22 de mayo de 2018

EL CRISTIANISMO CONTRA LA CULTURA CLÁSICA

Emperador Constantino 

La tolerancia de religiones 

No tenía por qué haber ocurrido así, porque mientras que los pastores cristianos exigían el cristainismo, sus fieles, bastante menos apasionados, estaban incorporando al dios cristiano sin mayor problema al cada vez más nutrido panteón de divinidades paganas y tanto rezaban a Cristo como  sacrificaban un carnero en el altar de Júpiter. El propio emperador Constantino, que legalizó el cristianismo en el Imperio Romano en el año 313, se mostró comprensivo con los ritos antiguos. "Ningún hombre será privado de la completa tolerancia", proclamó en el célebre edicto de Milán. Pero los clérigos cristianos, una vez legalizado el cristianismo , no permitieron semejante tolerancia, y al poco tiempo , los templos paganos ardían de Oriente a Occidente mientras sus sacerdotes ,y miles de sus fieles, eran asesinados. No fueron solo las piedras las que fueron atacadas, pronto todos tenían que ser cristianos o pagar un precio por ello. Los que han pasado a la historia con el epíteto de ‘paganos’ “fueron perseguidos de todas las maneras posibles: legal, financiera y físicamente”.


El cristianismo religión oficial en el Imperio romano

El 27 de febrero del año 380, el emperador Teodosio emitió un decreto que marcó un hito en la historia del cristianismo, declarándolo como la religión oficial y exclusiva del Imperio Romano, lo cual supuso un cambio radical en las relaciones entre la Iglesia y el Estado y que tuvo profundas  repercusiones tanto a nivel religioso como político. A partir de entonces y durante los siglos IV y V  d.C. la  iglesia cristiana, tuvo una comportamiento poco conocida  cuando declarándo al cristianismo como " la única fe verdadera" , y  pese a predicar la paz, fue violenta, despiadada y decididamente intolerante , encargándose sus seguidores de perseguir sin piedad el paganismo;  derribando sus  altares y templos y asesinando a sus sacerdotes , promoviendo  la quema, el borrado y la reescritura de sus libros, incluidas grandes obras filosóficas y científicas-, y destruyendo  estatuas y símbolos paganos ,  todo ello bajo la inspiración e incluso el liderazgo a veces directo de hombres luego santificados como San Agustín, San Martín de Tours, San Teófilo de Alejandría o San Benito de Nursia, así como por el emperador Constantino y sus sucesores Teodosio o Justiniano.

Esos fanáticos cristianos , tristemente famosos , aterrrorizaron el extremo oriental del Imperio romano y cuando aparecían en grupos numerosos .,  lo que segguía  era la completa destrucción de sus objetivos paganos. Un ejemplo de ello fue en el 385 d.C , cuando asaltaron  el templo de Atenea en la ciudad siria de Palmira , en donde se ubicaba una impresionante estatua de la diosa Atenea, estatua que recordaba  a otras que se encontraban en la acrópolis ateniense, a más de mil quinientos kilómetros , y que se había esculpido  en una taller situado a cientos de kilómetros de Palmira, y, después transportada hasta allí con conciderables dificcultade y costes, para crear una pequeña muestra de cultura grecorromana en el desesierto sirio. Pero no tuvieron piedad con ella y la decapitaron , la derribaron de su pedestal y la desmebraron . Golpearon con tal fuerza la nuca de la escultura que decapitaron la cabeza de la diosa, que acabo en el suelo con la nariz rota y sus mejillas aplastadas. Nuevos golpes  hicieron saltar el casco de la cabeza de la diosa, que quedó hecho añicos, y cuando la estatua cayó de su pedestal se le separaron los brazos y los hombros . El cuerpo se dejó en tierra boca abajo  y el altar próximo se partió justo por encima de la base .Había empezado el 'triunfo' de la cristiandad", que no consistía solamente en la victoria del ganador, sino en "la total y absoluta vejación del perdedor.
Escultura de la diosa Atenea Partenos.

Estatua de Afrodita dañada por el cristianismo primitivo y con una cruz en la frente

El triunfo del cristianismo(1585)-Tommasso Laureti 

Los asaltos violentos de este periodo no fueron terreno exclusivo de chiflados y excéntricos. Hombres que estaban en el corazón mismo de la Iglesia Católica alentaron y lideraron los ataques contra los monumentos de los "locos", "malditos" y "dementes" paganos. San Agustín afirmó ante una congregación en Cartago: "¡Dios quiere, lo mandó, lo predijo, comenzó ya a llevarlo a efecto, y en muchos lugares de la Tierra ya lo ha realizado en parte: la extirpación de toda superstición de paganos y gentiles!". San Martín, todavía hoy uno de los santos franceses más populares, arrasaba los campos galos destruyendo templos y consternando a los lugareños a su paso. En Egipto, San Teófilo demolió uno de los edificios más hermosos del mundo antiguo. En Italia, san Benito destruyó un santuario dedicado a Apolo. En Siria, despiadados grupos de monjes aterrorizaban las zonas rurales, derribando estatuas y arrancando los techos de los templos".

Aquel era un mundo de apariciones diabólicas, un lugar en que Satanás podía pasar a tu lado por un camino y un demonio podía sentarse frente a ti en la cena; un mundo en que el alma inmortal estaba en peligro perpetuo. Para los panegiristas cristianos se trataba de una amenaza mortal que además les servía como dispositivo ideológico para purgar el mundo de paganos: Una nueva generación de predicadores inflexibles pronunciaba un sermón intimidatorio tras otro, en los que quedaban claras las opciones del pueblo. Al decidir a quién venerar, las congregaciones no elegían entre un dios u otro; estaban escogiendo entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás".

Friso del Partenón destruido

En un arrebato de destrucción nunca visto hasta entonces —y que dejó estupefactos a los muchos no cristianos que lo contemplaron—, durante los siglos IV y V la Iglesia cristiana demolió, destrozó y fundió una cantidad de obras de arte simplemente asombrosa. Se derribaron las estatuas clásicas de sus pedestales y se desfiguraron, profanaron y desmembraron. Los templos se arrasaron por completo y se quemaron hasta que de ellos no quedó nada. Incluso el que era considerado el más glorioso de todo el imperio fue destruido. Muchas de las esculturas del Partenón sufrieron daños; se les mutilaron las caras y las manos, se les arrancaron las extremidades y se decapitó a los dioses. Algunas de las estatuas más hermosas de todo el edificio casi sin duda fueron derrumbadas y convertidas en escombros, que después se utilizaron para construir iglesias. Los libros —que con frecuencia se guardaban en los templos— sufrieron terriblemente. Lo que quedaba de la mayor biblioteca del mundo antiguo, una biblioteca que había llegado a albergar alrededor de setecientos mil volúmenes, fue también destruido. Transcurrió más de un milenio antes de que cualquier otra biblioteca pudiera siquiera acercarse a esa cifra de ejemplares. Se prohibieron las obras de filósofos censurados y en todo el imperio ardieron hogueras con las llamas de los libros proscritos.

En el año 532 d.C., siete hombres huyen de Atenas hacia Oriente con un parco equipaje de libros. Eran filósofos, los últimos miembros de la Academia, la más famosa escuela de Grecia fundada por Platón mil años antes. La cuna de la razón occidental se había tornado un lugar peligroso para su actividad, los soldados de Cristo buscaban ejemplares prohibidos casa por casa para quemarlos en grandes piras junto a sus poseedores, la discusión pública había sido prohibida y los frisos del Partenón, asaltados y mutilados. Apenas nos quedan hoy palabras de aquel "grupo melancólico", como las de su líder, el septuagenario pero aún enérgico Damascio: "Toda mi vida ha sido barrida por el torrente". Sólo un uno por ciento de la literatura latina sobrevivió a los siglos. El noventa y nueve por ciento se perdió No solo se destruyeron las estatuas de la ciudad de Palmira, también cayeron las del Partenón de Atenas y se desfiguraron las imágenes del templo egipcio de Dendera, dedicado a la diosa Hathor. El templo más hermoso del mundo, el Serapis de Alejandría, fue arrasado por orden del obispo Teófilo. Evidentemente, tampoco se salvó el Museion, el templo dedicado a las musas. La lista es interminable. Este período presenció la mayor destrucción de arte que la historia humana haya visto jamás, desde Antioquía a España”.

Hipatia de Alejandría- Recreación de 1900

Otras voces fueron silenciadas, como la de la famosa matemática Hipatia de Alejandría, asesinada “porque los cristianos creían que era una criatura satánica del infierno porque usaba símbolos matemáticos de apariencia demoníaca”.

Dos testimonios se ocupan del final de Hipatia, ,  uno de ellos  es el testimonio de Sócrates Escolástico, historiador cristiano coetáneo de Hipatia y el segundo es de Juan, Obispo de Nikiu, dos siglos más tarde:

1

Cayó víctima de las intrigas políticas que en aquella época prevalecían. Como tenia frecuentes entrevistas con Orestes (el Prefecto de Alejandría), fue proclamado calumniosamente entre el populacho cristiano que fue ella quien impidió que Orestes se reconciliara con el obispo (Cirilo). Algunos de ellos, formando parte de una fiera y fanática turba, cuyo líder era un tal Pedro (Pedro el Lector), la aprehendieron de camino a su casa, y arrastrándola desde su carro, la llevaron a una iglesia llamada Cesareo, donde la desnudaron completamente, y la asesinaron con tejas (la palabra griega original, ostrakoi no deja claro si se trató de tejas o de ostras). Después de desmembrar su cuerpo, llevaron sus restos a un lugar llamado Cinaron, y allí los quemaron. Este asunto dejó caer el mayor de los oprobios, no sólo sobre Cirilo, sino sobre toda la iglesia de Alejandría. Y seguramente nada puede haber más lejos del espíritu cristiano que permitir masacres, luchas y hechos de este tipo. Esto sucedió en el mes de Marzo durante la Cuaresma, en el cuarto año del episcopado de Cirilo, bajo el décimo consulado de Honorio y el sexto de Teodosio. (Sócrates Escolástico (s. V dC). Historia Ecclesiatica. Libro VI, capítulo 15)

 2

… Una multitud de creyentes en Dios se levantaron guiados por Pedro el Magistrado, y procedieron a buscar a la mujer pagana que había engañado a la gente de la ciudad y al prefecto (Orestes) con sus encantamientos. Y cuando descubrieron el lugar donde se encontraba, la fueron a buscar y la hallaron cómodamente sentada; habiéndola hecho descender, la arrastraron por todo el camino hasta la iglesia mayor, llamada Cesareo. Esto sucedió en los días de Cuaresma. Le arrancaron la ropa y la arrastraron por las calles de la ciudad hasta que le provocaron la muerte. La llevaron a un lugar llamado Cinaron y quemaron su cuerpo. Todo el mundo rodeó al patriarca Cirilo y le aclamaron como “el nuevo Teófilo”, ya que él había acabado con los últimos restos de idolatría de la ciudad.. Juan, Obispo de Nikiu. Crónica 84.87-103)
Pero el Obispo se quedó corto describiendo la cruel muerte de la más importante matemática de Alejandría. Pedro el magistrado " un perfecto creyente en Jesucristo" dirigió el arresto de la "mujer pagana", a la que arrastraron por las calles hasta una iglesia y una vez dentro le arrancaron las ropas del cuerpo y, después, utilizando como cuchillas pedazos de cerámica, la arrancaron la piel; algunos dicen que le arrancaron los ojos una vez muerta, después despedazaron su cuerpo y arrojaron lo que quedaba de su cuerpo a una pira y lo quemaron. Pura caridad cristiana

Imagen de San Agustín

La épica aventura de un puñado de monjes defendiendo de la oscuridad medieval el legado clásico es una versión real pero también tremendamente parcial: "Los palimpsestos-manuscritos sobre los que se grababa de nuevo- aportan indicios de los momentos en que desaparecieron las obras antiguas. No todas las obras se redujeron a cenizas. Algunas se rasparon para aprovechar los caros pergaminos “con temas mas elevados”. Así pues, San Agustín escribió comentarios a los Salmos encima del único ejemplar que quedaba de Sobre la república de Cicerón, y una obra biográfica de Séneca desapareció para copiar un Antiguo Testamento, un códice con las 'Historias' de Salustio se raspó para dar lugar a más escritos de San Jerónimo.... Sólo un uno por ciento de la literatura latina sobrevivió a los siglos. El noventa y nueve por ciento se perdió.

Se produjo otra pérdida definitiva, aún menos recordada que las demás, pero a su modo, casi tan importante. La memoria de que existió una oposición al cristianismo desapareció. La idea de que los filósofos pudieron haber luchado con vehemencia, con todo lo que tenían, contra el cristianismo fue, y aun es, ignorada. El recuerdo de que muchos se alarmaron por la expansión de esta religión violentamente intolerante desaparece. La idea de que muchos no estaban entusiasmados sino disgustados por la visión de sus templos en llamas y demolidos se dejó -y se deja- de lado. La idea de que los intelectuales estaban consternados -y asustados- por la visión de los libros ardiendo en piras ha caído en el olvido. El cristianismo contó a las generaciones posteriores que su victoria sobre el viejo y el nuevo mundo fue celebrada por todos, y las siguientes generaciones lo creyeron. El 'triunfo' del cristianismo era completo.

Fuentes : La edad de la penumbra-Catherine Nixey - Editorial Taurus / La edad de la penumbra: cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico-Daniel Arjona -https://lasoga.orghttps://www.lavanguardia.com

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