20 de diciembre de 2024

HISTORIAS DE LA NAVIDAD

LA NAVIDAD 

El  mundo occidental , creyente o no, está familiarizado con la figura de Jesús de Nazaret,  tanto  sobre su supuesto nacimiento en Belén el 25 de diciembre  , acontecimiento conocido como Navidad (1), como con todos los elementos y personajes relacionados con ella,  que forman parte de un relato tradicional cristiano transmitido de generación a generación. 

Pero del  estudio histórico crítico (2) de los relatos evangélicos , resulta que Jesús ni nació en Belén ( lo hizo en Galilea, unos trescientos kilómetros al norte de Jerusalén),  ni nació el 25 de diciembre , y esa fecha  se eligió , sin  justificación histórica ni religiosa , con el objetivo de  propagar del cristianismo en el Imperio Romano , en el que existía un tradicional y arraigado paganismo (3
(1Navidad y fiestas navideñas : La palabra Navidad procede del latín tardío "nativitas, -atis", que significa nacimiento. Define tanto la festividad anual en la que se conmemora el nacimiento de Jesucristo ( Navidad) , como también como el tiempo comprendido entre Nochebuena y la festividad de los Reyes Magos (fiestas navideñas)
En otras lenguas de origen latino como el portugués, el italiano, el catalán o el gallego la etimología es muy similar pero en estos casos proviene de la expresión "diem natalem Christi" (el día del nacimiento de Cristo), y deriva en "Natal" (portugués), "Natale" (italiano) o "Nadal" (catalán y gallego). 

En francés Navidad es Noël, y está documentadamente a ver cómo te ha su aparición en el SXII como "Noelen" en los manuscritos del monje Philippe de Thaon. 

En las lenguas germánicas el origen es distinto, en alemán se dice "Weihnachten"."Weih" es una corrupción del vocablo germano wija o wiha, que significa sagrado, y "nachten" significa noche, por lo que sería traducido como Noche sagrada. 

En inglés, en cambio es "Christmas", el vocablo procede de la expresión "Cristes mæsse" (Misa de Cristo) y de ahí evolucionó a "Christ's Mass".
2Métodos histórico-críticos : Comprenden:
La crítica textual (reconstrucción del texto original)
La crítica de las fuentes (identificación de las fuentes escritas que han contribuido a la formación del texto)
La crítica de los géneros literarios (que intenta comparar un texto concreto con textos estructuralmente idénticos o análogos, para insertarlo, sobre la base de coincidencias estructurales, en un grupo de textos -llamado precisamente «género literario"-, anclado a situaciones e instituciones socio-culturales típicas)
El método comparativo (que busca la confrontación de un sistema religioso con otro, para destacar sus semejanzas y sus diferencias)
La historia de las tradiciones (que recoge las tradiciones subyacentes al texto y estudia la historia- de la transmisión de las mismas)

La  historia de la redacción (que parte del texto en su redacción final para resaltar el objetivo que persigue, la posición que se toma, o bien la orientación teológica del redactor final)

(3Paganos : Durante el siglo IV los obispos cristianos inician una amplia predicación, recomendando  actuar y dirigir la labor de predicación y conversión a los campos y hacia los "pagani" es decir, los campesinos, pues eran estos los más aferrados a sus cultos tradicionales y ancestrales, vinculados a deidades de la naturaleza y a los ciclos agrícolas y ganaderos. De ahí que "pagano" viniese a significar "no cristiano", término que sería  utilizado en siglos posteriores como  término despectivo para referirse específicamente a los " no cristianos". 

LAS SATURALES

Las Saturnales , fiestas en honor a Saturno, dios protector de la agricultura y la cosecha, se celebraban el la Roma Imperial durante el solsticio de invierno y contaban con un gran arraigo popular , festejando el  final de los trabajos en el campo hasta la siguiente primavera. Tenían lugar entre el 17 y el 23 de diciembre, momento a partir del cual los días comenzaban a ser otra vez más largos, dándose por terminado el período de “oscuridad”,  y en el que  la simiente, ya bajo tierra, renacería en primavera. 


En esos días los romanos abandonaban su tradicional severidad con objeto de propiciar la felicidad, la risa y la jocosidad, y en las que eran habituales la crítica social y  los discursos irónicos. En esos días se  celebraban  banquetes públicos y bailes, se colocaban adornos adornos vegetales en las casas, se intercambiaban regalos y se utilizaban  de disfraces irónicos para provocar la risa , en unas celebraciones que podrían considerarse como una simbiosis entre la Navidad y los Carnavales actuales, manifestaciones festivas  que  perviven en el espíritu y en los rituales privados de nuestras fiestas navideñas.

Representación del Sol invictus en un altar romano

A partir del siglo II el Sol invictus  se convierte en uno de los dioses principales del Imperio Romano , celebrándose el 25 de diciembre al final de las Saturnales el "natalis invicti "o renacimiento del Sol , que marcaba el fin de los días con menor duración y el nacimiento del Sol invencible, personificado en Mitra, dios solar de origen persa  que  había sido elevado a culto oficial del Imperio romano por parte del emperador Aureliano en el año 274. Así, el Emperador Constantino I  hizo del Sol Invicto su suprema divinidad y conforme a la doctrina religiosa y espiritual de Roma, se hizo identificar como su Imperator y Pontifex en la Tierra. 

Mientras, en estas mismas fechas  pero con menor fuerza comienza a difundirse el culto a otra deidad de naturaleza bien distinta: Cristo, que multiplica   su crecimiento a partir del Edicto de Milán ,   decreto promulgado en el 313 d. C. por Constantino y Licinio, emperadores de los imperios romanos de Occidente y Oriente respectivamente , por el que se establecía la libertad de culto, y en consecuencia  el fin de las persecuciones que eran dirigidas por las autoridades contra algunos grupos religiosos, entre ellos los cristianos.

Mosáico bizantino, del siglo IX d.C., representando a  la virgen María y el Niño  sentados entre los emperadores Justiniano (izquierda) y Constantino (derecha).

Lejos de atribuir al cristianismo un lugar prominente, el edicto pretende la coexistencia entre dos creencias poderosas, en consonancia con el sincretismo que entonces practicaba Constantino, quien, a pesar de favorecer a la Iglesia, continuó por un tiempo dando culto al Sol Invicto. En cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión oficial del Imperio y el edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos derechos que los otros ciudadanos. Desde ese momento, la Iglesia pasó a ser una religión lícita y a recibir reconocimiento jurídico por parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.

Por su parte Constantino I acabó "convirtiéndose" al cristianismo , en un proceso de evolución en distintas etapas y tomando diversas formas: manteniendo los cultos tradicionales (entre 306 y 312); pidiendo  durante un breve  período la protección de un dios henoteísta de nombre desconocido ( de la  creencia religiosa según la cual se reconoce la existencia de varios dioses, pero solo uno de ellos es suficientemente digno de adoración por parte del fiel) entre el 312 y el 314 ; reconociendo a Cristo como divinidad protectora personal (entre el 314 y el 324) y por último  entre el 324 y el 337, manifestando su adhesión particular a la fe cristiana, hasta recibir finalmente el bautismo, cuando se hallaba próximo a la muerte, que tuvo lugar en primavera de 337.

El Emperador Constantino I sabe  que  si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, sino que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesita que las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos para dar estabilidad al Imperio, evitando la guerra abierta entre los creyentes. Para ello favorece e impulsa la relación entre el mitrianismo ( Sol Invictus), cuya representación ostentaba, y el cristianismo, en una teórica convivencia pacífica en la que Teodosio I no permanece neutral favoreciendo al cristianismo. 


Esa "convivencia pacífica" , finalmente resultaría ser todo lo contrario para desgracia de los paganos y de la cultura clásica, cuando el cristianismo pasa a ser con Teodosio I la religión oficial del Imperio. 



EL NACIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET Y EL SOL INVICTUS
La fecha de nacimiento de Jesús de Nazaret no se indica en los evangelios ni en ningún texto secular, y por ello en el año 526, el papa Juan I con objeto de poner fin a la polémica con la iglesia oriental sobre dicha fecha , encargó a Dioniso "El Exiguo"un monje escita (de la actual Bulgaria o Rumanía) que vivía en Roma y con fama de ser el abad más erudito de Roma , que determinara exactamente la citada fecha de nacimiento. De los cálculos de Dionisio, que posteriormente se demostrarían erróneos, resultaba que el nacimiento de Jesús se había producido el 25 de diciembre, fecha que el papa Liberio oficializó en el año en el 534.
Pero la  coincidencia de la fecha del 25 de diciembre entre la del nacimiento de Jesús y la de la celebración del "Sol Invictus", elegida por la Iglesia cristiana y aceptada por Teodosio I no es casual , sino una calculada estrategia de la Iglesia cristiana para asimilar Cristo al Sol, un "Sol verdadero y de justicia" dan la "luz que ilumina el mundo", que en principio no trata de destruir el culto pagano sino suplantarlo lentamente apropiándose de elementos paganos pero asignándoles otros nombres y un nuevo significado cristiano..

Juan Pablo II - BenedictoXVI

A los cristianos les pareció lógico y natural sustituir esa fiesta con la celebración del único y verdadero Sol, Jesucristo, que vino al mundo para traer a los hombres la luz de la verdad (Papa Juan Pablo II 1993)

La Navidad asumió una forma definida en el siglo IV , cuando tomó el lugar de la fiesta romana del Sol Invictus.( Papa Benedicto XVI  -2009) 

LA EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO 

La teórica libertad de culto promulgada en el Edicto de Milán, y que en la práctica supuso con la ayuda de Constantino I una rápida expansión del cristianismo frente a las demás religiones, se convierte en una intolerancia radical del cristianismo con el resto de creencias cuando el Emperador Teodosio I  el Grande promulga en el 380 el Edicto de Tesalónica, en el  se declara al cristianismo religión oficial de Imperio, imponiendo su culto a todos los súbditos, desterrando y prohibiendo el paganismo y considerando herético todo aquello que esté fuera de la ortodoxia de la Iglesia.

A partir de entonces, la inicial estrategia cristiana de lenta suplantación de elementos paganos con puntuales acciones violentas en contra de las demás religiones, se transforma  en constantes y violentas actuaciones radicales para acabar , de forma legal, financiera y física,  con todo  lo considerado  "pagano" , con el objetivo final de de borrar por completo y a cualquier precio todo recuerdo de los otros cultos, incluido el exterminio de o toda la cultura clásica opuesta a sus intereses. 

Para ello, se construyen  iglesias sobre las ruinas de los templos y lugares sagrados de los paganos, se destruyen sus objetos de culto y se elimina a sus seguidores . Asimismo  con el derecho legal  de destruir cualquier obra escrita que se opusiera al cristianismo,  entre los siglos III y VI, bibliotecas enteras fueron arrasadas hasta los cimientos, escuelas dispersadas y confiscados los libros de ciudadanos particulares a lo largo y ancho el imperio romano, so pretexto de proteger a la iglesia contra el paganismo. En el siglo V la destrucción era tal que el arzobispo Crisóstomo escribió con satisfacción: "Cada rastro de la vieja filosofía y literatura del mundo antiguo ha sido extirpado de la faz de la tierra", y se  establece la pena de muerte para cualquier persona que escribiera libros que contradijeran las doctrinas de la iglesia. 

Tras quemar libros y destruir templos paganos, la iglesia se embarcó en otra clase de encubrimiento: la falsificación por omisión. La totalidad de la historia europea fue corregida por una iglesia que pretendía convertirse en la única y exclusiva depositaria de los archivos históricos y literarios. Con todos los documentos importantes custodiados en los monasterios y un pueblo llano degenerado al más absoluto analfabetismo, la historia cristiana pudo ser falsificada con total impunidad, convirtiendo a una religión de Estado en un Estado en si misma. 


EL GOZO FESTIVO 
Aunque el cristianismo, presente ya en el siglo III en el Imperio Romano, utilizó los excesos que por entonces se vivían en las Saturnales, como pretexto para quitarle a esta celebración profundamente arraigada en el pueblo romano, todo su componente de libertad en la moral,  costumbres y crítica social que tenía,  la reacción de la Iglesia cristiana en siglos sucesivos no fue uniforme ni en el tiempo ni en lugar, y mientras a veces se prohibieron danzas, festejos y diversiones que venían de antiguo y que  celebraban puntualmente cada año el solsticio de invierno, en otras tuvo lugar un un sorprendente y desconocido "gozo festivo" en las fiestas navideñas en las que no faltaban ni los excesos  la diversión .

 

Catedrales, iglesias y fiestas profanas

Oliver Cromwell
LA PROHIBICIÓN DE LA NAVIDAD EN INGLATERRA Y TIERRAS DE ULTRAMAR

Por orden de Oliver Cromwell y su Parlamento, el 3 de junio de 1647  fue prohibida la Navidad  y todo aquello que pudiera representar la celebración de la Navidad, debido a que durante esta festividad se cometían excesos que violaban las estrictas reglas morales del puritanismo, cuyos seguidores  describían la Navidad como el Día del Jolgorio de los Paganos, de las Misas Papistas, del Disparate del Hombre Profano, de la Idolatría del Hombre Supersticioso, de las Multitudes Ociosas y el Día Laborable de Satanás, entre otras denominaciones que resumían claramente la postura oficial.

No sólo se cancelaron las celebraciones debidas al nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, sino que,  para consternación general, se ordenó tratar  el día de Navidad  como cualquier otro día laborable, y así el  25 de diciembre las tiendas  y los mercados estaban obligados a permanecer abiertos, mientras que muchas iglesias debían cerrar sus puertas, ya que celebrar una misa de Navidad era ilegal, y se prohibía beber en la calle, las comilonas festivas y el baile; e incluso decorar con  motivos navideños el interior de las casas.

Todo comenzó porque los puritanos -una facción radical del protestantismo- veían la Navidad como una celebración ilegítima. Por eso decidieron llevar al Parlamento una ley que declaraba el 25 de diciembre como "un día más". En el diario de sesiones de la Cámara de los Comunes se especifica que las tiendas y negocios deberán mantenerse abiertas el 25 de diciembre, comúnmente conocido como día de Navidad y se prohíbe acudir a cualquier acción ni ofrenda religiosa en las iglesias vinculada a esa festividad.

Cromwell argumentaba que no había ni razones ni referencias bíblicas para celebrar la Navidad el 25 de diciembre, y que no hay una frase concreta en la Biblia que diga que Jesucristo nació ese día, que según las últimas estimaciones tuvo lugar el 17 de abril, 29 de mayo o el 15 de septiembre.  Además había demasiadas similitudes con los paganos festivales romanos, que en la Antigua Roma de celebraban en diciembre : Saturnalia, una fiesta en la que se ofrecían regalos y había banquetes y se prolongaba entre el 17 y el 24 de diciembre, el día del Sol Invicto el 25 y , y el 31 celebraban las Kalends, con pequeños regalos, procesiones y  banquetes y decoración.

La  Navidad estuvo prohibida en Inglaterra y todos sus territorios de ultramar durante 17 años en el siglo XVII. El 25 de diciembre, las tiendas estaban obligadas a permanecer abiertas; se probía beber en la calle, las comilonas festivas y el baile; y hasta las tartaletas de frutas -típicas de la navidad británica-, fueron incautadas, y también estaba fuera de la ley la decoración  con motivos navideños del interior de las casas.  Debía ser considerado un día normal , sin ningún  sin ningún tipo de "solemnidad" y en la que se prohibía cualquier actividad relacionada con la Navidad. 

La medida ocasionó un gran malestar popular, y en toda Inglaterra se produjeron  motines en contra de la medida y frecuentes enfrentamientos con puritanos, para recuperar la libertad de comer, beber, divertirse y cantar canciones como tradicionalmente siempre se había hecho, s . En muchas regiones, los oficios religiosos continuaban celebrándose en las iglesias, pero casi siempre llegaban soldados para frustrar las ceremonias. Algunos comerciantes, en señal de protesta, siguieron bajando sus persianas el 25 de diciembre, aunque esta rebeldía se pagaba con las sanciones establecidas por la autoridad. Por otra parte, los que cumplían la ley y asistían a sus labores como si fuese un día normal, recibían reproches y ataques de sus propios vecinos, y no bastaba la protección de las autoridades. Las calles de Londres mostraban sus decoraciones festivas unas pocas horas, hasta que asomaban los soldados o un lord en persona y les prendían fuego. Lenta y conflictivamente las celebraciones fueron suprimidas casi por completo, pero la Navidad estaba lejos de desaparecer: a puertas cerradas se festejaba en la clandestinidad. 

La prohibición tuvo el efecto contrario al previsto: la Navidad se popularizó aún más y quedó claro lo que significaba esa festividad para mucha gente. Al mantenerse las tiendas y bares abiertos, la gente pudo quedar para comer y beber de una forma que era más difícil cuando todo estaba cerrado, por lo que aumentó el factor social de la fiesta y la dimensión cristiana de la Navidad prosperó tras la prohibición. Así, la Iglesia se apropió de elementos familiares, religiosos y seculares para unificarlos y crear así una idea de caridad.

La ley se aplicó en todos los territorios hasta 1660, cuando se restauró la monarquía se y, con ella, también la Navidad. Pero no así en Escocia, donde  estuvo vigente la prohibición durante más tiempo, 250 años.

ENTREVISTA A ALBERTO DEL CAMPO TEJEDOR
P: ¿Sol Invictus es un personaje tan importante como Jesucristo en, al menos, el origen de la Navidad?

R: Aunque los romanos eran politeístas, entre el siglo III y IV el culto a Sol Invicto era una de las principales devociones. Constantino institucionalizó "el venerable día del Sol", como día de descanso. El domingo, Dominicus dies, día del señor, es el día del Sol que los símbolos paganos y cristianos sincretizaron. En la ermita visigoda de Quintanilla de las Viñas (Burgos), del siglo VII, aún se representa a Cristo explícitamente como Sol. La Natividad se hizo coincidir con el Dies Natalis Solis Invicti, en el solsticio de invierno, cuando la luz le gana la partida a las tinieblas. San Agustín pedía a los creyentes para que no honraran al Sol, sino al "creador del Sol", pero todo indica que la Iglesia hizo la vista gorda para propiciar el encuentro de religiones. Las cuadrillas de verdiales que se llaman a sí mismo "los tontos" el día de los Inocentes aún cantan hoy: "Atravesando pinares / toa la noche he venío / atravesando pinares, / por darle los buenos días / al divino sol que sale".

P: En su libro, la Iglesia aparece como un ente bipolar: por un lado, condena las diversiones, cree que son la semilla del diablo; por otro, las adapta, cuando no las arropa y participa de ellas. ¿A qué se debe esta dualidad tan antagónica?

R: A que la Iglesia no es monolítica. Como en toda institución —un partido político, por ejemplo— hay tensiones entre las diferentes interpretaciones, por ejemplo, sobre la alegría, la risa o las diversiones que han de permitirse al pueblo. Durante siglos, los Padres de la Iglesia, los concilios y los sínodos intentaron limitar las diversiones más escandalosas y sin embargo, una parte de la Iglesia participó activamente y fue gestando, especialmente durante la Navidad, una teología de la alegría pascual. Había razones para considerar las bondades de los festejos ruidosos y la risa durante la Navidad: no solo resultaban difíciles de extirpar, dado que se reconocían como antiquísimos, sino que en honor a la teoría de la eutropelia se consideraba que había que relajar el rigor y la penitencia de vez en cuando, aunque solo fuera para volver a la seriedad y la solemnidad después. Pero existieron muchas otras justificaciones. La Navidad constituía el momento de tránsito hacia el Año Nuevo, y como tiempo liminar se permitían algunas licencias, incluso cierta inversión del orden, de ahí que los escalafones bajos de la Iglesia (niños del coro, diáconos, subdiáconos) aprovecharan para montar fiestas que satirizaban el boato de los altos dignatarios, mientras tomaban el poder efímeramente haciendo realidad, por unos días, aquello de "los últimos serán los primeros". Así pues, los desórdenes festivos no fueron solo una adaptación de las libertates decembricae romanas, sino que tuvieron su justificación teológica.

P: Desmitifica la imagen de un Medievo clerical "solamente lúgubre y austero, enemigo siempre de las diversiones y la risa". Para un profano , quizá sea la parte más sorprendente del libro.

R: El Medievo es el momento de agrias polémicas sobre si Cristo había reído o no y también el de la pastoral del miedo, cuando la Iglesia inventa el Purgatorio y crea imágenes y discursos terroríficos para administrar la salvación. Sin embargo, también es el momento en que se celebran fiestas ambiguas, como la fiesta del asno, en que los clérigos suplantaban la autoridad del oficiante por un burro que rebuznaba. Nos han llegado bastantes parodias eclesiásticas porque los monjes las conservaron, de la misma manera que fueron hombres de Iglesia quienes en el Medievo y el Renacimiento, y aun siglos después, siguieron creando autos navideños en que los pastores bobos e irreverentes se burlaban a veces de los doctos e hipócritas teólogos. La Navidad ha sido así un momento extraordinario para representar las contradicciones del ser humano, la lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, y aun para reivindicar ciertos mensajes que resultaban transgresores.

P: ¿Y por qué los locos son tan importantes en su relato?

R: El loco fue uno de los personajes principales de la Navidad. Los clérigos celebraban festa stultorum, fiestas casi carnavalescas, en las que comían morcilla debajo del altar, jugaban a las cartas o sustituían el incienso por la quema de suela de zapato. Especialmente los subdiáconos mostraban su regocijo alocado so pretexto de la loca alegría por Jesús, a la par que ponían patas arriba las convenciones que les mantenían alejados del poder. Por unos días, se elegía un pontifex stultorum o un episcopum puerorum que reinaba efímeramente, de la misma manera que en las aldeas se rendía honores al tonto del pueblo, coronado como como rey de faba o rey de burlas. El loco representaba, como ningún otro personaje, diferentes y ambiguos mensajes, y muy especialmente la tensión entre el bien y el mal, la inocencia y la culpabilidad, la virtud y el pecado. Herodes es un loco furioso, maligno, pero hay otros locos, los inocentes, los niños, los desvalidos, por los que Cristo vino a nacer en un pobre pesebre. El loco es también el visionario, el loco-medium, como San Francisco, que es capaz de ver más allá, el sabio, pues el auténtico conocimiento —el de Dios— escapa al entendimiento humano, como decía San Pablo. Y por supuesto el loco es también el bufón que en épocas de licencia, como la Navidad, nos dice las verdades como puños, aunque molesten al poder y agiten la heterodoxia. Ahí radica su liminaridad y su ambivalencia; ahí está la base de las contradictorias sensaciones que provoca: el miedo y el asombro, así como el ambiguo estatus que se le reconoce fruto de ser un hombre escogido para mostrar los males y las contradicciones del mundo. Es el chivo expiatorio, al que hay que azotar o tirar piedras, como fue común durante toda la Edad Media y aun en los siglos posteriores, pero también es el pobre loco —como símbolo del pecado original y aun de las necedades, excesos y vicios del hombre— que padece por todos nosotros, tal y como hizo Cristo al nacer en el pobre pesebre y morir en la Cruz.

P: ¿Por qué fue más permisivo o, si lo prefiere, menos censor el catolicismo que el protestantismo con las celebraciones navideñas?

R: Las fiestas navideñas, con toda su mezcolanza sagrado-profana y singularmente con diversas manifestaciones de jocosidad, le parecían al protestantismo pura idolatría, al igual que los rituales que desarrollaban el culto a las imágenes. En el siglo XVII, los puritanos ingleses quisieron abolir la Navidad, hasta que la restauró Carlos II en 1660. La disciplina, la competitividad, el aprovechamiento del tiempo, el hombre serio hecho a sí mismo… todo ello son valores protestantes que minaron las fiestas más dionisíacas, aquellas que Nietzsche consideraba más propias de la "animalidad mediterránea". El consumismo actual en las Navidades es fruto, en gran medida, de la hegemonía anglosajona y de un concepto de la Navidad que ha olvidado no solo su sentido transgresor sino también que la extraordinariedad del momento se ha vivido durante años ,como sigue ocurriendo en muchas fiestas populares, obligando al rico a redistribuir sus bienes, mediante la implícita amenaza de dedicarle unas coplillas satíricas, como se ha hecho en la Alpujarra de Granada a los cabezudos a los niños cuando las parrandas cortijeras visitan las casas pudientes, improvisando coplas de agradecimiento cuando reciben buena acogida, y censurando la tacañería del anfitrión cuando se negaba a compartir en unas fechas en que los ricos y poderosos deberían emular a un Cristo que optó por los pobres.

P: Porqué entonces a los ilustrados, les disgustaba la parafernalia de villancicos, música y cantares en la iglesia, considerándola "herencia de los siglos oscuros del Medievo". 

R: Decía Octavio Paz que tenemos fiestas por la misma razón por la que no tuvimos Ilustración. El racionalismo ilustrado fue efectivamente contrario a los excesos cómicos, las fiestas y, en general, una religiosidad que se consideraba enemiga de la productividad y el progreso. Sin embargo, y a diferencia de otros lugares de Europa, nuestros ilustrados no solo no tuvieron el poder para erradicar muchas de las costumbres lúdicas y festivas, sino que, herederos de una antigua tradición jocoseria que tuvo en el Barroco uno de sus momentos culminantes, tenían incluso ciertas simpatías por las costumbres populares. Iglesia y pueblo se encontraban íntimamente entrelazados en instituciones como las cofradías. Para convencer, la Iglesia se asentó sobre el sustrato campesino. Por ejemplo, la creencia en las ánimas benditas no hubiera cuajado con tanta fuerza si la Iglesia no hubiera alentado cofradías en las que el pueblo camuflaba ciertas diversiones como pujas, rifas, bailes y cuestaciones, como las que aún hoy llevan a cabo las cuadrillas de ánimas benditas que van cantando por las calles, mientras que personajes alocados como los inocentes y los cascaborras hacen de las suyas. En Puebla de Don Fadrique (Granada), pero en muchos otros lugares de España, podemos aún hoy vivir un espíritu festivo navideño que está lejos de la banalización e infantilización a la que se ha sometido a la Navidad, no por casualidad, en los últimos años. 
P.- Hoy en día resulta casi difícil de imaginar que lo sagrado y lo cómico hayan estado ligados, tal vez no solo por la actitud de la Iglesia, sino por el relato histórico al que hemos tenido acceso. Pero usted defiende que hay toda una teología de la alegría.

R. Así es, y de hecho esa es la base de este trabajo. Lo primero que uno se encuentra sobre este tema es un estereotipo, que metafóricamente cabe ver como la lucha entre el Carnaval y la Cuaresma: el Carnaval es el pueblo divirtiéndose a lo loco y la Cuaresma es lúgubre, contenida y censuradora del festejo. En gran medida, esto se ha dado, porque una parte principal de la Iglesia defendía que había que celebrar con alegría, pero alegría espiritual. Sin embargo, lo que más me ha sorprendido en estos quince años de investigación es el descubrimiento de que ha existido una pugna mucho más importante de lo que pensábamos, probablemente porque acabamos dando valor siempre al que gana; la historia la escriben los ganadores, y en este caso también. Pero ha habido una parte de la Iglesia que ha defendido que celebrar con júbilo, risa, incluso burla, sátira o irreverencia, no es ya que fuera contraria a ella, sino que en efecto tenía su fundamentación teológica. Hay numerosos documentos y argumentos que permiten comprender que, si muchas de esas manifestaciones han pervivido hasta la actualidad y si aún hoy, según he podido comprobar haciendo trabajo de campo en conventos y monasterios (sobre todo en el norte de España), los monjes y monjas siguen celebrando estas fiestas de una forma que para mucha gente sería sorprendente, no es porque sean irreligiosos, sino por lo contrario.

P.- ¿Por qué cree que se produce tal desconocimiento de esa otra faceta insospechada de la vida conventual? 
R.- Lo que pasa es que sobre la Iglesia también tenemos muchos estereotipos, ¿eh? Responden a una imagen unívoca y simplista, como la que todos aplicamos a otras cuestiones. La Iglesiaes muy, muy diversa, y poco tienen que ver los eclesiásticos tradicionalistas con otros que diría que han sido revolucionarios. San Francisco fue uno de ellos, y lo tildaban de loco. E igual pasa con los monasterios, tendemos a una imagen de ellos del todo simplificada porque estamos completamente desconectados de ellos; nadie sabe cómo viven los monjes y las monjas, parece casi una cosa medieval. Pero hay muchos, y a menudo olvidamos que son seres humanos con las mismas necesidades y pulsiones que nosotros. ¿Y qué necesidades tenemos? Por de pronto, la de luchar contra la monotonía y el tedio. Imagínese el ora et labora durante los 365 días del año, es imposible.

P.-  Supongo que por eso se empezó a considerar que la risa ha de ser sagrada.

R.-  Eso es. Sobre todo a partir de figuras como Santo Tomás y San Agustín, la Iglesia elaboró una teología de la eutropelia, que consideraba que, para que la gente cultivara virtudes como la dedicación, el rigor y la abnegación, había que dejar momentos del año en que se deslenguaran y se dislocaran. Esos momentos coincidían con algunos de los misterios principales, y la Navidad era uno de ellos: debíamos estar alegres porque Jesús había venido a dar una serie de mensajes, entre otros que hay que estar con los pobres, los simples, los niños, los locos. Y, por tanto, que no se ha de vivir con boato ni soberbia, sino estar jubilosos con un Dios que no solo viene a ajusticiar, sino también a perdonar. Todas esas ideas calaron en la Iglesia, para la que en estas fiestas cabía la alegría, pero también la sátira de los altos dignatarios. Se dijeron: «Oye, estos obispos están viviendo con riqueza, de puta madre, mientras nosotros estamos aquí abnegados, pasando frío en los huertos… Creo que Cristo ha venido a decirnos que nosotros somos los que valemos, los protagonistas». Una parte de la Iglesia que había vivido con más pobreza, en Navidad podía tener la voz cantante en esas sátiras, en villancicos jocosos o en teatrillos donde se hacía mofa sobre las contradicciones del estamento eclesiástico. En la Iglesia ha habido mucha crítica e incluso mucha guasa, y eso a veces lo olvidamos.

P.- Ha mencionado antes a San Francisco, cuya personalidad se asocia a las fiestas de locos, que usted comenta en varias etapas de esta Historia. ¿Cuál es el valor de esa figura del loco en esta tradición?

R.- Por un lado, fíjese que la Navidad, al superponerse a las fiestas paganas, ya nace en un momento en el que se les da protagonismo. Los locos son, por un lado, los últimos, denostados por la sociedad, estigmatizados incluso más que los pobres, puesto que se les encierra. Así que durante siglos en el Día de los Inocentes, en época navideña, se dejaba a los locos vagar por las calles. En la Casa de Locos de Sevilla, sin ir más lejos, se les agasajaba ese día con comidas pantagruélicas, un poco para sintonizar con ese mensaje de «los últimos serán los primeros». Pero hay otras muchas ideas. El loco es también Herodes, el malvado, el impío, y a la Iglesia le gustaba representar la locura como símbolo de los pecados del mundo. Eso se ve en las fiestas populares, donde hay muchos locos que se disfrazan de manera monstruosa, como bestias, que fustigan a la concurrencia y van por ahí metiendo miedo. Y luego está también la concepción del loco visionario. El misterio de un niño que viene a salvarnos naciendo en un pesebre, o eso que hace Jesús de entrar en un burro en Jerusalén, en vez de a lomos de un corcel, son locuras. Con esos mensajes se estaba dando pie a que los clérigos se disfrazaran e hicieran el chalado. Igual que decimos en el Romanticismo que alguien podía estar loco de amor, los clérigos consideraban que debían hacer locuras por amor a Jesús. A San Francisco le llamaban el loco en la Edad Media, porque propugnaba ideas subversivas. Por ejemplo, iba desnudo, porque consideraba que las prendas de vestir eran superfluas. Fue muy lúcido y logró que no lo excomulgaran, pero era un loco como muchos que ha habido en la Iglesia. La Navidad siempre ha sido un momento para acordarnos de ellos y de que hay que hacer locuras, no solo para romper la monotonía, sino porque la vida es mucho más que la norma y las convenciones.

P.- Dentro de los usos múltiples del humor religioso, entre otros los creativos o expresivos, lo teatral ha estado muy presente en las celebraciones cristianas, aunque sometido a un continuo debate. Sin embargo, a veces la teatralidad de la liturgia puede ayudar a transmitir el mensaje, como usted ejemplifica en el origen grecorromano de lo dramático, cuando se difundían las mitologías.
R.- Claro, es que siempre ha habido esa tensión. Por un lado, si se quiere que la gente acoja ciertos dogmas, la palabra no es suficiente, de ahí que la religiosidad haya sido plástica y se haya representado iconográficamente con pinturas o canecillos románicos, por ejemplo. El teatro ha sido otro recurso para potenciar la adhesión a esos mensajes, que la gente se emocionara y se identificara con los personajes. Pero, por otro lado, está la idea de la diversión y el espectáculo, de incorporar algún elemento innovador o sorpresivo para que acudir a la Iglesia no resulte repetitivo. Por eso desde el siglo XIII se fueron introduciendo nuevos personajes, algunos incluso apócrifos: una partera, un borrachín, unos pastores chabacanos… Así, el teatro se hace más diverso y surge el debate: hay quienes condenan esa mezcla de lo profano con lo sagrado, y quienes creen que, con tal de que la gente vaya a misa y esté dentro del rebaño, hay que concederles sus diversiones. De ahí surgen un montón de obras, sobre todo a partir del Renacimiento, escritas por clérigos, que son muy divertidas, donde un pastor con su sabiduría popular y un poco cínica puede cantarle las cuarenta al teólogo de turno, del que el público se ríe porque es un pedante que en el fondo no sabe nada. Todavía hoy se representan autos navideños, por ejemplo en Castilla y León, donde el párroco puede llegar a enfundarse el traje de uno de los personajes. Cuando estuve en los conventos me decían que a veces, en esos teatrillos, hay peleas por quién hace de bobo, de ángel o de mulo. Recuerdo un monje que me decía: «Mi especialidad es hacer de mulo». Hay una necesidad también de salir de los dogmas y tomarse las cosas con algo más de sabiduría humorística, 
P.- Incluso sorprende que en ciertos géneros se llegasen a parodiar los Evangelios o el Ave María. ¿Cree que en el mundo de hoy, donde el debate sobre los límites del humor parece estar siempre igual de vivo, serían posibles este tipo de atrevimientos?

 R.- Es una pregunta muy interesante, porque nos llevaría a concluir que vivimos en un mundo mucho más mojigato y censurador de lo que pensamos. En esta sociedad del siglo XXI, creo que ciertos temas resultan mucho más tabú que entonces. Históricamente, al menos había momentos ritualizados en que sí se permitían esas bromas; quizá también porque había una opresión mayor durante el año, y hacían falta esas licencias como válvulas de escape en tiempos extraordinarios, como eran los festivos. La libertad tiene también esa otra cara de la moneda: es más necesaria cuanto más sometimiento exista. Pero pienso que, en efecto, hay mucha más dificultad ahora en hacer parodia de ciertas cosas. Lo interesante es que no se trata de una lección que aprendiera el pueblo como reacción al dominio de las clases dominantes, sino que eran los propios clérigos quienes conservaban los escritos más carnavalescos. La Cena Cypriani se ha conservado porque los monjes la transcribían, y muchos de los dramas litúrgicos más graciosos nos han llegado porque las monjas los representaban en los conventos.

P.- Me interesa esa idea de la burla y hasta la degradación como cura de humildad, así como la inversión de roles sociales y la sátira del poder que se producía en esta época del año. En este sentido, también hay un debate sobre si las fiestas navideñas traían caos y subversión o bien una legitimación del orden vigente, ¿no es así?
R.- Sí, y de alguna forma se dan ambas cosas. Por una parte, el poder te concede unos días extraordinarios para en el fondo volver al tiempo ordinario en el que uno está sometido. Los romanos ya tenían las Saturnales y las Calendas de enero, donde los esclavos eran libres unos días para luego volver a la esclavitud. Se puede pensar que esa situación no cambia la estructura social, pues se trata de una libertad efímera para que la gente acabe volviendo al redil. Bien, eso es cierto. Pero no lo es menos que, cuando el pueblo tiene la libertad, las cosas se desmadran. Algunas de las revoluciones de la Edad Media se produjeron en esos momentos festivos, cuando el pueblo no quería volver a su condición habitual. También ocurría que los escalafones inferiores eclesiásticos, una vez que experimentaban en esos días cómo viven los obispos y tenían carta blanca para humillarlos, no estaban por la labor de volver al orden vigente y se sublevaban. Recordemos que humillarse es también hacer actos de humildad ante quienes menos tienen, como en las fiestas del obispillo, donde el obispo auténtico se humilla ante el niño del coro que es elegido obispillo. Pero para el poder siempre es un riesgo permitir esas licencias, porque la gente se acostumbra a ellas y puede revolverse contra ese estado de las cosas. Hay un debate dialéctico apasionante, sobre todo en documentos medievales en latín, en torno a este asunto. Esa tensión es la que ha animado las fiestas, que se sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban, y en el fondo es la misma de cualquier poder. Pensemos en el franquismo, que tenía que hacer la vista gorda permitiendo algunas fiestas, pero quería controlarlas porque no quería que fuesen un germen de subversión.

P.- En cualquier caso, su libro argumenta que la Navidad no es la excusa para unas fiestas paganas, como tanto se ha dicho, sino que contribuyó a definir la idea de lo festivo en la cultura occidental.

R.-Yo creo que ha sido capital. Donde más se ha gestado y se ha discutido el papel de la risa, de la relación entre el pueblo y el poder (en este caso eclesiástico), de los límites entre lo lúdico y el trabajo, ha sido la Navidad. En los últimos tiempos, uno se cuestiona si no hay un cierto interés oculto por banalizar estas fiestas, trivializarlas como una cosa de niños, Papá Noel, unos regalitos… y no reconocer que la Navidad ha sido mucho más que consumismo, polvorones y una felicidad un tanto naíf, y que en ella se planteaba una alegría con mensajes transformadores, a veces bastante transgresores. Yo, que soy antropólogo, he estado viviendo las fiestas navideñas durante todos estos años en pueblos de Zamora, Almería, Málaga y hasta Portugal, y veía un leitmotiv común, que era el de experimentar como adultos esa época extraordinaria. Ese momento del año que tiene la fuerza subversiva de reivindicar a uno de los personajes principales de nuestra cultura, como es Jesús; que no se debe olvidar a los pobres; que los que mandamos somos nosotros y no el alcalde o el médico; y que la sátira no solo es el Carnaval, sino también esos testamentos que en algunos pueblos pasan revista a lo que han hecho los políticos o los ricos durante el año. Todas ellas son tradiciones navideñas que perviven en España, y nada tienen que ver con Santa Claus, ni con las películas que vemos en Netflix ni con comprar un montón en Amazon. Tenemos un patrimonio de locos, de bobos y de catetos, si se quiere, con un sentido mucho más profundo del que se le pretende dar.

P.-Algo que me parece muy interesante también en su libro es la interpretación de cómo la escisión entre católicos y protestantes hizo cambiar la idea misma del tiempo, asociada al trabajo, y cómo eso provocó la ruptura del diálogo entre lo culto y lo popular, ¿por qué motivo?

R.- En efecto, hay un momento en la historia de Occidente en que norte y sur se separan, lo que ocurre sin duda con la llegada del protestantismo. Cuando se habla de que tenemos una Navidad anglosajona o hollywoodiense, a veces se olvida que es también una Navidad calvinista, luterana. Aquí no se trata de hacer proselitismo de una religión u otra, sino de reconocer que en el catolicismo esta fiesta siguió teniendo unas connotaciones que para los protestantes eran nefastas. Una de ellas, por ejemplo, era la idea de compartir, de redistribuir la riqueza. El protestantismo consideraba que lo de dar limosnas y establecer un momento en el que los ricos debían repartir sus bienes entre los pobres, no era querido por Dios y lo que había que hacer era generar la riqueza del resto invirtiendo. Una idea que describe magníficamente Max Weber en "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", hace ya más de un siglo. Eso desgajó Europa en dos. Aquí se siguió viendo un mensaje evangélico en ciertos comportamientos como el derroche puntual, la idea de que la fiesta y la veneración de episodios de misterio es más importante que el trabajo, que no puede haber alegría si uno lo acapara todo para sí mismo (y de ahí los aguinaldos), y actitudes subversivas como liberar a un preso en Nochebuena. En cambio allí lo primero que se hizo fue prohibir las fiestas navideñas en época victoriana. Se dijeron «vamos a dejarnos de despilfarros, estas cosas son todas paganas, aquí hay demasiados santos y días de fiesta; lo que tenemos que tener es una alegría moderada, contenida, para volver al trabajo lo antes posible». Aquí esas ideas no triunfaron porque teníamos una concepción muy diferente de la fiesta, como puede uno comprobar rápidamente si va al Rocío, la Feria, la Semana Santa o a las Zambombas de Jerez. Y la Navidad todavía se vive de una manera muy diferente a la del norte..
VÍDEO: Sobre la Navidad

Fuentes: Historia de la Navidad - Alberto del Campo Tejedor-El Paseo Editorial / Mitos y ritos de la Navidad - Pepe Rodríguez-Ediciones B / https://historia.nationalgeographic.com/https://www.revistamercurio.esThe Guardian 23/12/2019 /https://www.bbc.com / https://actualidad.rt.com/.

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