiguo. En Italia, san Benito destruyó un santuario dedicado a Apolo. En Siria, despiadados grupos de monjes aterrorizaban las zonas rurales, derribando estatuas y arrancando los techos de los templos".

Aquel era un mundo de apariciones diabólicas, un lugar en que Satanás podía pasar a tu lado por un camino y un demonio podía sentarse frente a ti en la cena; un mundo en que el alma inmortal estaba en peligro perpetuo. Para los panegiristas cristianos se trataba de una amenaza mortal que además les servía como dispositivo ideológico para purgar el mundo de paganos: Una nueva generación de predicadores inflexibles pronunciaba un sermón intimidatorio tras otro, en los que quedaban claras las opciones del pueblo. Al decidir a quién venerar, las congregaciones no elegían entre un dios u otro; estaban escogiendo entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás".

Emperador Constantino

No tenía por qué haber ocurrido así, que mientras que los pastores cristianos exigían pureza, su grey, bastante menos apasionada, estaba incorporando al dios cristiano sin mayor problema al cada vez más nutrido panteón de divinidades paganas y ora le rezaba a él, ora sacrificaba un carnero en el altar de Júpiter. El propio emperador Constantino, que legalizó el cristianismo en el Imperio Romano en el año 313, se mostró comprensivo con los ritos antiguos. "Ningún hombre será privado de la completa tolerancia", proclamó en el célebre edicto de Milán. Pero los clérigos cristianos, una vez legalizado el cristianismo , no permitieron semejante tolerancia, y al poco tiempo , los templos paganos ardían de Oriente a Occidente mientras sus sacerdotes -y miles de sus fieles- eran asesinados. No fueron solo las piedras las que fueron atacadas, pronto todos tenían que ser cristianos o pagar un precio por ello. Los que han pasado a la historia con el epíteto de ‘paganos’ “fueron perseguidos de todas las maneras posibles: legal, financiera y físicamente”.

Friso del Partenón destruido

En un arrebato de destrucción nunca visto hasta entonces —y que dejó estupefactos a los muchos no cristianos que lo contemplaron—, durante los siglos IV y V la Iglesia cristiana demolió, destrozó y fundió una cantidad de obras de arte simplemente asombrosa. Se derribaron las estatuas clásicas de sus pedestales y se desfiguraron, profanaron y desmembraron. Los templos se arrasaron por completo y se quemaron hasta que de ellos no quedó nada. Incluso el que era considerado el más glorioso de todo el imperio fue destruido. Muchas de las esculturas del Partenón sufrieron daños; se les mutilaron las caras y las manos, se les arrancaron las extremidades y se decapitó a los dioses. Algunas de las estatuas más hermosas de todo el edificio casi sin duda fueron derrumbadas y convertidas en escombros, que después se utilizaron para construir iglesias. Los libros —que con frecuencia se guardaban en los templos— sufrieron terriblemente. Lo que quedaba de la mayor biblioteca del mundo antiguo, una biblioteca que había llegado a albergar alrededor de setecientos mil volúmenes, fue también destruido. Transcurrió más de un milenio antes de que cualquier otra biblioteca pudiera siquiera acercarse a esa cifra de ejemplares. Se prohibieron las obras de filósofos censurados y en todo el imperio ardieron hogueras con las llamas de los libros proscritos.

En el año 532 d.C., siete hombres huyen de Atenas hacia Oriente con un parco equipaje de libros. Eran filósofos,los últimos miembros de la Academia, la más famosa escuela de Grecia fundada por Platón mil años antes. La cuna de la razón occidental se había tornado un lugar peligroso para su actividad, los soldados de Cristo buscaban ejemplares prohibidos casa por casa para quemarlos en grandes piras junto a sus poseedores, la discusión pública había sido prohibida y los frisos del Partenón, asaltados y mutilados. Apenas nos quedan hoy palabras de aquel "grupo melancólico", como las de su líder, el septuagenario pero aún enérgico Damascio: "Toda mi vida ha sido barrida por el torrente". Sólo un uno por ciento de la literatura latina sobrevivió a los siglos. El noventa y nueve por ciento se perdió No solo se destruyeron las estatuas de la ciudad de Palmira, también cayeron las del Partenón de Atenas y se desfiguraron las imágenes del templo egipcio de Dendera, dedicado a la diosa Hathor. El templo más hermoso del mundo, el Serapis de Alejandría, fue arrasado por orden del obispo Teófilo. Evidentemente, tampoco se salvó el Museion, el templo dedicado a las musas. La lista es interminable. Este período presenció la mayor destrucción de arte que la historia humana haya visto jamás, desde Antioquía a España”.

Hipatia de Alejandría- Recreación de 1900

Otras voces fueron silenciadas, como la de la famosa matemática Hipatia de Alejandría, asesinada “porque los cristianos creían que era una criatura satánica del infierno porque usaba símbolos matemáticos de apariencia demoníaca”.
… Una multitud de creyentes en Dios se levantaron guiados por Pedro el Magistrado, y procedieron a buscar a la mujer pagana que había engañado a la gente de la ciudad y al prefecto (Orestes) con sus encantamientos. Y cuando descubrieron el lugar donde se encontraba, la fueron a buscar y la hallaron cómodamente sentada; habiéndola hecho descender, la arrastraron por todo el camino hasta la iglesia mayor, llamada Cesareo. Esto sucedió en los días de Cuaresma. Le arrancaron la ropa y la arrastraron por las calles de la ciudad hasta que le provocaron la muerte. La llevaron a un lugar llamado Cinaron y quemaron su cuerpo. Todo el mundo rodeó al patriarca Cirilo y le aclamaron como “el nuevo Teófilo”, ya que él había acabado con los últimos restos de idolatría de la ciudad.. ( Juan, Obispo de Nikiu. Crónica 84.87-103)
Pero el Obispo se quedó corto describiendo la cruel muerte de la más importante matemática de Alejandría. Pedro el magistrado " un perfecto creyente en Jesucristo" dirigió el arresto de la "mujer pagana".La arrastraron por las calles hasta una iglesia y una vez dentro le arrancaron las ropas del cuerpo y, después, utilizando como cuchillas pedazos de cerámica, la arrancaron la piel; algunos dicen que le arrancaron los ojos una vez muerta, después despedazaron su cuerpo y arrojaron lo que quedaba de su cuerpo a una pira y lo quemaron. Pura caridad cristiana

Imagen de San Agustín

La épica aventura de un puñado de monjes defendiendo de la oscuridad medieval el legado clásico es una versión real pero también tremendamente parcial: "Los palimpsestos-manuscritos sobre los que se grababa de nuevo- aportan indicios de los momentos en que desaparecieron las obras antiguas. No todas las obras se redujeron a cenizas. Algunas se rasparon para aprovechar los caros pergaminos “con temas mas elevados”. Así pues, San Agustín escribió comentarios a los Salmos encima del único ejemplar que quedaba de Sobre la república de Cicerón, y una obra biográfica de Séneca desapareció para copiar un Antiguo Testamento, un códice con las 'Historias' de Salustio se raspó para dar lugar a más escritos de San Jerónimo.... Sólo un uno por ciento de la literatura latina sobrevivió a los siglos. El noventa y nueve por ciento se perdió.

Tommaso Laureti - 'El triunfo del cristianismo' (1585)

Se produjo otra pérdida definitiva, aún menos recordada que las demás, pero a su modo, casi tan importante. La memoria de que existió una oposición al cristianismo desapareció. La idea de que los filósofos pudieron haber luchado con vehemencia, con todo lo que tenían, contra el cristianismo fue, y aun es, ignorada. El recuerdo de que muchos se alarmaron por la expansión de esta religión violentamente intolerante desaparece. La idea de que muchos no estaban entusiasmados sino disgustados por la visión de sus templos en llamas y demolidos se dejó -y se deja- de lado. La idea de que los intelectuales estaban consternados -y asustados- por la visión de los libros ardiendo en piras ha caído en el olvido. El cristianismo contó a las generaciones posteriores que su victoria sobre el viejo mundo fue celebrada por todos, y las siguientes generaciones lo creyeron. (...) El 'triunfo' del cristianismo era completo.

Fuentes : La edad de la penumbra-Catherine Nixey - Editorial Taurus / La edad de la penumbra: cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico-Daniel Arjona -El confidencial 26/04/2018

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