1 de octubre de 2024

HISTORIAS DE LA CIRUGÍA

Breve historia de la cirugía

El comienzo de la cirugía (1) se remonta a los anales de la historia del propio ser humano, aunque la práctica quirúrgica  tuvo un antes y un después que se produjo en el siglo XIX, cuando el descubrimiento de la anestesia en primer término, y de la antisepsia , que constituyeron dos verdaderos hitos que elevaron  a la cirugía hasta alcanzar los niveles de especialización de los que hoy gozamos .

La cirugía no siempre ha sido considerado una práctica médica y en la antigüedad no gozaba del merecido prestigio que tiene hoy, debido fundamentalmente a las limitaciones que durante miles de años estuvieron vigentes y que asociaba los actos quirúrgicos al oscurantismo y la muerte, que causaba graves problemas  a los que por entonces se atrevían a practicarlos acusados de desafiar las leyes de la naturaleza con el simple uso de sus manos La separación entre cirujanos y médicos se hizo ya patente en la sociedad romana donde existían dos clases de médicos: los medici chirurgici y los medici clinici1 . Esta separación se consolidó en la Edad Media donde la cirugía no formaba parte de la formación reglamentada de los médicos que comenzó en el albor de las universidades. Solo los avances en el campo de la anatomía facilitaron la aproximación de la medicina y la cirugía, practicada por entonces por los cirujanos barberos y los practicantes, hasta su unión dentro de una misma disciplina médica unos siglos después . 

(1Cirugía procede de los términos cheir (mano) y érgon (obra). Por lo tanto la definición podría ser "curar mediante obras realizadas con las manos".Es la actividad médico sanitaria que tiene como  objetivo la desaparición de la enfermedad y recuperación de la salud mediante operaciones efectuadas con las manos o instrumentos.

La cirugía , en sus orígenes tradicionales  limitaba los actos quirúrgicos a un reducido número de intervenciones de cirugía menor y cirugía radical  como sangrías, amputaciones, quelotomías, litotomías, ablación de cataratas, trepanaciones de cráneos y poco más, en unos  tiempos en los que una simple incisión podía resultar mortal para el paciente  y llevar a la condena a muerte al cirujano por asesinato . Posteriomente, con  conocimiento precisos de la anatomía y la fisiología (2), los protocolos de asepsia y el soporte farmacológico permitiendo  la viabilidad de un gran número de intervenciones complejas y exitosas. 

(2)
Anatomía: Ciencia que estudia  la estructura de los seres vivos, , la ubicación y disposición de sus órganos  y la relación que existe entre ellos-- 
Fisiología: Estudio científico de funciones y mecanismos en un sistema vivo, entrándose en cómo los organismos, los sistemas de órganos,los órganos individuales, las célicas y las biomoléculas  llevan a cabo las funciones físicas y químicas .
La primera gran limitación que acució a los cirujanos desde Mesopotamia hasta el Renacimiento pasando por Egipto, Grecia, Roma o Persia, fue el conocimiento impreciso y limitado de la anatomía y la fisiología humana. Bien es cierto que la civilización griega, de la mano de Hipócrates, realizó grandes avances en el conocimiento del cuerpo humano así como Galeno en la civilización romana, médico, de reconocido prestigio e importancia en la historia de la medicina, que tiene también el dudoso honor de ser también el responsable de numerosas imprecisiones en sus descripciones anatómicas que hubieron de permanecer inamovibles hasta la entrada en escena de los anatomistas universitarios medievales y, sobre todo, de Andrés Vesalio casi 15 siglos después.

André Vesalio/ Lámina anatómica de Humanis corporis fábrica

En 1543, Vesalio, considerado como el padre de la anatomía moderna, revolucionó este campo del saber para siempre contradiciendo las tesis de  Galeno, preconizando la importancia de estudiar la anatomía mediante disecciones del cuerpo humano y no de animales similares (distintas especies de monos y cerdos, fundamentalmente) como había hecho Galeno. Y todo ello en una época en la que el teocentrismo y la moral cristiana suponían un verdadero freno a esta posibilidad; lo que le causó, como a su coetáneo Leonardo Da Vinci, no pocos problemas entre los que se incluyen una pena de muerte de la que finalmente escapó gracias a su trato de favordel rey de Francia . 

Las autoridades eclesiásticas habían prohibido taxativamente cualquier procedimiento que pudiera considerarse cruel, incluidas por supuesto las disecciones anatómicas (Ecclesia abhorret a sanguine, Concilio de Tours 1163). Sin embargo las emergentes universidades medievales entre ellas la Escuela de Salerno en primer término y posteriormente la de Bolonia  se convirtieron en reductos, a veces clandestinos, en los que la cada vez más se apostaba por una aproximación al estudio del cuerpo humano a partir del conocimiento preciso de la anatomía. La culminación de ese proceso queda representada por Andrés Vesalio y el fruto de su trabajo se resume en su obra magna, “De humani corporis fabricas”, uno de los libros de medicina más influyente y revolucionario de todos los tiempos.

Gracias a Vesalio y al conocimiento acumulado y promovido por las universidades, la cirugía dispuso de nuevos datos en los que apoyar su práctica y aunque aún faltaban algunos siglos para su despegue dei nitivo provocó un interés creciente entre los médicos de la época que hasta la fecha, salvo contadas excepciones, habían renegado de ella por la escasez de éxitos cosechados y la negativa a desairar los designios del Creador. Así, si  una dolencia irremediable aquejaba a una persona, esa persona sencillamente debía acogerse a su fe y bajo esta premisa muchos pacientes eran abandonados a su suerte, al tormento del dolor y al sufrimiento. Los tratados quirúrgicos de la época hablaban de dejar que la dolencia “siguiera su curso natural” . 

El creciente interés de la clase médica por la práctica quirúrgica, aun siendo todavía reducido, desembocó en un conflicto competencial con los cirujanos barberos (3) que hasta entonces se habían encargado de custodiar el conocimiento de los actos quirúrgicos de generación en generación desde la época medieval. El desenlace de este conflicto fue la unificación paulatina de los dos gremios en toda Europa y el reglaje de los estudios de cirugía a partir del siglo XVIII. No obstante, la anatomía aún habría de conquistar nuevos horizontes. Superadas ya las limitaciones teológicas y alcanzando un grado de excelencia en la descripción anatómica, los avances técnicos como el microscopio y las técnicas de estudio por imagen han permitido enriquecer la visión anatómica del cuerpo humano, incorporando paulatinamente los conocimientos histológicos, biomecánicos y fisiológicos para unir en un mismo concepto no solo la estructura del cuerpo sino también su función. De esta suma de disciplinas cientíificas deriva la anatomía funcional que trata de explicar forma y función como un todo ya que, como se ha demostrado, existe una íntima relación entre estos dos conceptos en tanto que la forma determina casi siempre la función y ésta, a su vez, va moldeando la forma. 

(3) Ver Barberos y cirujanos

La lucha contra el dolor

Superadas las limitaciones del conocimiento anatómico, el gran enemigo de la práctica quirúrgica seguía siendo el dolor. Durante siglos el dolor se había convertido en un verdadero tormento no solo para las personas cuyas dolencias tenían por único remedio posible la intervención quirúrgica sino también para los jóvenes médicos y cirujanos que, iniciándose en esta práctica, tenían que convivir con el inevitable sufrimiento al que sometían a los pacientes, muchos de los cuales morían incluso víctimas del shock que el propio dolor causaba durante las intervenciones. 

La lucha contra el dolor ha sido abordada por todas las culturas y civilizaciones, y para aliviarlo existen reseñas históricas de multitud de remedios entre los que el opio y el alcohol eran probablemente los más empleados hasta el descubrimiento de la anestesia. Pero ni el opio, ni el alcohol ni ninguno de los procedimientos descritos eran verdaderamente eficaces, por lo que la lucha contra el dolor fue poco a poco convirtiéndose en una utopía que empujó a muchos cirujanos a actitudes dogmáticas respecto a la posibilidad de realizar intervenciones libres de dolor asumiendo este hecho como algo, sencillamente, imposible. Por ese entonces los cirujanos más apreciados eran los que realizaban las intervenciones con mayor rapidez. A mayor rapidez menos tiempo de dolor.

En este contexto, la primera mitad del siglo XIX fue la época clave en el desarrollo y el descubrimiento de la anestesia que ha llegado hasta nuestros días , que era  conocída ya casi 50 años antes de serlo oficialmente. Horace Wells, un joven dentista de Boston, probó consigo mismo el denominado gas de la risa (óxido nitroso) que había conocido días antes asistiendo a un circo itinerante donde este gas se usaba con fines cómicos. En las demostraciones del circo se administraba el gas a voluntarios del público que entraban en un estado de excitación e hipoestesia característico. Uno de esos voluntarios se hirió en una pierna en presencia de Wells sin manifestar el más mínimo dolor. De ese modo Horace Wells rápidamente advirtió las posibilidades que, en el campo de la medicina, podría brindar esa sustancia. Y no fue el primero en hacerlo, ya que en 1800 el químico Humphry Davy había sugerido la utilidad de este gas con fines terapéuticos y entre 1800 y 1844 otros científcos como Faraday o Crawford W. Long habían realizado avances en este sentido sin que, por desgracia, dichos avances trascendieran al resto de la comunidad científica.

Y a punto estuvieron de caer una vez más en el olvido cuando Wells fracasó rotundamente intentando demostrar la eficacia de la sustancia durante una intervención en el Hospital General de Boston, considerado hoy en día como uno de los mejores hospitales del mundo. El joven dentista no había reparado en particularidades respecto al método de administración del anestésico y las características a tener en cuenta en el paciente (peso, edad, consumo de alcohol etc.). Al resultar su intento de demostración fallido, Wells recibió la repulsa general de la escéptica clase médica, lo que le condujo a una serie de acontecimientos que le llevaron a suicidarse tan solo cuatro años más tarde en la que, con toda probabilidad, es la historia más triste dentro de una de las épocas más gloriosas de la medicina. Sin embargo, el mayor logro de Wells fue su capacidad para poner de relieve un problema contra el que la ciencia se había enfrentado, sin éxito, una y otra vez. 

Una de las personas que aprovechó esa circunstancia fue William T.G.  Morton  , antiguo socio de Wells, quién indagando sobre la eficacia anestésica de diferentes gases creando el dietiléter, notablemente más eficaz que el óxido nitroso., y es tradiconalmente considerado como el descubridor de la anestesia por ser el primero , junto a John Collins Warren, que logró el 16 de octubre de 1846,demostrar con éxito, en Hospital General de Massachusetts , la eficacia del dietiléter para liberar de dolor  durante la extirpación a un paciente de un  tumor en la zona del cuello. Había nacido la cirugía moderna de la mano de la narcosis quirúrgica. 

Rober Liston / Durante una amputación

Cuando la noticia llegó a Europa, fue el cirujano escocés Robert Liston ,  considerado el cirujano más reputado del Reino Unido, con gran número de pacientes salvados. famoso por la rapidez y eficacia de sus intervenciones quirúrgicas   , el primero en utilizar la narcosis en Europa.

Los colegas de Liston decían que cuando amputaba, «al brillo de su cuchillo le seguía tan instantáneamente el ruido del aserrado que ambos actos parecían casi simultáneos1. y para tener las dos manos libres a menudo sostenía el cuchillo ensangrentado entre los dientes mientras trabajaba, y era capaz de amputar una pierna en dos minutos y medio desde que hacía la primera incisión hasta que cortaba los hilos sueltos de las suturas. Por supuesto, este método tenía una ventaja, ya que cuanto menos tiempo tomara la cirugía, menos probabilidades había de que el paciente se desangrase y menos probabilidades de que sintiera dolor. Sin embargo, también había una desventaja, ya que normalmente se sacrificaba la precisión en favor de la velocidad.

Esa velocidad dió origen a una  historia popular apócrifa  puesta en duda, ya que ninguna fuente primaria confirma que esa cirugía haya tenido lugar, conocida como "una de las operaciones más célebres de Robert Liston"en la que tres personas fallecieron durante la intervención en una de sus cirugías, y que se relata del siguiente modo:
Le amputaron la pierna en menos de dos minutos y medio (el paciente murió después por gangrena en la sala del hospital, lo que solía ocurrir en aquellos días ). Amputó además los dedos de su joven ayudante (que murió después por gangrena en la sala del hospital). También cortó los faldones de la chaqueta de un distinguido espectador quirúrgico, que estaba tan aterrorizado de que el cuchillo le hubiera perforado los órganos vitales que se desmayó del susto (y más tarde se descubrió que había muerto por la conmoción).
Liston era escéptico, aunque no lo bastante para dejar pasar la oportunidad de probar algo nuevo en la sala de operaciones.  y accedió a utilizar el éter en una operación que realizó el 21 de diciembre de 1846. Se trataba de una amputación a un paciente  que padecía un problema incurable en una rodilla. El día de la cirugía, Liston entró en la sala de operaciones (University College Hospital, Londres, Inglaterra) y dijo: “Señores, hoy vamos a emplear una artimaña yanqui que hace que los hombres se vuelvan insensibles”. Seguidamente sacó un frasco con éter y su colega se lo administró al paciente, realizando la operación que se terminó 25 segundos después. El paciente despertó minutos más tarde y preguntó: “Cuándo comienza la operación?” . Se había realizado con exito la primera intervención quirúrgica con anestesia de Europa dándose por acabada la era del sufrimiento durante la intervención.  

Rápidamente la noticia se extendió por el continente y en todos los países se introdujo el uso del éter como narcótico quirúrgico de elección a lo largo del año siguiente. Sin embargo, el éter presentaba algunas desventajas que llevaron a James Simpson, el primer médico que documentó un parto sin dolor mediante el uso del éter, a embarcarse en la ardua tarea de encontrar un vapor químico más ventajoso. Esta tarea le llevó más de un año de trabajo sistemático en el que probó consigo mismo y con sus colaboradores multitud de composiciones hasta que dio con el cloroformo y pudo comprobar su eficacia, popularizándose así el uso de esta sustancia que sustituyó en parte al éter como estándar anestésico en partos y otras intervenciones . 

Durante los siguientes 100 años se investigaron y descubrieron nuevos anestésicos inhalatorios entre los que destacan los derivados uoranos del dimetiléter (iso uorano, sevo uorano, des uorano…) al tiempo que se realizaron avances en otras técnicas anestésicas generales de carácter invasivo como la anestesia epidural El mismo contexto en el que se iba desarrollando la anestesia general suscitó el interés de muchos científicos para encontrar sustancias capaces de evitar el dolor sin producir necesariamente la pérdida de conciencia por parte del paciente.

 Sigmund Freud -- Karl Köller

La cocaína como anestésico local

Samuel Percy fue el primero en advertir, en 1856, la utilidad de las hojas de coca para producir analgesia; fenómeno este que ya documentaron algunos conquistadores de la época colombina en habitantes de algunas regiones andinas de lo que hoy es Perú. Pero hubieron de pasar otros 30 años hasta que el famoso Sigmund Freud y Karl Köller, oftalmólogo, dieran a conocer la utilidad de la cocaína como anestésico local. La anestesia locorregional fue iniciada por Karl Koller en 1884, cuando probó  la posibilidad de practicar intervenciones quirúrgicas oftalmológicas sin dolor utilizando la cocaína como anestesico local,. Sigmund Freud por su parte realizó muchas investigaciones sobre la cocaína, pero no participó directamente en el importantísimo hito. Köller, hoy en día considerado como el padre de la anestesia local, descubrió que unas gotas de una solución de cocaína en el ojo podían evitar el dolor durante las intervenciones oculares iniciando así la era de la anestesia local . La cocaína, sin embargo, tenía un problema que todos conocemos bien hoy en día pero que por aquel entonces aún no se había advertido. 

Receta de Sigmund Freud -Envase de cocaína de Merck (1995)

La tendencia a experimentar en sí mismos, propia de los investigadores de la época, sumado a las observaciones clínicas en algunos pacientes, dieron como resultado las primeras publicaciones que advertían de los importantes riesgos y contraindicaciones derivados del uso de esta droga. Para ese entonces ya existía un número no desdeñable de adictos a la sustancia entre los que se encontraban científicos de renombre incluyendo, según algunos cronistas, al propio Freud. El carácter adictivo de la cocaína impulsó a los investigadores a buscar o sintetizar sustancias similares sin dicho efecto adictivo. La primera de ellas que mostró eficacia fue la procaína (también llamada novocaína) que se introdujo en 1905 como el primer anestésico local sintético conocido y se erigió rápidamente como el “gold standard” de los anestésicos locales; la sustancia con la que se comparaban el resto de anestésicos que iban apareciendo. 

Poco a poco, gracias a la investigación y la búsqueda de nuevas características ventajosas (reducción de la toxicidad, aumento de la duración efectiva, disminución del periodo de latencia etc.) se dieron a conocer nuevos anestésicos locales. En 1944 apareció la lidocaína. En 1957 Ekenstam desarrolló la mepivacaína y unos años más tarde, en 1963 apareció la bupivacaína, de acción más prolongada pero con características tóxicas también mayores. Más recientes son la lovobupivacaína y la ropivacaína, introducida para uso clínico en 1996. En la actualidad muchos de estos anestésicos cuentan ya con un bagaje clínico de más de 50 años en los que han mostrado ser eficaces y seguros. Por otro lado, la variedad en sus características permite al profesional decantarse por unos u otros en función del tipo de intervención que se vaya a realizar y las características del paciente a intervención.


Tabla1: Historia de la cirugía
PREHISTORIA
  • Imitación de los animales
  • Separación lesiones externas e internas.
MUNDO CLÁSICO
  • Galeno
  • Cirugía a lesiones externas.
  • Medicina a lesiones internas.
ALTA EDAD MEDIA: SIGLOS V-XIII
  • Cirujanos barberos no formados.
  • La cirugía no se estudia en la Universidad.
BAJA EDAD MEDIA: SIGLOS XIII-XV
  • Albucassis
  • Al-Safra
  • Médicos educados en las universidades.
SIGLOS XV-XVIII
  • Desarrollo cirugía moderna.
  • Barroco: Avances en Anatomía, Fisiología y Patología.
  • Ilustración: J. Hunter convierte cirugía en ciencia.
 
SIGLOS XIX-XX
  • Enseñanza de la Cirugía en la Universidad.
  • Unificación de médicos y cirujanos.
  • Avances en:
    • Antisepsia.
    • Hemorragias.
    • Anestesia.
    • Cirugía de cavidades.

Tabla 2: Hitos en la historia de la cirugía (siglos XIX-XX).
ANESTESIA
  • W.G. Morston (éter)
  • Trendelenburg (intubación endotraqueal)
  • Empleo de curarizantes.
ASEPSIA-ANTISEPSIA
  • Semmelweiss (inicio antisepsia)
  • Lister (ac. Fénico).
  • E. Von Bergmann (esterilización vapor)
  • Mickuliz (gorro, mascarilla y guantes de algodón).
  • Halstedt (guantes de goma)
HEMORRAGIA
  • Pinzas hemostáticas.
  • Conocimiento coagulación y fibrinolisis.
  • Descubrimiento de los grupos sanguíneos.
  • Inicio de las transfusiones.
CIRUGÍA DE CAVIDADES
  • Cirugía Digestiva: Billroth
  • Cirugía Endotorácica: Sauerbruch
  • Cirugía Cardiovascular: Rehn, Trendelemburg.
  • Neurocirugía: Broca, Von Bergmann.
  • Endocrinocirugía: Kocher, Cushing.


HISTORIAS DE UN CIRUJANO
La profesión de cirujano genera mucha curiosidad mundana, y el quirófano  un sancta sanctorum al que solo puedes entrar de dos maneras: a pie, porque es tu lugar de trabajo, o tumbado en la camilla porque te van a operar. Así que ,salvo los cirujanos y auxiliares,muy poca gente sabe que ocurre  en el quirófano, que poco tiene que ver con lo que sale en las películas, o con las leyendas y los falsos mitos que circulan popularmente, como cuando  secan el sudor al cirujano durante la intervención o que durante la operación se cuentan chistes  o se habla de fútbol.

En el quirófano suele hacer frío. De hecho, salvo los que estan bajo los potentes focos, el resto del personal lleva una chaqueta de quirófano encima del pijama Se trata de evitar a los microorganismos, que crecen mejor con el calor. Y no recuerdo que jamás haya aparecido una enfermera por detrás para limpiarme el sudor de la frente  , algo que no es más que uno de los tópicos más absurdos de la industria cinematográfica. Parece que, si no sudas, no lo estás pasando lo suficientemente mal para representar tensión dramática. 

Y, sí, contamos chistes y hablamos de fútbol, política o lo que sea. Pero solo sucede en los momentos más rutinarios de la operación , cuando la labor técnica que se está realizando no reviste complejidad y/o riesgo. ¿Qué pasa en los momentos en los que la concentración ha de ser absoluta? En esos casos, el cirujano manda callar a todo el mundo y no se oye el vuelo de una mosca. 

Ocurre que  dependiendo de qué parte del cuerpo estás operando, la sangre te puede salpicar el rostro y le tienes que pedir a alguien de alrededor que te limpie. Son gajes del oficio. Es importante revisar tu aspecto cuando se sale a hablar con los familiares después de la cirugía. Recuerdo un cirujano, tan eficiente como despreocupado, que al acabar su cirugía tenía manchados de sangre los zuecos debido a un incidente intraoperatorio que se solucionó sin más historia. Salió sin limpiárselos, y sin cambiarse la mascarilla donde también había lunares de sangre. "La cirugía ha ido bien, no hemos tenido dificultades", transmitió a la familia, que no dejaba de mirar con extrañeza tanta sangre en la ropa y calzado de mi colega. "Menos mal, doctor, no sé cómo hubiera salido usted en caso contrario", respondió uno de los familiares con justificada sorna.

Algun paciente o recuerda su experiencia quirúrgica que había mucha algarabía y le pareció que el personal sanitario estaba siendo poco respetuoso. Puede que no le falte parte de razón, si tenemos en cuenta la desprotección, el frío y el miedo que el paciente sufre en la mesa operatoria justo antes de ser anestesiado. Pero no se trata de poca sensibilidad por parte de los que trabajan en el quirófano, y si  , durante el proceso, el paciente oye algunas conversaciones fuera de lugar  y comentarios banales que pueden parecer  irrespetuosos, no son más que fruto del ensimismamiento del trabajo rutinario. Son los minutos que transcurren desde que entra en la sala operatoria hasta que se le seda, momento en el que deja de sentir (y también de sufrir). 
El efecto camisón 

El enfermo entra en el quirófano casi desnudo, a excepción de un camisón abierto por detrás.Es un modelo un tanto ridículo  , puesto que o te lo abrochas a la perfección, o ya puedes ir por los pasillos del hospital con la espalda pegada a la pared si no quieres que todo el hospital conozca tu trasero. La imagen es grotesca y, de hecho, es utilizada como tal en muchas películas cómicas. Pero, no se asusten los que no se han operado todavía: intentamos que el mantenimiento del decoro por los pasillos esté garantizado.  Por eso en los hospitales creamos protocolos y los seguimos. Una de las funciones de este pijama hospitalario tan poco atractivo es permitir el acceso rápido al cuerpo en caso de necesidad urgente, como una parada cardiaca, por ejemplo. No tiene sentido llevar uno abotonado hasta arriba y perder el tiempo (y los nervios) en caso de necesidad. Mejor uno fácil de sacar si aparecen problemas serios .

Todo esto es necesario para explorar al paciente pero se puede hace con educación o delicadeza o con trato cuartelero: “desnúdese meta la ropa en la bolsa y póngase el camisón con la abertura por detrás”. Llegamos al punto sin retorno; aquel del que ningún principio bioético, ni reglamento, ni ayuda nos puede salvar: el efecto camisón..Cuando te llevan a hacer una placa te paseas por el pasillo con el suero en una mano, la otra intentando cerrar el camisón por detrás y a veces con unas calzas de plástico, una situación de la que es difícil recuperarse. Luego te dicen que tienes que ponerte de medio lado para hacerte un tacto rectal ¡es un atuendo perfecto! ¡No hay nada que objetar! ¡no hay que subir ni bajar nada: el agujero está por detrás. 

En el quirófano 

En la amenanzante sala de cirugía,ya tumbado en la mesa del quirófano se instaura en el paciente un sentimiento progresivo de pérdida de seguridad, que se mantiene hasta que le duermen. De una manera u otra, más tarde o más temprano, acaba completamente desnudo, boca arriba (o en posiciones menos dignas aun, dependiendo del tipo de intervención). Siente frío, y miedo, y está deseando que le duerman de una vez. ¿Podríamos evitar este paso san angustioso? Muchos pacientes piden el día antes de la cirugía: "doctor: a mí lléveme ya dormido a quirófano, por favor". Bien, no sería mala idea. Ahorraríamos todo el sufrimiento si sedamos al paciente en la habitación y le metemos dormido en el quirófano. Pero, ¡ojo!, que no nos valdría con un par de comprimidos para conseguir tal efecto. Habría que hacerlo con anestésicos potentes, y eso son palabras mayores. No se puede hacer en una habitación convencional sin las medidas de apoyo necesarias (corremos el riesgo de que dejase de respirar), así que tendríamos que intubarle antes para asegurarnos que le metemos oxígeno en su organismo. ¿Llevarlo intubado desde el cuarto a quirófano por los pasillos? No, no tiene ningún sentido. Es un procedimiento de riesgo y debe ser realizado en quirófano. Por tanto, es difícil evitar que el paciente sienta cierta angustia mientras está despierto en quirófano, a la espera de que le duerman.

Mientras se realizan los preparativos para la intervención, el paciente está despierto en la mesa de operaciones. El personal mantiene en todo momento los mensajes de confort y de tranquilidad. No es fácil que funcionen, porque el paciente se encuentra dentro de una atmosfera inhóspita: conversaciones ajenas, tecnicismos, ruidos de alarmas, la puerta se abre y se cierra y deja entrar otra corriente de aire frío… Para nosotros los minutos son segundos. Para el paciente, los minutos son horas. "Usted esté tranquilo", escuchará que le dice alguien que se encuentra pululando alrededor. ¿Surte efecto?, a veces, porque no hay nada que ponga más nervioso a quien lo está que le digan que se tranquilice.

"No se preocupe que enseguida le dormimos y ya no va a sentir nada". El paciente intenta responder, pero la boca seca le impide emitir palabra alguna. Asiente con la cabeza. Potentes luces le iluminan y tiene los brazos en cruz porque le están colocando unas vías (le han explicado previamente que los iba a notar). En esa posición, y con el cuerpo iluminado por las grandes lámparas, se imagina que va a ser sometido a un sacrificio en ofrenda al sol, como hacían en las antiguas civilizaciones precolombinas, o que está en el matadero y le van a despiezar, según cómo se lo imagine cada uno. Pero, poco se puede hacer al respecto: el miedo es libre. No queda otra que acelerar el proceso para que acabe el tormento y que los anestésicos hagan su efecto.

El paciente no puede evitar pensar: ¿será esto que estoy viendo, lo último que voy a ver? La película de su vida le pasa por delante. Recuerda imágenes, ve a sus familiares cercanos. Tiene deseos de salir corriendo, tentación que se contrarresta rápidamente con el deseo de que todo acabe rápido y el convencimiento de que cuando se recupere va a estar mejor que ahora. Desde detrás, oye la voz del anestesista en su coronilla. Si fuerza mucho la vista, lo ve: "voy a ponerle un poco de oxígeno y luego va a sentir que le entra sueño", le dice. Y él está deseando que sí, que le duerma para que acabe ya la angustia. "Claro que si, doctor, hagan lo que consideren, estoy en sus manos", piensa, pero no lo verbaliza. Nota la lengua gorda y la boca pastosa, y solo emite un balbuceo. Es el momento en el que muchos rezan. Al que cree en Dios no le resulta complicado. El que no cree también lo hace, por si resulta de utilidad.

"Cuente desde diez para atrás y verá como no llega hasta cero", le dice el anestesista. El paciente Interrumpe la oración y se concentra en hacerlo bien, porque está convencido de que cuanto más ponga de su parte, mejor irá la intervención. Diez. Siente miedo de llegar a cero y estar aún despierto: significaría que le han puesto poca anestesia  o que esta no ha hecho efecto. Nueve. Aún no nota nada (ha leído por ahí que alguno se ha despertado durante la cirugía y pensarlo le da pánico). Ocho. De repente ya no siente tanta angustia, y alguien le habla. Se despierta. Hay luz natural alrededor. Se siente confortable, una dulce borrachera. "Ya has sido operado, ha ido bien". Deduce que es verdad porque nota una molestia donde le dijo el cirujano que le operaría. Quien le habla es una enfermera que está vestida de forma diferente a las de quirófano.  Se instaura un sentimiento de euforia. 

Fuentes : De matasanos a cirujanos - Lindsey Fitharris-Editorial Debate /https://tribulacionesdeuncirujano.blogspot.com / Revista Española de Podología -2012; XXIII (5) : 176 - 182 -Javier Alcalá Sanz

No hay comentarios:

Publicar un comentario